Vamos con la enésima anécdota literaria que he vivido. Esta vez, ocurrida hace unos días, en cierta red literaria cuyo nombre no describiré, excepto que empieza por T y termina por R. Y ya saben que no soy muy amigo de las editoriales, por razones ya explicadas en otras entradas. Este es otro ejemplo de que mi verdadera razón para escribir no es ser juzgado por las editoriales, sino por quienes han de hacerlo: los lectores.
Pero pongámonos en posición: se trata de una importante firma editorial. Al menos, en cuanto a seguidores se refiere. De esas que van lanzando afirmaciones absolutas sobre qué es, y qué no es, literatura.
¿Por qué intentan, algunas mentes iluminadas, darnos lecciones de cualquier cosa? Y, en el caso de la literatura, ¿cómo se puede atrever alguien a decir cómo funciona el proceso creativo? ¿Es que alguien en este planeta sabe cómo funciona el proceso que nos lleva de la idea a la obra?

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