Alice Bossard: historias de una cibercriminal (Prólogo)

Alice Bossard es un personaje de «Las cenizas de Sangetall«, novela de la saga que estoy terminando, y que transcurre tras los hechos de «Operación Folkvangr», y en la que Sandra busca respuestas a ciertas preguntas sin contestar que han quedado pendientes.

En un viaje a Amiens, Francia, Sandra conocerá a Alice, que en ese momento tiene veinte años, y que es la hija de Pierre Bossard, un almirante retirado, compañero y amigo de Vasyl «Fenrir» Pavlov.

Ambas trabarán una gran amistad, que durará toda la vida, no carente de conflictos y constantes discusiones, pero siempre unidas por las circunstancias y por un objetivo común: conocer la verdad de sus pasados. Alice fue el resultado de un experimento genético cuya finalidad era crear un ser más avanzado. A los veinte años, una vez vistos los resultados, se programó su eliminación. La circunstancia del encuentro con Sandra, y los hechos explicados en «Las cenizas de Sangetall», lo impidieron.

Estos relatos están dentro del universo del resto de libros, pero son completamente independientes y no formarán parte de la saga.

Después de muchos tiras y aflojas y de retrasos, por comienzo esta serie de relatos de acción, humor y con muchos toques de novela negra pero siempre con dosis de comedia y muchos giros, enredos, y una cantidad de situaciones en las que siempre se complica Alice.

El título:

«Alice Bossard: historias de una cibercriminal».

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Sandra y Alice van a meterse en diversos problemas, aunque en realidad será Alice la que los provoque, y Sandra la que intentará solucionarlos.

Enredos que requerirán de Sandra para poder salir adelante, formando una pareja donde Alice es todo locura, y Sandra la parte consciente y equilibrada.

Alice solo tiene una idea: desenmascarar a la Global Security Agency (G.S.A.), un sistema de control supragubernamental que está llevando a cabo una serie de acciones de tipo genético que podría ser la punta de un peligroso iceberg para la manipulación de  la humanidad. Para ello usa a una empresa de investigación en biotecnología llamada GenLife. El propósito de GenLife es desconocido, pero Alice sospecha que fue la primera, pero no la última, en esa investigación. Alice usará sus capacidades mentales y físicas aumentadas para lograr encontrar su origen, y el propósito final de GenLife.

Pero vamos con la ficha policial de Alice:

Ficha policial de la Global Security Agency: Alice Bossard.

  • Sujeto: Alice Bossard.
  • Fecha registro policial: 05-08-2062.
  • Edad: 26 años.
  • Lugar de nacimiento: Amiens (Francia).
  • Estado civil: soltera.
  • Sexo: mujer.
  • Pelo: castaño claro.
  • Ojos: marrones claros.
  • Altura: 1,75 cm.

Antecedentes:

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En 2056, con 20 años, Alice Bossard fue condecorada con la Estrella de Plata (condecoración de la US Navy) por acciones de combate no identificadas, incluso siendo una ciudadana francesa. Todos los registros de datos específicos sobre esos hechos se han perdido, o borrado intencionadamente.

Actividad principal: Cibercriminal de alto nivel. Clasificada como Hacker de nivel 0.

Delitos registrados:

  • Manipulación, robo, y secuestro de información de computadoras cuánticas de alta seguridad de la G.S.A. (Global Security Agency), y de varias entidades financieras y empresas.
  • Actividad principal (2): manipulación de los procesos transaccionales bancarios y de bolsa; fue responsable de la crisis financiera del banco City Markus en el verano de 2060.
  • Actividad secundaria: es capaz de manipular sistemas de seguridad de forma presencial y online.
  • Capacidades especiales: se sabe que su padre fue un almirante de la US Navy (Pierre Bossard), el cual le enseñó aspectos clave del combate. Es experta en diferentes artes marciales y uso de armas, pero prefiere usar la infiltración siempre que sea posible.
  • Capacidades especiales (2): se comenta que estuvo involucrada en un programa de manipulación genética con fines desconocidos.
  • Otros datos: se la ha visto en alguna ocasión con una mujer de unos veintidós a veinticinco años, morena, ojos azules y aproximadamente de un metro ochenta. Se cree que pueden trabajar juntas ocasionalmente. No se dispone de información de esa mujer en las bases de datos de la G.S.A.
  • Otros contactos: desconocido.

Fin del informe.


15 de julio de 2060. Oficina Central de datos del banco City Markus, Toronto, Canadá.

—¿Qué estás mirando?

