Clasificando literatura y escritores

Vamos con una nueva entrada en la línea de los textos anteriores que he ido preparando sobre el mundo de la literatura, los escritores y los libros. Términos que parecen descontextualizados en este siglo XXI tan tecnificado, donde la imagen lo es todo. Pero la palabra siempre tendrá su sitio, y aunque las librerías cierran y las bibliotecas se vacían, afortunadamente sigue habiendo muchos aficionados a leer. Y a escribir. Pero aquí viene una pregunta conflictiva: ¿se puede considerar que todos los que escriben son escritores?

Este texto es una reflexión personal. Su origen son algunos comentarios que algunas personas han vertido sobre mí y mi propensión a hablar de literatura a la menor oportunidad. Y, en ese entusiasmo, puedo dar una imagen equivocada de cómo veo el mundo de la literatura y los escritores. Este texto pretende aclarar eso. Si eso es posible claro.

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Definiendo el término «escritor».

Una de las cosas que casi siempre oculto cuando hablo con alguien que me pregunta a qué me dedico es el tema de la literatura. Mi respuesta es siempre «soy informático», aunque la informática es solo un accidente en mi vida en realidad. Luego tengo que aclarar que no, no reparo ordenadores, ni siquiera los de sus hijos. Mi trabajo es otro.

Mi vida real son las letras. Pero los rostros que veo si comento que soy escritor son todo un poema. Y lo entiendo: parezco presuntuoso, incluso arrogante. Y puede que haya mucho de razón en ello.

En esta pequeña reflexión explicaré por qué. Y es que, en realidad, si tengo que valorarme a mí mismo en el mundo de la literatura, según mi propia clasificación personal, me defino perfectamente. Según mi propia escala, de la que ahora hablaré, yo no soy escritor. Y me explico: no creo que el escribir dos, tres, cinco libros, dé a nadie ese rango de escritor que muchos se otorgan. Las cosas son algo más complejas. ¿Por qué?

Sincerándonos con las letras.

Picar una piedra y darle una forma no lo hace a uno escultor. Llenar un cuadro de rayas no lo convierte a uno en pintor. Sacar tres acordes de una guitarra no le hace a uno músico. Y escribir un libro no le hace a uno escritor.

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El arte nos define, pero no por lo que creamos, sino por cómo esa creación impacta en los demás; el arte debe ser ante todo pasión y fuego, e incendiar el alma y el corazón

En su momento ya hablé del diploma de escritor, una idea mental que es solo eso, una idea, que no puede llevarse a la práctica porque nadie se va a creer que se puede otorgar el título de escritor mediante un diploma. Sí, se puede otorgar un diploma, de una academia, conforme se han aprendido técnicas de escritura, creación de personajes, descripciones, narrativa, poesía, etc. Mucha gente ha ido a esas academias, o ha hecho cursos online, y tienen su utilidad por supuesto. Pero esos cursos no transforman a nadie en escritor por sí mismos. De la misma forma que saber solfeo no lo convierte a uno en músico.

Entonces, ¿qué hace que una persona se pueda definir como «escritor»? La pregunta está mal formulada en realidad. No es qué, sino quién. Y ese quién es, por supuesto, el lector.

El lector es el arjé fundamental que define a un escritor. Sin lector, no hay escritor, ni obra.

De esto deducimos el principio básico con el que me muevo en el mundo de la literatura: un principio básico, fundamental, muy concreto y muy sencillo.

Ese principio es:

Son los lectores quienes dan al escritor esa categoría.

Fíjese que hablo de lectores, y no de editoriales. En ese sentido, yo no me puedo considerar «escritor», como tampoco considero escritores a muchas personas que llenan sus muros en redes sociales, y los de otros, con la palabra «escritor».

Lo siento, puede sonar duro, pero es mi convicción personal. Yo me incluyo por supuesto, no soy tan arrogante como para creerme fuera de esta norma. Al revés, soy el primero en asumirla. Amo demasiado la literatura como para entregar ese título al primero que escribe cuatro líneas y va gritando al mundo que es escritor. No lo es. Ni yo tampoco lo soy.

