Hoy me he levantado con una dura noticia literaria: la noticia de la muerte de Úrsula K. Le Guin, una de las más grandes escritoras de ciencia ficción y fantasía de las últimas décadas, creadora de universos increíbles y maravillosos, en libros magníficos como «La mano izquierda de la oscuridad», «El nombre del mundo es bosque», «Los desposeídos» o la serie de Terramar.
Llegué a su literatura por casualidad. Durante mi juventud, una amiga que hacía poco había conocido, llegó un día con un pequeño libro, «Un mago de Terramar», me lo regaló con una bonita dedicatoria que aún conservo, y me abrió con ello un universo maravilloso e inagotable de imaginación y sueños. Desde entonces, me pregunté dos cosas: cómo no había descubierto a Le Guin antes, y cómo podía alguien llegar a tener esa fuente inagotable y maravillosa de imaginación.
Vaya desde aquí mi más sincero pésame para su familia y amigos, y a Le Guin, agradecerle todo ese manantial de historias que nos ha legado. Necesitamos fabricantes de sueños. Necesitamos personas que den una oportunidad a la imaginación. Y Le Guin fue todo eso, y mucho más.
Se nos ha ido una grande de la literatura, pero ha nacido un mito que durará para siempre. Y eso es lo que queda; la esencia de la vida en historias magníficas, e irrepetibles.

Debe estar conectado para enviar un comentario.