El segundo oficial de guardia se acercó al compañero, que manipulaba una pantalla tridimensional, donde se veían nombres y rostros de mujeres, firmas de ADN, e imágenes virtuales de niños. Sin volverse, el compañero respondió:

—Es una nueva página de contactos.
—¿Otra? ¿No te cansas? ¿Pero a cuántas te has apuntado ya?
—¡No, no! ¡Esta es distinta! Aquí no solo buscas una pareja compatible con tu perfil psicológico. Esta página es para los que queremos tener hijos ya.
—¿Qué estás diciendo? ¿Tú, tener hijos?
—Sí. Es muy sencillo. Imagínatelo: una mujer quiere un hijo. Tú quieres tener un hijo. Ambos introducís los datos del ADN de cada uno en una computadora, que procesa los parámetros principales relacionados con el ADN de ambos, los coteja, y los compara a nivel de compatibilidad.  Entonces, la computadora busca un perfil de pareja para ese hombre y esa mujer que sea compatible, pero añadiendo los datos que el hombre y la mujer han introducido de sus propios genes. Cuando la computadora tiene los datos, genera el resultado en forma de combinaciones del ADN de ambos, y extrapola esos datos para generar imágenes virtuales tridimensionales de niños y niñas que la pareja podría tener.
—Entiendo. Es decir, presenta a los potenciales hijos que tendrás con una mujer determinada.
—Sí. Si se quiere, puede dejarse que el ADN se recombine aleatoriamente, pero la empresa también permite elegir los genes adecuados para crear el niño que ambos desean. Cada uno ha elegido una serie de rasgos: si quiere que sea niño o niña, color de cabello, color de ojos, altura, y otros aspectos mentales y físicos. Si ambos coinciden en un alto porcentaje en alguno de esos diseños virtuales, y deciden que alguno de esos niños o niñas tienen las características físicas y psíquicas que les gustan, la computadora pone en contacto al hombre y a la mujer, que pueden entonces decidir tener un hijo con esas características. No solo encuentras a la mujer de tus sueños, o al hombre de tus sueños: encuentras el hijo de tus sueños, que es también el de tu pareja. Y sin sorpresas ni enfermedades genéticas. ¿No es fantástico?

El segundo oficial se mantuvo pensativo unos instantes. Luego exclamó:

—¡Vaya! ¡Hijos de diseño al gusto de ambos! ¡Perfectos para los dos! ¡Esto me habría servido con mi ex! —Exclamó el segundo oficial.
—Ya lo creo. Es genial. Ya tengo un par de parejas posibles, y tres diseños de hijos que podría tener con ellas. ¿Ves este chico? Guapo, ¿eh? La mujer vive no muy lejos de aquí. Y esta sería mi hija si la tuviera con esta mujer que ves aquí. Ahora se trata de ver la mayor afinidad genética, conocer a las parejas, verificar la compatibilidad emocional y sexual, y dar el paso final. Una IA se encarga de elegir la pareja idónea. No solo tienes una pareja ideal; también tienes los hijos ideales con esa pareja.
—¡Genial! Creo que me lo has vendido muy bien. Me voy a apuntar. ¿Es caro?
—Si consientes en donar tu ADN para el uso y manipulación de terceras partes es gratuito. Solo tienes que firmar un contrato por el que donas el mapa de tu ADN a la empresa de biotecnología GenLife.

De pronto, la pantalla tridimensional se apagó durante unos instantes. El primer oficial de guardia colocó los dedos en el sensor. Una señal roja vibró un instante.

—¿Qué pasa? —Preguntó el segundo oficial.
—¡No tengo acceso! ¡Alguien ha bloqueado el sistema desde dentro! —El segundo oficial comentó:
—A ver, déjame probar… —El segundo oficial acercó el rostro al sensor, que escaneó su faz y su ADN mitocondrial. Si ambos estaban verificados en la base de datos y el ADN coincidía con el rostro, tendría permiso de acceso. Y así fue. Una luz verde se iluminó. El primer oficial verificó los datos. Su rostro se torció al momento.

—Esto… esto no es posible.
—¿Qué no es posible?
—Esto…

El segundo oficial miró la pantalla tridimensional. La lista de cámaras de control estaba vacía. El número de drones operativos indicaba cero. Todos los controles de seguridad al sistema central cuántico estaban en verde, es decir, abiertos. El primer oficial, instintivamente, pulsó la alarma. No hubo respuesta. Solo pudo ver algo en los datos que su sistema de control móvil había registrado de un dron interior de seguridad: una sombra que se había movido. Pasó los datos a su compañero. Ambos se miraron. Tomaron sus armas, y salieron corriendo por la puerta hacia aquel punto. Era una de las salas del sótano, donde se encontraba el control principal de los sistemas de seguridad.

