Ad Astra y la triple soledad del ser humano

Nota: hay algunos spoilers.

Por fin he podido ver la película «Ad Astra«, con Brad Pitt como papel principal en una extraña misión para buscar a su padre. Como ocurre con este tipo de películas, con un alto contenido de búsqueda interior de respuestas a preguntas que ni siquiera podemos llegar a plantearnos abiertamente, las críticas se han dividido en dos: o es muy buena, o es muy mala.

Vamos a ver. Si lo que se quiere es una nueva película de la Marvel o de Star Wars es evidente que va a defraudar. «Ad Astra» es pura ciencia ficción, y busca plantear cuestiones filosóficas profundas y de diverso calado. Que lo consiga o no, eso dependerá de cada uno y de los gustos personales. Pero es evidente que la película quiere transmitir un mensaje, y ese mensaje tiene un medio: ciencia ficción profunda y meditada.

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Yo ya adelanto que a mí la película me ha gustado mucho. Sí, hay cosas que chirrían un poco. El combate entre vehículos no tiene mucho sentido. ¿Una misión tan importante y van tan mal protegidos? ¿Un mono que explota? Vamos a ver: ya se ha dicho cien mil veces: en gravedad cero los cuerpos no explotan en una masa de sangre. Se congelan, pero no explotan. Hasta la princesa Leia lo sabe.

Y los cohetes no están constantemente encendidos, como se ve en muchas escenas. Solo cuando hay que variar la velocidad. Porque Newton nos dice que, en ausencia de rozamiento, la velocidad de un cuerpo es siempre la misma. Y el truco de usar el radar giratorio para justamente llegar a la nave principal, vamos, eso no se lo cree nadie. ¿Lanzarse para proyectarse justo en la dirección de la nave? ¿Y a ojo? Vamos, es Brad Pitt de acuerdo, pero no es Superman.

El mensaje de «Ad Astra».

Pero eso son detalles sin importancia frente al mensaje fundamental de la película. Y el mensaje tiene una palabra: soledad. Y dos variantes: la soledad del individuo, y la soledad de la humanidad como especie.

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La primera soledad del individuo.

El primer gran punto de la película es el tratamiento de la soledad del individuo. el comandante Roy McBride (Brad Pitt) es un hombre solo. «Solo» en el sentido espiritual del término. En inglés existen dos términos: «Alone» es soledad física. «Lonely» es soledad espiritual, la soledad que se siente aunque estés rodeado de gente. «Lonely» es pues la palabra que define a Roy. Tras la sombra de su padre, un astronauta casi perfecto, con evaluaciones psicológicas perfectas, es el ideal para una misión de alto riesgo.

Precisamente las constantes evaluaciones psicológicas son un gran elemento de la película. Ese control constante, exhaustivo, casi enfermizo, de la mente, es algo que ya estamos viendo. En puestos de gran responsabilidad se examina la mente constantemente. Yo siempre he rehuido de esas pruebas psicológicas, pero yo no he tenido jamás un puesto de responsabilidad. Quienes lo tienen deben someterse en muchas ocasiones a unos controles que acaban siendo incluso degradantes y denigrantes, por cuanto penetran en la mente con furia, como una violación de nuestro yo, de nuestra integridad personal. Yo odio ese control de mi mente. Quizás porque tengo miedo de qué puedan descubrir en mi interior. O, peor aún, qué pueda yo mismo encontrar.

En medio de ese control, la soledad de sospechar que algo ocurre, que algo se oculta, que algo se trama. No disponer de toda la verdad, pero saber que existe una verdad mayor que la que conocemos, puede llevarnos al descontrol, incluso a la locura. O saber que no podemos explicar la verdad. De hecho eso le pasó a HAL, la computadora de «2001: una odisea del espacio». Soledad e ignorancia se combinan para romper la mente más equilibrada posible. Y eso lleva a que Roy pierda el examen psicológico. Ellos saben que les ha descubierto. Misión fallida. Has de volver a la Tierra. Solo que no vas a obedecer. Y aparece una aliada para conseguir seguir con la misión.

La segunda soledad del individuo.

La segunda soledad del individuo, la más brutal, es la del padre de Roy, H. Clifford McBride, que interpreta el famoso Tommy Lee Jones, actor en tantas películas de éxito. Este personaje personifica la soledad perfecta: la de un hombre solo y desesperado, buscando una señal en el borde exterior del sistema solar durante treinta años. ¿Quién no se volvería loco? Pero, ¿por qué se vuelve loco? Y otra pregunta: ¿está realmente loco?