Es el público lector quien debe darnos, en última instancia, ese título. No los cuatro amigos y colegas, ni siquiera una campaña de promoción pagada con el dinero de algún familiar o de nuestro trabajo. O el llenar páginas y páginas de un blog y redes sociales con nuestro trabajo literario gritando a los cuatro vientos «soy escritor, mírame y asómbrate ante mi obra».

No. Entiendo que habrá gente que pueda molestarse por esto. Todos mis respetos a esas personas y sus opiniones, por supuesto. Pero yo tengo este blog para escribir mis vivencias, mis sentimientos, y para explicar mis puntos de vista a los demás, y eso hago aquí y ahora. Respetando los de otros, pero no puedo inventarme cuentos.

Y mi verdad es que no somos escritores hasta que nos dan ese título los lectores.

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Del tormento de la noche nace la palabra por la mañana

Escritores aficionados.

Ahora bien, no está todo perdido. No tengo que ser tan pragmático, ni tan rígido. ¿Podría decir que somos «escritores aficionados»? Esta denominación me gusta mucho más. Porque hay una gran diferencia. Véalo en una escena imaginaria donde me acerco a alguien en una cafetería para presentarme.  (Nota: Peter es el pseudónimo que suelo usar a veces para firmar):

—Hola qué tal, me llamo Peter, y soy escritor.

Esta frase me parece hasta violenta. ¿Escritor? ¿Cómo? La frase denota un mensaje de egolatría, como si el hecho de haber escrito un par de libros me diese la oportunidad de creerme algo que nunca he sido, y que quizás nunca sea: escritor.

Esta segunda frase de presentación, sin embargo, sí me gusta:

—Hola, qué tal, me llamo Peter, y soy escritor aficionado.

¿Lo ve? El sentido de la frase cambia completamente. El que oiga esto dirá «mira, le gusta escribir». Pero no denotará un sentido egocéntrico del término.

Podemos autonombrarnos escritores aficionados, y dar una imagen de honestidad y, sobre todo, de modestia. Sí, sabemos que los escritores (aficionados) somos orgullosos y egocéntricos. Yo soy orgulloso y egocéntrico. Pero seámoslo hasta cierto punto. No tenemos que amargar la existencia de la gente a nuestro alrededor con nuestra falta de modestia. Una palabra cambia completamente cómo nos ven los demás.

Clasificación de escritores aficionados.

Reconozcámoslo: ganarse la vida con la literatura es casi imposible. Por otro lado, se publican miles de libros nuevos cada mes. Ni mucho menos muchas de esas personas son escritores según mi clasificación, ni lo serán nunca, y eso, repito, me incluye a mí mismo por supuesto. Sin embargo, los escritores aficionados tienen, tenemos, a su vez, una clasificación.