Al llegar, cada uno se comenzó a mover por la sala de control que, teóricamente, debería estar siempre vacía. Solo computadoras, drones de control y vigilancia, y robots de mantenimiento. Fueron caminando entre las gigantescas estructuras que guardaban la información financiera de millones de clientes del banco.

Uno de ellos vio una sombra. Rápidamente se lo indicó a su compañero. De pronto, saltaron sobre la posición. Vieron a una joven de unos veintipocos años que les miraba. Era de cabello castaño y ojos del mismo color, y de una altura de un metro setenta y algo. Antes de que pudieran hablar o disparar, la joven dio un salto que parecía imposible, para salir corriendo hacia la puerta. Solo que el primer oficial había bloqueado aquella puerta manualmente con un código, y había fundido la cerradura con el láser del arma. Los dos oficiales corrieron hacia la puerta. La joven estaba atrapada.

Fue en ese momento cuando la pared anterior de la habitación explotó, y dejó de existir. Antes de que los dos pudieran darse cuenta, otra mujer se acercó hacia ellos a gran velocidad desde el hueco que había quedado donde antes estaba la pared. Esta era morena de cabellos largos, de ojos azules y sobre el metro ochenta de estatura. Dejó inconscientes a los dos oficiales de sendos golpes antes de que pudieran reaccionar, mientras la puerta se rompía, y otros guardias de seguridad se preparaban para entrar desde el exterior. La alarma sonaba ahora con gran intensidad.

La joven morena tomó a la otra por la cintura, se la colocó en el hombro derecho, y salió corriendo al exterior del edificio a través de un pasillo a toda velocidad, mientras un dron que acompañaba a aquella mujer rompía con su arma el techo sobre la puerta, impidiendo momentáneamente la entrada al resto de guardias de seguridad.

—¡Sandra, suéltame! —Gritó la joven de cabello castaño mientras movía las piernas.
—¿Para qué? ¿Para que te estén a punto de volar la cabeza otra vez? Eres imposible Alice, siempre acabamos igual.
—¡Lo tenía todo controlado, eres tú la que me ha desmontado el plan!
—Seguro que sí.

Alice hizo un extraño movimiento, y Sandra la soltó. Alice cayó a toda velocidad rodando por el suelo, aprovechando la inercia para seguir corriendo. Ambas llegaron a un aerodeslizador que estaba situado en una calle cercana. Sandra comentó, mientras el aparato se elevaba.

—He ajustado el transpondedor para que parezca un vuelo comercial. No nos seguirán ahora. —De forma inmediata aparecieron tres cazas en la cola del aerodeslizador.

—Ya veo. Cada día mejoras —susurró Alice con cara de circunstancias. Sandra observó el radar. Estaban saliendo de la ciudad hacia el este, sobrevolando el lago Ontario. De pronto, realizó un giro vertical completo a 12 Gs, y se colocó detrás de uno de los cazas. Disparó, y el caza cayó de inmediato. Al instante derribó el segundo. Solo quedaba uno.

—¡Me vas a matar! —Gritó Alice.
—Cállate —ordenó Sandra—. Aguantas eso y mucho más.
—Yo no tengo tu cabeza dura, ni tu cara dura! —Se quejó Alice.

Sandra no dijo nada. El tercer caza lanzó un misil. Sandra extrajo el phaser, y disparó hacia atrás, destruyéndolo, y rompiendo de paso el panel trasero del aerodeslizador. Habían dejado la ciudad atrás, y se dirigían a una zona boscosa al norte, mientras el tercer caza les seguía. De inmediato, del suelo surgieron dos cañones antiaéreos ZSU-23-4 de procedencia rusa, que derribaron al tercer caza, mientras el aerodeslizador se alejaba, para meterse en una falsa hondonada que se había abierto. Alice preguntó:

—¿Esas son las fantásticas armas defensivas que habías instalado recientemente? ¡Son antiguallas del siglo XX!
—Están retocadas con mi propia receta, te aseguro que ahora son tremendamente eficaces —aseguró Sandra.
—Más nos vale, porque si han pasado la localización de este lugar tendremos que salir de aquí de inmediato con la ayuda de esos trastos.
—No han pasado la localización. Bloqueé sus comunicaciones. Estamos a salvo. De momento.
—Tú estás a salvo —indicó Alice—. Yo tengo que aguantarte constantemente.
—Deja de quejarte. Estoy harta de salvarte el trasero, Alice. La próxima vez haremos las cosas a mi manera.
—¿Tú manera? Yo no voy a permitir que una cafetera me diga cómo tengo que hacer las cosas.
—¿Conseguiste al menos los datos que buscabas? —Alice suspiró, mientras el aerodeslizador aterrizaba en una plataforma subterránea oculta, y salía de la aeronave de un salto. Sandra salió detrás.

genlife
Bienvenidos al Proyecto GenLife. Donde las enfermedades hereditarias son solo un recuerdo en los libros de medicina.