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Yo creo que el padre de Roy no está loco; está desesperado. Y, en ese acto de desesperación, comete una locura. Pero, ¿por qué su desesperación? Por una razón muy concreta.

Hemos visto ya dos personajes solos en la película: Roy, y su padre. Falta un tercero. ¿Cuál es?

La tercera soledad: la humanidad.

La tercera soledad que se narra en la película, la más sutil, es la que sufre la humanidad, por supuesto. La humanidad vive atemorizada. Vive aterrada. Vive en tensión constante. La razón: su soledad. Está sola en el universo. Está sola en esa infinita inmensidad. Está sola en esa pequeña coraza de fango y agua llamada Tierra. Está perdida en la infinitud de la noche. Y lo sabe. Lo siente. Lo vive cada día.

Como un niño pequeño que está solo en casa de noche, y que teme cada ruido, cada sombra, cada suspiro, la humanidad se encuentra aterrada ante la sola idea de su soledad. La misión Lima quiere romper esa soledad. Y encuentra cientos, miles de mundos increíbles, maravillosos, preciosos… y muertos. No hay respuestas ahí fuera. No llegan papá y mamá para dar un abrazo al niño. No hay canción de cuna para dormir los temores. No hay faros que se acercan y que indican el fin de una soledad prolongada y fría. Y sé de lo que hablo, porque yo viví esa experiencia de pequeño muchas veces.

La soledad más absoluta está en la Tierra.

El padre de Roy comprende que la humanidad está sola. Y suma su soledad con el conjunto de la soledad humana al completo. Carga sobre sus hombros la soledad de cada hombre y mujer de la Tierra. Y el peso le agota. Le rompe en pedazos. Le lleva a la desesperación. ¡Tiene que encontrar una señal! ¡Una respuesta! ¡Una mano que se tienda desde el vacío del universo, para dar calor y acoger a la humanidad!

Pero nadie contesta. Nadie responde. Nadie hay más allá. Y la humanidad contempla ese gigantesco infinito desde esa pequeña y frágil ventana llamada Tierra.

¿Y si desaparece la humanidad? ¿Y si se extingue? Entonces caerá la única voz del universo. La única capaz de buscar más allá de las estrellas. La única capaz de entender que la soledad mata, destroza, inmoviliza. La única que necesita, desesperadamente, encontrar respuestas.

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Resumen.

Ese es, en definitiva, y en mi modesta opinión, el mensaje de Ad Astra: estamos solos. Necesitamos encontrar respuestas. Pero, sobre todo, necesitamos encontrar otras voces, que puedan hablarnos de sus miedos, de sus emociones, y nosotros de las nuestras. Pero no aparecen. Estamos solos. Y tenemos miedo. Y el miedo es el camino a la destrucción completa y brutal de todo cuanto existe. Deberemos superar nuestros miedos, y nuestra soledad, y caminar juntos a las estrellas. Porque, si estamos solos, es nuestra responsabilidad que, la única voz del universo, hable, y se extienda.

Es posible que algún día podamos verificar, con una alta probabilidad, si estamos solos o no. O quizás no ocurra nunca. Pero una cosa sí sabemos: mientras buscamos voces ahí fuera, debemos atender las voces de nuestro yo interior, escuchar esa voz, y evitar la soledad todo lo que se pueda. Porque la soledad es el peor monstruo de la humanidad. Un ser humano solo es un camino seguro al precipicio.

Si no encontramos voces ahí fuera, encontremos voces aquí dentro. Y vivamos juntos, en armonía. Quizás un día seamos un camino a las estrellas. Y los hombres y mujeres de mundos distantes, que dejaron la Tierra, puedan encontrarse de nuevo con los hombres de la vieja Tierra. Ya no estaremos solos; nos habremos encontrado con nosotros mismos. Y habremos aprendido a amar las estrellas.


 

 

 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

4 opiniones en “Ad Astra y la triple soledad del ser humano”

    1. Pues muchas gracias por tus palabras Lester, me siento muy honrado. Sin duda esta película me ha llenado, y espero revisitarla pronto. Tiene un mensaje duro pero claro, y creo que, con el tiempo, se entenderá mejor, como suele ocurrir con las grandes obras, que requieren de un tiempo de maduración. Un cordial saludo.

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      1. Sí. Coincido contigo. Las obras de semejante calado lejos de mostrarte algo ya interiorizado hasta cierta saturación en algunos casos, te inspiran pensamientos, sentimientos y reflexiones de una frescura que rara vez se experimentan en la vida adulta. Un saludo.

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