Literatura: diseñando al perfecto psicópata

Vamos con una nueva entrada sobre técnicas literarias, que se suma a las ya publicadas en entradas anteriores, y basadas en mi experiencia de cincuenta años escribiendo, o intentándolo al menos. Lo de publicar ya lo dejaré para la próxima vida, a no ser que me reencarne en dromedario, lo cual no sería de extrañar.

Pero empecemos ya con el objetivo: crear al asesino más frío, despiadado, y sin alma de la literatura. Ese psicópata que dejará temblando al lector, de tal forma que tenga pesadillas en sus próximas noches.

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Lo que no es un psicópata.

En primer lugar, tenemos que descartar todo lo que no sea un psicópata que pueda producir verdadero terror. Aquí entran una serie casi infinita de tópicos que hemos visto desde hace décadas y siglos en la literatura. Desde los clásicos vampiros, hombres lobo, o incluso extraterrestres, como el xenomorfo alien de la película del mismo nombre, etc. Todos estos personajes son un ejercicio de manipulación de nuestros miedos atávicos, esos que están escritos en nuestros genes, y que adquirimos cuando éramos seres indefensos en la sabana africana, expuestos a todo tipo de animales depredadores.

Estos seres crean miedo visceral y directo. No nos interesan. Nos interesan los seres que, siendo asesinos despiadados, o simples manipuladores, trabajan con la mente de los demás como el artesano modela la jarra de barro: con las manos de su psicopatía.

Lo que tampoco es el clásico psicópata.

Bien, ya hemos dejado todo ese grupo de seres clásicos fuera. Ahora tenemos que sacar a esos de las novelas y el cine que se dedican a perseguir a jovencitas casi siempre rubias, y casi siempre en ropa interior, armados con un hacha o una motosierra, y con la cara cubierta, al estilo Viernes 13. Sí, en la vida real se les puede clasificar de psicópatas a estos personajes, pero si ustedes preguntan a un psiquiatra, le dirá algo que a mucha gente le sorprende: el 98% de los psicópatas  no cortan a la gente con hachas, ni persiguen a jovencitas en institutos cerrados durante el fin de semana. De hecho, son muy pocos los psicópatas que ha habido con ese perfil. Pero el cine ha hecho que parezca que hay una universidad de psicópatas con máscara. Los psicópatas reales casi siempre son mucho más sutiles, y se ocultan en un ambiente de sonrisas y engaños.

Lo que sí es un psicópata.

Efectivamente: la mayor parte de los psicópatas no lo parecen en absoluto. Son gente normal y corriente, que viste normal y corriente, y que llevan vidas normales y corrientes. Con familias, con hijos, te saludan por la mañana mientras preparan la escena de la que va ser su nueva presa. Gente agradable, simpática. Y, sin embargo, son psicópatas. Capaces de manipular a los demás con suma facilidad, en general son personas muy inteligentes, perspicaces, intuitivas, que tienen siempre una palabra amable para los demás, que siempre están atentos a las necesidades de los demás, y que se preocupan de cualquier cosa que se les requiera.

Todo eso lo hacen con un único fin: su beneficio. Manipulan, controlan, tergiversan, y con una sonrisa amable y dulce destrozan la vida de aquellas personas que se entrometen en su camino al éxito y a lo que consideran sus objetivos. No tienen piedad, ni remordimientos, pero no porque sean personas frías, que lo son. La causa es física, y es la incapacidad de activación de las zonas del cerebro orientadas a la empatía y la comunicación sensorial y sentimental. Esto no solo es un hecho, sino que se ha demostrado con TACs y resonancias magnéticas cerebrales muy precisas.

Son, en definitiva, androides con aspecto humano.

¿Debería preocuparme? Sí. Y mucho.

Yo creo que con ciertas edades más o menos casi todos hemos visto a alguna persona así, de hecho es casi imposible no cruzarse con alguno de estos individuos en la vida real. Alguien que no termina de encajar. Demasiado amable. Demasiado perfecto. Demasiado preocupado por la paz mundial. Cariñoso con los niños, siempre atento a ayudar a la abuela, esa persona que parece una bendición del cielo.

¿No deberíamos reaccionar ante tanta bondad? Claro que sí. Con esa personalidad atractiva. Y con esa mirada amable. Pero que, sin duda, esconde algo. Algo que necesita de los demás. Lo obtendrá. Y, cuando lo tenga, se deshará de quien sea necesario. Y no tendrá piedad cuando lo haga. Para el psicópata, los demás solo somos los escalones en los que ellos van a apoyarse para su ascenso imparable. Y harán todo cuanto sea necesario para ello.

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Richard es uno de los protagonistas de «Mensajero del Nastrond» y «Las entrañas de Nidavellir»

Sin perder el control.

