Solo cenizas lanzadas por el viento al cosmos

Es miércoles musical, que llevaba tiempo sin atender esta meta.

Si algo aprendí de la generación del 98, y de libros como «El árbol de la ciencia» de Pío Baroja, o «San Manuel bueno, mártir» de Miguel de Unamuno, es que la religión puede explicarme lo que quiera, y prometerme lo que quiera. Sin embargo, fue el existencialismo, más que cualquier materia científica, el que me ayudó a comprender que somos un momento en la historia del universo. Y me enseñó a aceptarlo, con todas sus consecuencias. Ese es el primer paso, que no el último, para alcanzar la sabiduría.

Porque entender nuestro sitio en el universo, y nuestra naturaleza real, es la base para luego poder comprender todo lo demás. Si empezamos por no aceptar nuestro sitio en el universo, difícilmente podremos aceptar el sitio que ocupan los demás elementos de la vida, de la naturaleza, de la galaxia, y de todo cuanto nos rodea.

A veces bromeo con mi hermana, diciéndole que, el día que me jubile, buscaré la motosierra más potente, y partiré el maldito ordenador en mil trozos, para lanzarlos a un contenedor, viendo cómo se lo lleva el camión de la basura. Llevo demasiados años delante de una pantalla.

Pero eso es solo una fantasía.

keep
Escritores, maremotos constantes de tensión, pasión, depresión y tormento, sueños y pesadillas de las que nacen nuestras leyendas, nuestros textos

Yo me debo a mis letras, a mis escritos, a mi memoria. Y para ello el ordenador es básico, como antes lo era la máquina de escribir o la pluma, porque me permite expresarme con palabras, y comunicarme con los demás a través de esta tecnología tan sofisticada, porque es sofisticada, llamada Internet. Que nos parece natural y cercana, pero que funciona porque detrás hay mil veces mil tecnologías e ingenierías que la hacen posible.

No funciona por inspiración divina; sino porque otros que nos precedieron, que ahora están en su mayoría en la tumba, nos dieron esos conocimientos. A ellos les debemos lo bueno y lo malo de Internet, y de todo cuanto acontece. No a dioses oscuros y arcanos, caprichosos y exigentes.

Nuestra necesidad de prevalecer, de existir eternamente, está grabada en nuestros genes. Se llama instinto de supervivencia, y yo viviré mientras pueda. Luego me iré, como tantos otros, dejando un legado en forma de letras, y pensamientos.

Este blog y sus contenidos se perderán para siempre, porque no habrá quien los mantenga, y si no se paga el servicio, el blog se cierra. Desde luego, tras mi muerte no pienso pagar más facturas, y este blog amanecerá un día con el famoso:

«Error 404″, la página que busca no existe, pruebe con otra».

error-404-1

Pero los libros de la saga sí seguirán existiendo. En Internet, pero también, sobre todo, en aquellos que guarden los libros en sus estanterías, digitales o físicas. Será un legado bonito, en el sentido de que dejo algo que intenta ser un mensaje. Mejor o peor, pero escrito con cariño y entusiasmo, eso no me lo podrá negar nadie. Y qué mejor que la palabra escrita para llevar el pensamiento a las nuevas generaciones, como venimos haciendo desde hace siglos.

Creo que la canción «Dust in the wind» del grupo Kansas refleja bien mis pensamientos sobre este tema. Pensamientos que no son agradables. Ni son divertidos. Pero son una forma de enfrentarse a la realidad de la existencia. Y la existencia es efímera.

Vivamos ahora. Y soñemos luego para toda la eternidad. Dejemos un legado, por pequeño que sea, que merezca ser recordado. Por mil personas. Por cien. Por una. Con una sola, la vida habrá merecido la pena.

Memento mori. Muchas gracias.

 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

A %d blogueros les gusta esto: