«El mundo era antes de nacer, es mientras vivimos, y será cuando dejemos este mundo».
¿Cuál es la impresión que muchas personas tienen, durante sus vidas, de su entorno? Creen que el mundo, la Tierra, siempre ha sido igual. Inamovible. Estático…
Ah, sí, hubo un tiempo de pirámides, luego un imperio romano, una edad oscura, y luego inventos y descubrimientos que dieron lugar al automóvil, a los aviones, y a Internet. Pero la gente siempre ha sido gente, y la naturaleza siempre ha estado ahí. Incluso con los dinosaurios el mundo era básicamente el mismo.
Estas son concepciones clásicas, basadas en la idea de que todo es más o menos fijo, de que las vidas pasan, pero que la Tierra permanece. Un escenario que fue siempre así, y siempre será así. Las religiones y sus libros sagrados acentúan esa idea: desde el primer día, el mundo es el mundo tal y como lo conocemos. Plantas, animales, montañas, y vida en general.
Por supuesto, todo ello es un tremendo error de proporciones bíblicas, nunca mejor dicho. ¿Por qué?
Porque la mayor parte de la historia de la Tierra fue la de un yermo infinito sin vida y sin color. Una especie de Marte, donde la vida, muy abundante en el mar, era muy simple, y se concentraba en el agua. Ni bosques. Ni pájaros y su cantos. Solo silencio…

Cuando nacemos, aprendemos que la Tierra está poblada de bosques y selvas. Cada vez son menos por supuesto, estamos deforestando el planeta. Pero partimos de esa base.
Cuando crecemos, asumimos que la historia de la Tierra es una historia donde los bosques y las selvas siempre estuvieron ahí. Al fin y al cabo, el cine nos ha traído imágenes de grandes bosques, con dinosaurios rugiendo y dándose caza. Y de eso hace mucho, mucho tiempo. Luego, los bosques y selvas son sin duda muy antiguos. La hierba es muy posterior, solo unos pocos millones de años atrás. Así que, si quiere viajar al pasado, recuerde llevar hierba (la de jardín, no vayamos a interpretar cosas que no son), porque, si no, su casita frente a los tiranosaurios y los volcanes no tendrá esa imagen bucólica que siempre nos imaginamos.
Pero las cosas, como ocurre tantas veces, no funcionan así. Las imágenes que se cultivan en la mente del colectivo humano son eso, arquetipos de ideas preconcebidas, que se han establecido en el imaginario colectivo de la civilización, y que se transmiten de una generación a otra. Imágenes estereotipadas por antiguas teorías, por las religiones, y por el imaginario colectivo, que crea mitos y los hace crecer. Mitos de mundos que nunca fueron, excepto en los sueños de seres humanos que imaginaron para rellenar los huecos que el cerebro necesita completar.

Vamos a empezar con un razonamiento sencillo.
- La Tierra se formó hace aproximadamente cinco mil millones de años.
- La vida compleja, especialmente en superficie, se produjo durante la mal llamada «explosión del Cámbrico», en la que aparecieron enormes cantidades de nuevas especies en poco tiempo. Digo «mal llamada» porque, en realidad, ese proceso no fue tan repentino y rápido como se creía. Pero, sin duda, geológicamente y evolutivamente fue muy rápido.
- El Cámbrico comenzó hace unos 540 millones de años.
- Si restamos 5000 – 540, tenemos 4460 millones de años.
¿Qué nos dice esta cifra? Que durante 4460 millones de años, la vida en la superficie de la Tierra era nula, o mínima. Ni bosques, ni selvas, ni dinosaurios rugiendo.
Traduzcamos estos valores a porcentajes, que siempre son aclaradores.
Si 5.000 millones de años es el tiempo que tiene la Tierra, y 4460 millones de años el tiempo en el que no hubo vida en la superficie de la Tierra, tenemos que:
- El 89,2% de la historia de la Tierra, no hubo bosques, ni dinosaurios, ni cocodrilos, ni ardillas, ni ratones, ni hierba, ni selva, ni pájaros cantando, ni lobos aullando, ni nada. Solo un yermo. Que quede claro: durante el 89,2% del tiempo, la superficie de la Tierra fue un yermo. Pudo ver algo de vida sencilla microscópica o quizás algunos pequeños organismos en el último 10%, pero nada más.
- Del mismo modo, solo el 10,8% del tiempo la vida ha tenido, más o menos, un aspecto similar al que nosotros vemos.
No sé ustedes, pero a mí estos datos me dicen algo: eso de que la vida es un fenómeno recurrente, es discutible. Sí, la vida básica sí lo es. Ahora bien, pasar a etapas más complejas, eso ya, si seguimos el modelo de la Tierra, es otra cuestión.
¿Y el ser humano?
Vamos a pensar que el ser humano se pueda considerar algo parecido a una entidad inteligente, aparecida en los últimos 200.000 años.
Ahora calculemos: el porcentaje de 5.000 millones de años entre los 200.000 años, que es 0,2 millones de años, y veamos. El resultado es:
- 5000 % 0,2 = 0,004% es el tiempo que lleva el ser humano en la Tierra.
- 89,2% es el tiempo en el que la Tierra fue un yermo.
Es decir, la humanidad solo ha existido durante un triste 0,004% del tiempo que existe la Tierra. Y no hubo vida durante el 89,2% de tiempo de existencia de la Tierra.

