Mientras preparo el siguiente libro de Alice Bossard: Historias de una Cibercriminal, me he encontrado con una imagen que tenía perdida por el disco duro, y que, precisamente, es del testamento de Alice. Forma parte del libro «Las entrañas de Nidavellir», cuando Sandra se encuentra frente a la tumba de la que fue su mejor amiga.
Es un momento difícil para Sandra, llorando a la que fue su mejor amiga. Su compañera de aventuras, su confidente. La que creyó en ella hasta el final.

La verdad es que, reflexionando sobre la frase, me acordé de aquellos tiempos donde todo eran ilusiones, sueños, y esperanza. Luego, con la edad, el tiempo, como parte de un martillo y un yunque que modelan nuestra alma, va dándonos forma de duro y frío acero, haciéndonos dar cuenta de que es más lo que queda atrás, que lo que queda por delante.
Y es en esos momentos cuando debemos decidir que hemos de darlo todo, hasta el último minuto. Hasta el último segundo de nuestro aliento. Habiendo estado frente a la muerte tres veces, la última hace solo cuatro años, la verdad es que no dejo nada en este mundo de interés. Nada he hecho que haya merecido la pena. Nada, excepto, quizás, mis libros. Solo en ellos me veo reflejado. Y solo en ellos entiendo que vivir ha merecido la pena.
El último relato de Alice, «La cazadora y la presa», ha estado en quinta posición absoluta en Lektu durante una semana, y está en novena posición en Ciencia Ficción, algo difícil, ya que es el género donde se presentan las mayores batallas. Son esas pequeñas victorias las que han de hacernos resistir, y continuar, hasta el final. Memento mori.
Siempre me he debido, y siempre me deberé, a los lectores. Son ellos los jueces que pueden dar vida o muerte a mis libros. Pero yo, de un modo u otro, sobreviviré, mientras alguno de esos libros permanezca en la retina, y en la memoria, de uno solo de los lectores.
Por ello, a todos los que me han leído, gracias. Sois pocos. Pero sois todo lo que he sido. Porque crear es un acto de entrega total. Y, para poder entregarse, alguien debe esperar algo de quien ofrece su trabajo, y su vida.
No se cuánto seguiré por aquí. La verdad es que no tengo ni idea. Tampoco esperaba llegar tan lejos. Pero una cosa sí sé: escribir mis libros, y este blog, ha merecido la pena. Por ello, muchas gracias. Y mucha vida.
Que nadie nos quite la vida. Ni los sueños de vivirla. Cada día. Y hasta el fin. Hasta el último día de nuestras vidas.
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