Bueno, tampoco perdamos la calma. Yo mismo ofrezco una cara amable en este blog, y sin embargo no soy un psicópata. ¿O sí lo soy? ¿Qué oculto yo debajo de esta imagen de bloguero tranquilo y pacífico? ¿Y si mi bondad y amabilidad son simplemente una cortina para ocultar mi verdadera psicopatía?

Ese es el verdadero dilema con los psicópatas. Nunca se descubren hasta que es demasiado tarde. Y esa es la magia de la literatura, de la que ahora hablaremos: introducir personajes que sean ambiguos, oscuros, complejos, y en el que la línea entre la bondad absoluta y el monstruo más aberrante siempre sea tenue y difícil de ver. El monstruo perfecto no va armado con un hacha y una máscara llena de sangre; viste como cualquier otro, se comporta como cualquier otro, y sonríe amablemente, mientras su tela nos atrapa para siempre.

En cierto modo, todos tenemos una parte oscura, no cabe duda. Pero insisto: los psicópatas reales no son simplemente personas con una personalidad determinada; son, sin embargo, personas que sufren una cierta lesión que se puede apreciar, y medir.

Curiosamente, los empáticos son las personas en los que esa misma zona cerebral, anulada en los psicópatas, es más activa de lo normal. Luego, cuando un psicópata controla a un empático, este sufrirá sobremanera la manipulación. Pero el empático tiene una ventaja: su capacidad de empatía puede ayudarle a comprender que está siendo sutilmente manipulado, y podrá librarse por lo tanto de esa sutil manipulación. Con trabajo y esfuerzo, pero puede hacerse.

Traduciendo esta conducta en la obra literaria.

Visto lo visto, tenemos bastante bien definido lo que es un psicópata. Ahora, debemos introducir a nuestro psicópata en nuestra obra literaria. Queremos crear a un ser frío, oscuro, falto de cualquier tipo de empatía, pero que debe ser sutil a la hora de manipular a los demás. No valen las hachas ni las chicas amordazadas ni el chico intentando rescatarla y muriendo en un charco de sangre.

Dejemos ya los tópicos, que tuvieron su momento. Nuestro psicópata puede ser el monstruo perfecto, el ser que todos admiran en el barrio, o en la ciudad, o en el país. ¿Sabía usted la cantidad de psicópatas que se encuentran en gobiernos? ¿Por qué? Porque los psicópatas ansían, sobre todo, el control sobre los demás. Y el poder político es la forma perfecta de manipulación que puede conseguir un psicópata.

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Para escribir sobre un psicópata, debemos convertirnos en psicópatas.

Aquí está la clave de todo. Si queremos escribir una novela con un gran psicópata, el autor deberá convertirse en un psicópata. Pero el autor no tiene problemas con su empatía, es decir, su cerebro es normal, o, como ocurre tantas veces, el autor es muy empático, porque, al fin y al cabo, un artista es un ser con una gran empatía, y dispone de una gran cantidad de sentimientos que capta de los demás, y que necesita comunicar a los demás a través de sus obras, en este caso, mediante la literatura.

Pero hay un peligro: para escribir una gran obra con un gran psicópata, debemos, como digo, convertirnos en un psicópata. ¿Qué peligro encierra esto? Que somos empáticos, pero la empatía se basa en imitar las sensaciones, los sentimientos, las cualidades humanas de otros. Si un empático se empapa de las capacidades de un psicópata, ¿qué resultado obtenemos?

Obtenemos algo muy peligroso: una persona por otro lado normal, que siente dolor, que sufre, que tiene remordimientos, pero que debe actuar como si no los tuviese, incluso en una novela, que es de lo que se trata. Esta persona empática deberá convertirse en un psicópata, si quiere escribir algo que realmente merezca la pena.

Y aquí se produce el conflicto que divide a las novelas entre estándar y obras de arte en esta categoría: la obra estándar tendrá un psicópata sencillo, predecible, casi un muñeco que no produce ningún efecto.

En la obra de arte, en la gran obra literaria, donde se sumerge al lector en la peor pesadilla, el psicópata deberá dar verdadero miedo. Deberá controlar la mente, incluso el cuerpo, del lector, para someterlo a una presión inimaginable, que haga que ese lector se angustie, padezca, sufra, e incluso deba dejar de leer. Pero no porque se describan asesinatos violentos llenos de sangre. No; simplemente, porque se describen escenas donde la imaginación es la que trabaja principalmente. De nuevo, el psicópata, que es el autor, debe trabajar y manipular la mente del empático, el lector, para llevarle a la peor de las pesadillas que pueda llegar a imaginar.

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En posiciones de poder, control y mando encontraremos a muchos psicópatas, de hecho son elegidos por gobiernos de todo el mundo por su eficiencia absoluta a las órdenes, sean estas las que sean y tengan los resultados que tengan

Pesadillas: las que se viven, las que se sienten.

