El pasado y el futuro. La tradición versus el progreso. Dos concepciones opuestas, que se enfrentan en demasiadas ocasiones. ¿Pueden llegar a convivir de algún modo? ¿Cuándo ha de mantenerse una tradición frente a una innovación? ¿Cuándo ha de descartarse?
Pensemos algo, antes que nada: lo que llamamos «tradición» es en realidad un conjunto de normas, creencias e ideas que van avanzando y evolucionando a lo largo del tiempo. Muchas de las tradiciones que creemos inmortales en el siglo XXI eran desconocidas hace no demasiado tiempo. Y si viajásemos al pasado en una máquina del tiempo, nos hablarían de tradiciones milenarias e inmortales de las que no sabríamos nada. Todo cambia. Nada permanece inmutable. Ni el ser humano, ni sus ideas y filosofías, ni sus costumbres.
Voy ahora a comentar dos historias. Una de ficción. La otra real. Pero ambas se parecen mucho, muchísimo. Y ambas son dignas de ser conocidas, en mi modesta opinión. Una de ellas es de un capítulo de Star Trek: Voyager. La otra, la real, tiene que ver con el telescopio que se quiere construir en Hawai, en lo alto del monte sagrado Mauna Kea.
La primera historia es de ficción, y se engloba dentro del universo de Star Trek: Voyager. La verdad es que hay capítulos brillantes en Star Trek, y este me parece realmente cautivador. En la serie «Voyager», hay una capítulo titulado «11:59«, y que en España se conoce también como «La puerta del milenio», donde una antepasada de la capitana de la nave, Kathryn Janeway, una experta ingeniera en apuros económicos, llega a un pueblo en el medio oeste de Estados Unidos, donde van a construir un nuevo edificio muy moderno y ecológico, del mismo nombre que el capítulo. Supone trabajo para todo el pueblo durante años, y luego la promesa de un negocio turístico y comercial de primera.
Todo el pueblo lo celebra. Al fin y al cabo, el gobierno del estado está pagando muy bien las casas y negocios del pueblo que han de ser abandonados, porque además de dinero, darán casas nuevas a los vecinos.

Pero hay alguien que está en contra: el librero del pueblo. Es un hombre cercano a la tercera edad, amante de los clásicos, de la filosofía, y de la historia antigua. Experto en literatura griega y romana. Su vieja librería es un canto a las tiendas antiguas, a aquellas en las que el lector va moviéndose entre el polvo y las viejas ediciones de libros olvidados hace décadas.
Ese hombre no quiere firmar el acuerdo para entregar su librería. Pero es necesario. Si no firma antes de que acabe 31 de diciembre, la torre no se construirá allá, sino en otro lado. Es en ese contexto cuando la antepasada de la capitana llega por casualidad a la librería. Intima con el librero, que tiene un hijo, y comienza a conocer la problemática. Finalmente, tras varias conversaciones sobre el derecho a mantener la librería, y la necesidad de avanzar hacia el futuro, el librero cede, todos son felices, y la torre se construye.
¿Es ese final feliz realmente el correcto? ¿Es la tradición más importante que el futuro? ¿Cómo gestionar ambas? Es un tema controvertido y complejo.
Pero vamos con la segunda historia. La real y actual.
En Estados Unidos se pretende crear un megatelescopio gigantesco, muy avanzado. Hasta ahí todo perfecto. Pero los telescopios han de estar en lugares altos, secos, y con cielos claros. Se elige el monte Mauna Kea en Hawai, por sus condiciones ideales. Pero el monte es sagrado, y los nativos de la isla consideran un sacrilegio montar allá el telescopio, ya que es terreno de los dioses. Se perturban los espíritus de la montaña, y además supone un atentado de tipo ecológico.

¿Quién tiene razón? ¿Es el telescopio un atentado contra el sistema de la isla? ¿Y contra la voluntad de los nativos y sus creencias? ¿Se debe ceder a instalar el telescopio por razón de la ecología, por la fe, o por ambas? ¿O se entiende que es una oportunidad para la ciencia y el progreso de la isla? Al fin y al cabo es un telescopio, no un reactor nuclear, ni una fábrica llena de chimeneas. Pero no se puede obviar el impacto medioambiental tampoco. ¿Qué hacemos?
Estas dos historias, la ficticia y la real, tienen muchos puntos en común. Enfrentan el pasado, la tradición, los recuerdos, con el futuro, el progreso, la nueva ciencia. ¿Cómo se pueden combinar ambas de forma orgánica y equilibrada? Si se ha de ceder, ¿debemos priorizar las tradiciones? ¿O las nuevas tecnologías y progreso científico? Porque son nuevas tecnologías y es progreso, pero se están llevando por delante décadas, o siglos, de tradición. De nuevo, la pregunta: ¿qué hacemos?
Las tradiciones son importantes para los pueblos, y las personas. Eso es evidente. Pero las tradiciones cambian con los siglos, y lo que antes era común, luego pasa a ser raro, y luego desaparece, por otra tradición que la sustituye. En España hay muchas tradiciones que se consideran importantes y que no van más atrás del siglo XIX. Otras eran muy antiguas y se practicaban hasta el siglo XX, y ahora han desaparecido. Es normal, las generaciones pasan, y las costumbres cambian.