—No. Habían borrado toda la información. No había datos de la G.S.A. Ni tampoco de GenLife, excepto sus actividades publicadas. Creo que leyeron mis intenciones. Pero les dejé un regalo.
—¿Qué regalo?
—Hice creer a la computadora central de la bolsa mundial que las acciones del banco no valían nada. Las órdenes de venta llegaron de inmediato. El banco está prácticamente arruinado en este momento. Me preocupé de que los pequeños inversores no perdieran nada. Pero esos cerdos que sufragan GenLife y otras empresas de investigación en biotecnología han recibido un buen susto.
—Eso solo nos creará problemas, Alice. Van a ir por ti, ahora sin miramientos. —Alice sonrió, y contestó:
—Así no tendré que ir yo a por ellos.
—¡Tómate esto en serio, Alice! —Alice frunció el ceño.
—¿Y qué crees que hago todo el tiempo? Tenía la oportunidad de probar las actividades de GenLife, y de saber quién estuvo detrás de los cambios en mi ADN. Y ahora… se ha ido todo al infierno.
—No podrás seguir adelante de momento. Tendrás que dejar la investigación un tiempo. Estarán esperando tu siguiente movimiento. Eso si alguna vez consigues algo real en todo esto, aparte de perder tu cabeza.
—¿Y para qué te tengo a ti, pedazo de hierro oxidado?
—Me tienes para que te convenza de que seguir esta lucha contra quienes modificaron tu ADN es inútil. Son demasiado poderosos. Incluso para ti.
—Ya veremos, Sandra. Ya veremos… Y, por cierto, hoy te toca a ti hacer la cena.
—Claro. Yo no ceno. Pero me toca hacer la cena. ¿Te parece justo?
—Viniendo de una cafetera como tú, me parece genial.
—¿Crees que soy tu esclava personal? —Alice cruzó los brazos sonriente, y respondió:
—Eso por lo menos. Y reza para que no te convierta en una lavadora. Porque a veces me entran ganas, Sandra. La señorita cuántica, la perfección hecha androide. Y demasiado real. Siempre lo digo: demasiado real. Demasiado humana…
—Ya hemos hablado de eso muchas veces, Alice. Yo siempre te digo lo mismo. Y tú siempre me respondes lo mismo.
—Pero es divertido… Me voy a dar una ducha. Luego tomaré el segundo aerodeslizador, y me iré a Ottawa, a tomar algo.
—Querrás decir, a ver al playboy ese con el que sales últimamente.
—Déjame divertirme un rato.
—¿Un rato? No haces otra cosa. ¿Y si te reconocen?
—Tú sabes que no va a ser así.
—Claro, porque yo tengo que estar manipulando las cámaras. Mientras tú te dedicas a jugar por ahí.
—Eres odiosa. ¿Lo sabías?
—Lo soy. Por tu bien. Desde que tu padre murió alguien tiene que intentar conseguir que sientes la cabeza de una vez.

Alice no dijo nada. Se dirigió a la ducha mientras se iba quitando la ropa, que dejaba caer al suelo. Sandra fue detrás, recogiendo la ropa, y guardándola para lavarla. Sandra susurró…

—No sé cómo la aguanto. —La puerta del baño se abrió ligeramente mientras el agua ya caía. Era increíble que la hubiese oído. Pero esa era solo una de las capacidades de Alice. Apareció su cabeza sonriente, que respondió:

—Me aguantas porque soy la mejor. Quiero esa ropa lavada y planchada para mañana. Ah, y tomaré tostadas con mermelada. El café que sea colombiano esta vez. Gracias.

La puerta se cerró. Sandra asintió ligeramente con cara de circunstancias. Ya se vengaría un día. Le haría lavar una tonelada de ropa. Y disfrutaría como nunca…


 

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Nota: todos los nombres y empresas que aparecen en estos relatos son ficticios y no tienen nada que ver con personas o entidades reales. 


Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

Un comentario en “Alice Bossard: historias de una cibercriminal (Prólogo)”

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