Sandra y Robert habían sido amantes hace años. Luego, por circunstancias, Sandra abandonó a Robert. Ambos han mantenido una distancia desde entonces. Pero ahora se han reencontrado, y viejas heridas reaparecen. Heridas, y sueños de un amor roto e imposible…
Las entrañas de Nidavellir II es la segunda parte de esta novela, que conforma el duodécimo libro de la saga Aesir-Vanir. Nidavellir narra la historia de Sandra en 2153, cuando un oscuro personaje la invita a unirse a él para investigar un extraño objeto que ha encontrado la Titán Deep Space Company en la luna Titán de Saturno.
—Hacía años que no nos veíamos ni hablábamos —afirmó Robert— ¿Qué más te da? No te importo. Ni tú me importas. Fin de la historia. Ahora dale media vuelta a tu trasero mecánico, y vete.
—Tú sabes que eso no es cierto. Sí me importas.
—Mira, Sandra, no tengo tiempo para hablar con cafeteras. Ya te he dicho que estoy ocupado.
—Cobarde. Esos no son tus sentimientos. —Robert dejó de escribir. Se levantó de la pequeña silla en la que estaba junto a una mesa de madera, se acercó a ella, y la miró fijamente.
—¿No son mis sentimientos? Jugaste conmigo. Sabías que aquello, según tu particular criterio, no funcionaría. Sabías que no ibas a estar conmigo para siempre. Eras un “modelo QCS-60 avanzado” nada más, y eso significaba la imposibilidad de estar juntos. Pero no te detuviste. No dejaste de salir conmigo hasta el final. A pesar del daño que sabías ibas a hacerme.
—¡No jugué contigo! ¡No pude detenerme!
—¿Por qué? ¿Quieres decirme por qué? —Robert agarró a Sandra de los hombros, y la movió con furia. Gritó:
—¡Vamos, Sandra, ya basta de engaños y de historias! ¿Quieres decirme por qué te marchaste? ¿Quieres decirlo de una maldita vez?
—¡Porque estaba enamorada de ti, estúpido! —Gritó ella. Robert sonrió, y soltó a Sandra, que se mantuvo con los ojos mirando al suelo y la mirada perdida. Luego, tras unos instantes, Robert asintió, cruzando los brazos.
—¡Exacto, Sandra! ¡Exacto! ¡Por fin! ¡Por fin, después de tantos años! ¡Esa es la clave de todo! ¡Ahora, por fin, me vienes con la verdad! Después de haber destrozado mi juventud y mi vida, te oigo decir lo que siempre supe… Y ya que estamos de confesiones, vamos a seguir escarbando en la herida. Estábamos realmente bien. Era todo genial. Teníamos planes. Teníamos sueños… Y rompiste con todo. Con nuestros sueños, con una vida juntos… —Sandra alzó las manos en señal de derrota.
—Todo eso era una fantasía, Robert. Solo una fantasía… Me estaba engañando a mí misma. Yo no siento amor. No puedo sentir amor. Es solo un programa informático el que expresa algo remotamente parecido al amor real. —Robert alzó las cejas en señal de sorpresa.
—Claro, Sandra, Claro. Al fin y al cabo, eres una simple máquina. Así que no puedes sentir amor de forma real. ¿Y Vasyl?
—¿Vasyl? Eso… es distinto… —Robert asintió, y añadió:
—Claro, es distinto. Menudo caos tienes dentro de tus circuitos, Sandra. Sientes cariño por Vasyl, verdadero cariño, como si hubiese sido un padre para ti. Y eso es genial. Es evidente que ves en él a un padre. Pero niegas sentir un sentimiento de amor real hacia mí. Te contradices. Y eso también demuestra tu humanidad. —Sandra le miró seria, y replicó:
—Y tú eres un maldito estúpido engreído y ciego. Yo quería lo mejor para ti. Y lo mejor para ti era una vida con una mujer real, de carne y hueso. Sin embargo, te has dedicado a ir cazando trofeos, a hacer de conquistador, incluso aquí, en medio de este caos. No has querido tener una relación seria desde que dejamos de vernos, pero no porque no lo desees, sino por despecho, porque sigues dolido por lo que pasó.
—¿Vas ahora a darme lecciones de moral, Sandra? ¿Tú? ¿La que pactó con Richard Tsakalidis dirigir una guerra fratricida contra millones de especies?
—¿Eso piensas? Dime una cosa, Robert: ¿por qué no me remataste en Titán? Si tanto me odias, si tanto daño te estaba haciendo a ti y a la galaxia, ¿por qué no aprovechaste para destruir por completo a la cafetera?
—Porque yo tengo más piedad que tú. Simplemente por eso.
—No es verdad. Ahora eres tú el confundido. La verdad es que no pudiste hacerlo. Y no pudiste porque sigues pensando en mí. —Robert rió sarcásticamente, y contestó:
—Eso es mentira. Hace muchos años que no pienso en ti. ¡Qué jactanciosa! ¿Te has creído tu papel de Atenea? —Sandra se volvió, y se dirigió a la salida. Luego se volvió una vez más hacia Robert, y dijo:
—Es una pena que tengamos que despedirnos así. Con este dolor. Con palabras tan duras. —Robert se sentó. Durante unos instantes no dijo nada. Luego contestó:
—Lo que es una pena es que tu pretendida naturaleza artificial se interpusiera entre nosotros, Sandra. Tú eres una mujer. Yo lo sé. Tú lo sabes. Y no me vengas con eso de “Soy un androide de infiltración y combate bla-bla-bla” que siempre terminas cantando.
—Pero eso es lo que soy, Robert. Un modelo QCS-60 avanzado. Nada más.
—Falso. Nunca has sido eso. Descubre tu verdadera naturaleza, Sandra. Hazlo. O nunca encontrarás la paz.
Linda, linda, linda, Sandra. Con esa cara y esa mirada sí puede hacer con los hombres lo que los libros dice que hace.
Bueno, es mi percepción. Como Sandra puede cambiar de rostro, la belleza de ella depende de quién la mire. Para mí, la imagen que acompaña la imagen es de una mujer hermosísima.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Efectivamente, Sandra comienza siendo un androide de infiltración y combate, programada para usar el sexo como un arma más en sus operativos. Por eso la diseñan con un aspecto joven y muy atractiva. Con las décadas ella misma va cambiando, y perdiendo ese tono agresivo. Sigue siendo bella, pero es una belleza más natural, más dulce. La imagen de la joven de la foto es una modelo que contraté para este tema, e intenta reflejar ese cambio que sufre el personaje.
Me gustaMe gusta