  1. Escritores aficionados no publicados. En general, antes de Internet la mayoría de escritores aficionados estábamos en este nivel. Escribíamos, y el material se quedaba en un cajón, o lo leía algún familiar o amigo. Actualmente sigue habiendo mucha gente que como máximo publica en un blog personal, y nada más. Varias personas me han preguntado cómo publicar un libro a lo largo de estos últimos años. Siempre les digo lo mismo: con algo de voluntad.
  2. Escritores aficionados publicados. Somos la inmensa mayoría. Hemos publicado en algunas plataformas literarias, páginas diversas, en nuestro propio blog, y por supuesto en Amazon, pero sin repercusión alguna. Es decir, el material está publicado, pero no ha generado un impacto entre los lectores. En este nivel estoy yo y una gran parte de escritores aficionados. Escribimos, pero la respuesta del lector es nula o muy baja: amigos, familia, y poco más.
  3. Escritores aficionados publicados con respuesta: son los escritores del punto 2, pero en este caso sí hay una reacción de los lectores, y el escritor tiene una masa de lectores que le apoyan y le siguen. Pasar a este nivel puede llevar años, o no conseguirse nunca. Otros lo consiguen rápidamente, aunque son los menos, gracias a su calidad y a una estrategia de marketing acertada con una buena respuesta. Recordemos: el márketing siempre ha sido necesario, pero se ocupaba la editorial. Ahora, o nos ocupamos nosotros, o quedaremos enterrados entre tanta novedad literaria diaria. Y eso requiere tiempo, y sí: dinero.
  4. Escritores aficionados con apoyo de editoriales: no me refiero a esas editoriales fantasma que te piden dinero y que desaparecen de la noche a la mañana, sino editoriales serias, aunque sean pequeñas, pero que dan un apoyo decidido. Esto incluye Amazon, que es la plataforma de lanzamiento de muchos escritores aficionados. También nuevas editoriales que están apareciendo con nuevas ideas modernas, propias del siglo XXI.
  5. Escritores aficionados con respuesta social: en este nivel la masa de lectores del escritor ha crecido tanto que ya pueden leerse entrevistas, sinopsis de los libros en webs especializadas, reseñas en blogs de literatura de prestigio, y en general, está viviendo el paso previo a la profesionalización. Atención: muchos se quedan aquí; pasar a la profesionalización lo consiguen muy pocos.
  6. Profesionalización: sencillamente, puede vivir de las letras, pero ojo, no porque gane dinero y tenga un trabajo complementario. Vive de lo que escribe. Son muy pocos los que llegan a este nivel. Muy pocos.
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Cuento mi verdad, tal como la vivo, y eso muchas veces decepciona a quien escucha esa verdad. Lo entiendo, pero prefiero mil decepciones por decir la verdad a una sola sonrisa obtenida con mentiras y engaños.

No debemos temer contemplar nuestro trabajo desde uno de esos niveles, especialmente el nivel 1 y 2, que es donde estamos la mayoría. Las letras son el alimento del alma, y que no tengamos respuesta de los lectores hoy no significa que no pueda ocurrir mañana. Pero no podemos vivir en esa tesitura. Debemos escribir porque somos escritores, y es algo innato a nuestras manos y nuestra mente. Luego el lector decidirá quién pasa de nivel, y quién vive en el ostracismo para siempre.

Nadie dijo que sería fácil. Pero es la realidad. Muchos caen. Y solo unos pocos sobreviven. Ha sido así siempre. Y siempre será así. Ni los engaños, ni los trucos, valen. A los lectores se les engaña una vez. Pero no dos. Y eso es algo que todos debemos aprender. Escribir, solo escribir, con honestidad, y con amor a las letras. Todo lo demás sobra.


Termino con un delicioso fragmento de la obra cinematográfica «La colmena» del libro del mismo nombre, escrita por Camilo José Cela. En aquellas cafeterías de postguerra se reunían los hambrientos escritores, apasionados de sus palabras y sus poemas, para hablar de letras, de los clásicos, y de sus miserias, mientras intentaban ganar algo de dinero con alguno de los concursos de la época. Un mundo que se ha perdido para siempre, con aquellas charlas sobre el arte, el amor, y los sueños de publicar en alguna revista de provincias unos versos que le permitiesen vivir y comer unos días.

Una película deliciosa sobre el alma humana, que reflejó Cela con tanto acierto. Simplemente maravillosa.

 

 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

2 opiniones en “Clasificando literatura y escritores”

  1. Que voy a decir aquí que uste no sepa. Cierta razón tiene.El lector hace la escritura. Soy una ignorante en esto.No tuve esa oportunidad para estudiar, como me habría gustado. Pero la verda que leyendo, explorando he aprendido muchísimo. Gracias, interesante sus palabras. Saludos

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    1. Muchas gracias Carmen por tus palabras. No es tanto las academias o las universidades las que nos enseñan, sino nuestro deseo de aprender. Podemos conocer muchísimas cosas que nunca se explicarán en las academias. Eso también nos da una fuerza y un poder impresionantes. Un cordial saludo.

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Comentarios cerrados.

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