El tema religioso es especialmente resistente, porque se basa en una serie de creencias inamovibles y rígidas. Los libros sagrados han sido escritos por los dioses, y no pueden cambiarse. Claro que pueden interpretarse. Y eso es lo que hace cada generación: interpreta los escritos sagrados según el momento y la sociedad. De nuevo, cambios sobre algo que debería permanecer inmutable. Pero nada, absolutamente nada, es inmutable.
No olvidemos que las mismas tradiciones religiosas cristianas y musulmanas han cambiado mucho desde sus orígenes. Por ejemplo, el velo islámico en sus distintas formas, no hace demasiado no era nada popular que lo llevaran las mujeres, fue impuesto conforme a nuevas ideas más cerradas sobre interpretaciones que se hacen de los libros sagrados. Lo mismo pasa con la Biblia, cuyas ideas han ido interpretándose de distintas formas a lo largo de los siglos. Sin embargo, yo recuerdo perfectamente en mi ciudad ver a mujeres católicas con velos en momentos religiosos. Mi madre había llevado velo en ciertos momentos, y era católica. Aún pueden verse esos velos católicos en ciertas ocasiones. ¿Lo que es malo para unos, es bueno para otros?
Queda claro que incluso las religiones más conservadoras están sujetas a cambios, a veces importantes, incluso aunque pueda sorprender a los mismos practicantes de esas religiones. Nada es estático. Nada es eterno o inmutable. Ni siquiera la fe. Recordemos cómo los propios dioses griegos evolucionaron a lo largo de los siglos.
En ese contexto, las ideas religiosas han de respetarse, o eso creo yo, pero no hasta el punto de frenar una investigación en ciencia. Porque la ciencia requiere de progreso, y el progreso requiere de eliminar las barreras que impiden su desarrollo. No podemos, en nombre de la religión, impedir que un centro de investigación se lleve a cabo. Aunque con matices.
Porque esta idea es peligrosa en ciertos contextos. En nombre de la ciencia se podría entonces arrasar con todas las costumbres, mitos, leyendas, y rituales religiosos. En nombre de la ciencia no podemos hacer lo que queramos, porque entonces estaríamos estigmatizando las religiones, y tomando el lugar de las religiones. Si nos imponemos que la ciencia pueda pasar por encima de cualquier creencia, no seremos mejores que aquellos que pretenden que las religiones pasen por encima de la ciencia. No podemos caer en ese juego. La ciencia, como base del pensamiento racional y científico, ha de buscar soluciones y alternativas, que permitan, siempre que sea posible, acomodar las ideas de las tradiciones con las novedades científicas y tecnológicas.
Yo no soy religioso, soy ateo, y considero que una persona religiosa se merece todo mi respeto. Por ello creo que sus derechos y opiniones han de ser tenidos en cuenta. Solo cuando esas opiniones van en contra de un futuro mejor para la humanidad, entonces sí entiendo que se ha de intervenir.
Por ejemplo, decir que ser religioso ha de ser excusa para no vacunar a los niños me parece una falacia. Se puede ser religioso, pero no exponiendo la salud de los menores.
Puede que Dios proteja a sus hijos de las enfermedades, pero las vacunas van a ser un complemento a su dios personal, que ha demostrado fehacientemente su eficacia. E intentar a estas alturas convencernos de que las vacunas matan y han de ser eliminadas no solo es absurdo: es un mensaje peligroso, que está teniendo consecuencias en forma de pérdidas de vidas humanas. Y por ahí yo no puedo pasar.
Sea cual sea su dios, Alá, Jehová, o cualquier otro, seguramente no se moleste por un poco de ciencia. Sea comprensivo con la idea de salvar vidas a través del conocimiento. Si rezar salva vidas, rezar y aplicar la ciencia a las enfermedades aún dará más resultados. ¿Por qué elegir una sola, cuando se pueden aplicar ambas soluciones?
En la ficción de Star Trek las cosas acaban como el guionista quiere que acaben. Pero en la vida real, ¿qué va a pasar con el telescopio?
Puede que se quede en Hawai, pero, si no es así, iría a la isla de la Palma de Gran Canaria, donde ya han conseguido que se establezca como lugar alternativo. Ahí no hay montañas sagradas, aunque sí hay un asunto ecológico. Pero creo, entiendo, que podemos, y debemos, conjugar la protección a la naturaleza con la creación de nuevas infraestructuras, que sean respetuosas con el entorno. Puede hacerse, y debe hacerse.
Debemos cuidar el planeta, porque es lo único que tenemos de momento. En el futuro ya se verá qué pasa con Marte, pero eso es muy lejano. Y la Tierra ha de ser respetada, porque no nos pertenece, solo somos sus inquilinos temporales. Ya lo dijo el gran Carl Sagan, y yo lo apoyo fervientemente.
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