Cuando hablamos de literatura, la peor pesadilla no es la que se vive, sino la que se intuye. El mejor psicópata es el que manipula, no el que actúa directamente y a la vista de todos. El mayor terror es el que crea una atmósfera de temor, de duda, de ansiedad, de desasosiego. ¿Está todo bien? ¿Qué ocurre? Algo no funciona con ese hombre. O con esa mujer. Definitivamente, algo no está bien. ¿Pero qué es? ¿Qué es realmente lo que me preocupa? Hablaré con él. Es tan amable. Tan sincero. Siempre está ahí, dispuesto a escucharme…

¿Lo ve? «Él» es el psicópata. Ha conseguido que su víctima tema a todo y a todos. La víctima renegará de cualquier ayuda, excepto, precisamente, la que le ofrece el psicópata. Es su salvador. Es su salvavidas. Es quien ha dado sentido a su vida. Y es quien destruirá su vida para siempre… Y eso lo sabe el lector, que ve cómo el personaje se encamina a un fondo de destrucción sin remedio. La angustia devora al lector, sin necesidad de incluir elementos adicionales.

El psicópata no se precipita. No toma acciones de riesgo. No muestra sus cartas hasta que es demasiado tarde. Es tranquilo. Es convincente. Es encantador. Es un sueño. Puede ser un hombre, puede ser una mujer, pero una cosa es evidente: es una perfecta máquina de manipulación. Es muy difícil resistirse a su magnetismo, porque envuelve a la víctima perfectamente, como una manta mágica de poder.

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Psicópata no es sinónimo de maltratador, no debemos confundirnos. El maltratador maltrata verbal y físicamente a la víctima; el psicópata la manipula para sus propios intereses.

Es tan bueno, lo da todo por mí. 

Quizás la víctima pueda tener alguna duda cuando no está con el psicópata. Cuando su mente no está siendo deliberadamente manipulada. Pero, cuando el psicópata aparece, todas esas dudas, de forma casi mágica, desaparecen. E incluso la víctima se siente culpable por haber dudado de él. O de ella. Porque nada ni nadie puede resistir esa mirada amable. Esa sonrisa pícara. Ese guiño de complicidad. Nadie. Absolutamente nadie. Tiene el control. Y lo usará. Hasta el final.

Todos estos elementos han de ser cuidadosamente seleccionados y transformados en el personaje literario que queremos crear. ¿Suena difícil? Sin duda. Porque es difícil. Pero de eso se trata. Crear el monstruo perfecto lleva tiempo, y un gran esfuerzo. Y algo más: puede acabar con el mismo autor. Se da la paradoja de que hasta un psicópata convertido en personaje puede llegar a manipular el mundo real. Comenzando por el propio autor. Y terminando por los lectores.

Esa es la magia de un psicópata perfecto. ¿Está dispuesto a ello? Adelante. Un mundo de horrores sin fin le espera. Y usted no sabrá que ya está siendo manipulado. Incluso por las palabras que escribe en un papel. No concibo mayor magia literaria que esa.

Resumen.

Ponga un psicópata en su vida. Aunque, probablemente, ya está con usted. Aproveche esa oportunidad para aprender de él, o de ella, y transforme ese personaje en un elemento más de su novela. El monstruo perfecto, el ser que manipula y controla las mentes y los corazones de quienes se encuentran a su alrededor, y se eleva sobre los cadáveres de sus sueños, para hacer más grande el suyo.

Ese es el modelo perfecto del psicópata: el que nunca lo fue, hasta que fue demasiado tarde para reconocerlo.

Perdón, se me hace tarde, tengo que dejar ya este tema. Me están llamando y debo salir ya…

—Cariño, deja ya de escribir en ese dichoso blog, y vamos al restaurante, la reserva espera. ¿De qué iba todo eso del psicópata?
—Nada importante, cariño. Estaba dejando claro al lector que yo no soy un psicópata. Lo necesitaré para las pruebas.
—¿Qué pruebas?
—Nada, no te preocupes. Conduce, y no pienses en nada, excepto en ti y en mí. Ya verás; te tengo reservada una sorpresa que te matará de la alegría…

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Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

4 opiniones en “Literatura: diseñando al perfecto psicópata”

  1. Una entrada muy necesaria porque como dices, esta figura en la literatura y el cine se ha modificado y ha confundido a la opinión pública. Como dices el pasar desapercibido y la amabilidad, son características muy comunes.

    Con un caso cercano fue llamativo como nadie cayó en que íbamos a estar en un sitio donde había un niño y esa persona fue la única que sí. Y que incluso fue muy detallista. Ahí ya algunos nos pusimos en alerta y alejarnos. Y el tiempo lo que ha dicho fue espeluznante. Y aún doy gracias que se pudo poner distancia a tiempo 😅

    Así que totalmente con el análisis dado y cómo en la ficción se debería de presentar a alguien con este trastorno.

    ¡Un abrazo!

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