El imperfecto mundo perfecto tras el cristal

Hace tiempo que lo vengo notando. Que lo vengo sintiendo. Que siento esa vibración que me avisa de que algo se ha roto. Por fin. Esa cadena de acero que me ataba a la realidad. Se ha roto. Y, en mi locura, te he vuelto a encontrar. Ese era el secreto: volverme loco era el camino seguro y directo para volverte a amar.

Todo empezó cuando llegué y crecí en este mundo. Este mundo que ha cambiado. Y me ha cambiado. Se ha hecho mayor. Ha perdido originalidad. Y frescura. Un programa llamado autotuning afina la voz de los cantantes si desafinan. Un efecto de Photoshop borra todos los fallos de esa imagen o vídeo, creando hombres y mujeres perfectos.

Las empresas sonríen con puestos de trabajo asombrosos donde todos trabajan sanos y felices. Los coches ya  no contaminan, sino que son contenedores de cinco sonrisas perfectas que viajan en su interior, y que contribuyen al bienestar del mundo. Los amigos ya no necesitan discutir entre ellos, basta con bloquearlos, mientras enseñan esas fotos perfectas de sus familias perfectas. Y los viajes son paradisiacos, a sitios increíbles, donde ocurren cosas increíbles que vemos con nuestros hijos increíbles y nuestra pareja increíble. Todo metido en una pantalla rectangular de cristal. Todo el mundo se ha concentrado en una pantalla de cristal…

Todo es perfecto. Todo es armonía y todo es felicidad. Yo, por mi parte, sigo soñando con ella, sigo borracho de sueños y quimeras, sueño que bailo entre las estrellas abrazado a ella, y canto con mi guitarra una canción que nunca termina de sonar bien, pero que es música viva, porque suena del interior del alma, y no de un microprocesador con inteligencia artificial, que me dice lo que está bien y lo que está mal, y me corrige los errores que yo no quiero que me corrija. Porque no son errores, son rasgaduras del alma que surgen como un manantial de sangre, mezcladas con lágrimas y lamentos de un pasado que terminó ardiendo, y yo ardiendo con aquel pasado. Un pasado que nunca podré olvidar.

Por eso voy a seguir haciendo las cosas a mi manera. Voy a reivindicar el derecho a no ser perfecto. A cometer errores, y a desafinar. No sonará perfecto. Pero será auténtico. Y, si encuentro la canción perfecta, de un cantante perfecto, seré consciente de una cosa: la perfección es aquello que amamos y guardamos en nuestro corazón. Porque nosotros lo hacemos perfecto. Porque lo queremos perfecto. No porque ya sea perfecto. Según los cánones de alguien que se considera perfecto.

Voy reivindicar que los sueños a veces sean sueños, y a veces pesadillas. Porque son los sueños los que nos hacen avanzar. Pero son las pesadillas las que nos despiertan a la realidad, y nos obligan a tomar determinaciones. Y son nuestros demonios interiores los que nos enseñan a superar todo mal.

En un mundo perfecto no hay decisiones que tomar. En un mundo perfecto todo da igual. Sabes que el Sol saldrá siempre, y que siempre habrá sonrisas tras la pantalla de cristal. Yo no quiero esas sonrisas de cristal; yo quiero auténtica realidad. Aunque suene a sudor y dolor, aunque huela a tragedia y fuego. Un mundo perfecto es un mundo que jamás cambiará. Ni nada progresará. Ni jamás lloverá. ¿Quién puede querer renunciar a una tarde de lluvia, llorando por el amor perdido, que nunca volverá?

Por eso voy a hacer las cosas a mi manera. A renunciar a la realidad. A volverme loco, a perder la razón completamente, y gritar al mundo que quiero una nueva realidad. Una realidad rota, sucia, y llena de heridas. Pero una realidad real. Una realidad donde tú seas, de nuevo, real.

Esa es la realidad que quiero. Y esa es la realidad que me hará soñar. Y volar…

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