Y yo me pregunto:
¿Por qué tardó tanto Dios en crear al ser humano, después de haber creado la Tierra?
Esa es una respuesta que no puedo contestar, entre otras cosas porque no soy creyente. Pero, si lo fuese, me plantearía seriamente esta cuestión.
Como no creo en Dios, descarto de inmediato cualquier argumento sobrenatural, y busco una respuesta. La respuesta es:
- Somos el producto de un mecanismo evolutivo que fue activado mediante procesos bioquímicos naturales hace 3.500/ 4.000 millones de años aproximadamente, las cifras varían un poco según los expertos, pero eso no importa. Esa cifra es aproximada.
- El 99% de las especies de la Tierra han desaparecido. Lo que queda es el 1%. Sí, hay muchas especies, pero, una vez más, el 99% ya no están.
- El ser humano es una especie más. Apareció, y desaparecerá. Que haya inventado Internet, los automóviles y los aviones no cambia nada. El ser humano desaparecerá según las leyes de la naturaleza.
- En el futuro, puede haber nuevas especies que ocupen el lugar del ser humano. No es seguro, pero sí factible.
- Se calcula que, dentro de unos 1.000 millones de años, la Tierra dejará de ser habitable, al salir del anillo de habitabilidad del Sol. Un Sol que envejece, e irá creciendo en tamaño, hasta destruir la Tierra.
Y ya está. Fin de la humanidad. Y fin de la historia. No importa dónde guarde usted sus objetos más queridos. No importa que se los dé a sus hijos para que los conserven. No importa que haga usted cualquier esfuerzo por que su existencia y sus obras sean recordadas. Todo quedará reducido a polvo por el fuego solar, y antes, por la extinción de la vida en la Tierra.

¿Es triste? No necesariamente. Es un hecho contrastado que los planetas, como las civilizaciones, alcanzan su cenit, y luego caen. Lo mismo que las estrellas.

Termino con una imagen de la galaxia vecina, M31, Andrómeda. Unos 200.000 millones de estrellas. Repito: Dos cientos mil millones. Muchas de esas estrellas con sus planetas. Ahora imagine que una de esas estrellas tiene un planeta con una civilización. Dios los hizo a su imagen y semejanza. Pero, un momento. Si Dios los hizo a su imagen y semejanza, ¿es que Dios adopta cualquier forma? Porque serán distintos a nosotros.
Esos seres de esa estrella se creen únicos, se creen importantes, se creen el centro del universo. Hacen sus guerras, sus luchas, sus conquistas, en ese pedacito de roca perdido de su planeta perdido, de su galaxia perdida. Y se sienten los dioses del universo.
¿Lo ve? Ellos son nosotros. Nos creemos importantes. Nos creemos únicos. Nos creemos diferentes. Y solo somos una roca perdida en una estrella perdida de una galaxia perdida.
Así que, si me lo permiten, un consejo: seamos más modestos. Miremos más a las estrellas. E intentemos darnos menos importancia. Sí, la vida es importante, pero lo importante es vivir la vida, y comprender que hoy estamos, y que mañana no estaremos. Seamos humildes, y construyamos un mundo más humilde, con menos orgullo, y con más empatía. Así, aunque al final todo sea polvo y viento, al menos habremos construido una sociedad más justa y libre para todos. Luego llegará la oscuridad. Y ya no importará nada. Pero nada puede hacerse para solucionarlo. ¿O sí?
Lo veremos en una próxima entrada. Muchas gracias.
2 opiniones en “Precámbrico: el eterno yermo de la Tierra”
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