Literatura: mamá, soy un romántico

Hacía tiempo que no visitaba la página de Lektu, dedicada a promocionar obras literarias, podcasts, y otros materiales. Había subido el último texto, «La última carta de Julia» y había vuelto a mis tareas cotidianas. Por cierto, agradecer a los lectores que, en el momento de escribir esto, ese relato se encuentre en la undécima posición.

Fue entonces cuando me dije «¿qué estará moviéndose por Lektu? Dejé en la mesa el mando de la Playstation, y me puse a ver un poco los datos.

Y la verdad es que me he llevado una agradable sorpresa. No sé si ya estaba implementado, o me he dado cuenta yo ahora, pero los libros contienen desde hace un tiempo un registro de su posicionamiento, cuando este alcanza ciertos valores. Y he podido comprobar que en la categoría de «ficción» tengo cuatro de los libros en las veinte primeras posiciones este mes. También que «Te esperaré al anochecer» se encuentra en sexta posición en el Top global en categoría de ficción, y en tercera posición en el Top en categoría «Romántica».

Otros trabajos también tienen posiciones ventajosas, como «Somos los hijos de la Tierra» y otros. Y me he dicho: ¿romance? ¿Yo? ¿De verdad? ¿Es que el mundo se ha vuelto loco? No. La explicación, creo, es otra. Y aquí trato de encontrarla.

Analizando el misterio del escritor romántico.

Lo llamativo es que, quien vea mi trabajo allí, dirá «ah, mira, este pollo tiene afinidad por la novela romántica«.

¿Qué? ¿Cómo? ¡Ni hablar! Yo soy tan romántico como una cafetera italiana, o como un robot industrial. De hecho el apodo que tenía en el servicio militar, y que luego usé muchos años, «Darkness» (Oscuridad) y el actual, «Fenrir», no son precisamente apodos de gatito ronroneante y cariñoso. Entonces, ¿a qué se debe esta situación?

Ya comenté hace un tiempo que no somos lo que queremos, sino lo que nos dicen que queremos ser. Resulta que yo me he considerado toda la vida como escritor de ciencia ficción, pero lo que realmente ha movido a los lectores a leerme son mis relatos románticos. Relatos que escribí casi por casualidad, empujado por un interés en experimentar con un género que desconozco, y que sin duda no domino.

Pero el lector es sabio, y cuando digo que es sabio, digo que el lector busca y sabe lo que quiere leer. Yo puedo intentar engañar a mi hermana, a mi hermano, a la vecina de arriba, y, por supuesto, a mí mismo. Pero al lector no se le puede engañar. O, para ser más exactos, se le puede engañar una vez, o quizás hasta dos. Luego el lector aprende que ese autor le engaña, y ya no aparece más.

La paradoja del escritor romántico.

Y esto me lleva a una paradoja, que no es la primera vez que me planteo, pero que ahora se torna en una idea fija en mi mente: ¿me equivoqué cuando comencé a escribir ciencia ficción? ¿Tendría que haberme dedicado a la novela romántica? ¿Podría haber tenido una oportunidad en ese género? ¿Debería rebobinar mi vida, y volver a grabarla con el romanticismo como bandera?

Obviamente no puedo volver atrás. Pero sí puedo escribir más material romántico. Yo, que he sido acusado de ser básicamente un androide frío y mecánico, me veo escribiendo apasionadas historias de amor, llenas de aventuras, y el encuentro del amor final…

Muchas veces pecamos de perseguir a los lectores en las redes sociales y en todas partes. Debemos crear nuestra obra y presentarla con seriedad y respeto. Los lectores vendrán si quieren. Si no es así, perseguirlos y presionarlos no servirá de nada.

Algo falla, amigo.

No. Evidentemente algo falla. Y lo que falla es mi naturaleza. Yo soy el que soy. Y soy escritor de ciencia ficción. Que los libros no funcionen, que no atraigan lectores, es culpa mía, y solo mía. Algunos suelen acusar a los lectores de «no comprender su obra» o «no comprender su mensaje». Yo a esos escritores les diría: «Lo siento amigo, o amiga. Si tus lectores no te leen, la responsabilidad final es tuya. Y solo tuya».

Solemos envolvernos, muchas veces, en un halo de orgullo y vanidad, y clamar a los cuatro vientos que «el mundo está equivocado» y que nosotros somos «uno de los grandes artistas incomprendidos de estos tiempos».

Evidentemente, queda imponente y llamativo decir algo así. Se puede subir a una montaña, cuando sale el Sol, vestidos para la ocasión con nuestras mejores galas, y gritar al viento del amanecer la injusticia que el mundo ha tenido con nosotros. Pero la verdad es esta: el lector es el que decide qué se lee, y qué queda oculto en el fondo del olvido y la noche.

La vanidad y el ego no van a ningún lado.

Dicen que los escritores somos vanidosos y con gran ego, y es cierto que hay mucha vanidad en este oficio. Pero la vanidad no nos va a llevar a ningún lado. Reconocer nuestros aciertos, y sobre todo, nuestros errores, va a ser la receta segura para poder encontrar nuestro camino como inventores de historias y sueños.

Solo siendo honestos y sinceros con nosotros mismos, podremos encontrar qué es lo que el lector quiere, y de este modo poderle ofrecer ese material que busca. Naturalmente podemos escribir solo para nosotros, pero, ¿qué sentido tiene una obra que no tiene destinatario?

Siempre he creído que la obra literaria busca, sobre todo, al lector. Si no le alcanza, si no le llena, si no le da lo que quiere, esa obra es estéril, vacía, sin contenido. Podemos pensar que es muy buena. Quizás lo sea a nivel estilístico y de formato. Pero es el fondo lo que realmente cuenta, y si ese fondo no alcanza al lector, toda forma pierde su esencia y su sentido.

Así que ya ven. En Lektu tengo algún tipo de reconocimiento. No mucho, pero sí es cierto que estoy ahí, con trabajos diversos. Y son de contenido romántico. Quién me lo iba a decir. El androide frío y sin alma sabe escribir historias románticas. Qué paradojas tiene la vida.

Ahora solo falta, el día que me muera, que me abran el pecho, y encuentren un corazón en mi interior. Eso ya sería una absoluta revolución. Veremos si algún día se hace realidad. Yo sería, pueden estar seguros, el primer sorprendido.

Muchas gracias a todos los lectores de Lektu, y a todos los lectores en general. Sin lectores no hay historia. Esa es la única, la última, verdad.

Anuncio publicitario

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

A %d blogueros les gusta esto: