Cuando escribo estas líneas, la cápsula Dragon 2 de SpaceX está ya en órbita con dos seres humanos, camino de la Estación Espacial Internacional. La primera vez en nueve años que Estados Unidos tiene una forma de viajar al espacio sin ayuda de Rusia, y la primera vez que una cápsula de capital privado está tripulada.
Cápsula que permitirá el viaje de turistas al espacio, comenzando el turismo espacial. Caro, por supuesto. No carente de riesgos, claro. Exactamente como lo fue el volar en los primeros aviones.
Todo el mundo está felicitando por ello a Elon Musk. ¿Por qué? Hace años que dejó de ser el gestor de SpaceX. Quien lleva las riendas de la empresa, toma las decisiones ejecutivas, y dirige el control del futuro del espacio no es Elon Musk. Su presidenta es una mujer. Y se llama Gwynne Shotwell.
No les suena el nombre, ¿verdad? Claro. No vende como vende Elon Musk. Al fin y al cabo, solo es una brillante ingeniera de primerísimo nivel, inteligente, capaz, y completamente entregada a su trabajo, y a los éxitos de SpaceX.
Pero no solo eso; fue la ingeniera jefe de los cohetes que ahora disponen de los sistemas de recuperación, y que permiten que la primera etapa del cohete se pueda posar suavemente de nuevo en el suelo, ahorrando millones de dólares en costes.
¿Cuál es el problema de Gwynne Shotwell? Dos en realidad: el primero, estar a la sombra de Elon Musk. El segundo es que es mujer. Y eso cierra muchas puertas. Demasiadas puertas.
Verán. Yo he amado el espacio desde que tengo uso de razón. Y no quiero quitarle crédito a Elon Musk. Pero Musk fue apartado de SpaceX, y de Tesla, por su errático recorrido y sus decisiones contradictorias, hace ya varios años. Y fue apartado por convertir la carrera espacial en una especie de show televisivo.
La gente sigue a Elon Musk porque es una mezcla de Tony Stark (Iron Man) y el Capitán América. Y a mí me es indiferente que llene estadios para ser aplaudido, ya que su desmedido ego y sus ansias de ser siempre el centro de atención denotan una personalidad débil, carente de control, y evidentemente llena de elementos propios de una persona bipolar. Pero lo que me molesta, lo que realmente me duele, es que, mientras tanto, Gwynne Shotwell sigue en la sombra, apartada de todo y de todos. No me parece justo. Hoy debería ser su día. Ha logrado un gran éxito. Y, ¿quién reconoce su nombre?
Se ha abierto un nuevo camino para la humanidad, sin duda: el de las empresas privadas. Y eso me parece fantástico. Porque uniendo fuerzas seremos siempre mejores.
Pero no olvidemos a aquellos que, desde la sombra, son los verdaderos héroes. No olvidemos a Gywnne Shotwell, como responsable de este éxito. Y no olvidemos a los miles de hombres y mujeres que lo han hecho posible. No hablarán de ellos en las noticias. Pero les recordaremos aquellos que sabemos que el esfuerzo se comparte, nunca se toma para un solo ego gigantesco y portentoso.
Felicidades, señora Shotwell. No recibirá muchas felicitaciones. Pero aquí tiene la mía. Yo sí la recordaré. Y espero que, con este escrito, un puñado de personas también la recuerden. Porque usted ha logrado algo grande: abrir un nuevo camino a las estrellas. Y eso es algo que no podremos olvidar. Ni hoy. Ni nunca.
Gracias por rectificar, arrojar luz sobre el trasfondo y solidarizarte con las mujeres investigadoras.
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Muchas gracias Ada, los hechos parecen irrefutables y desde esta pequeña tribuna seguiré denunciándolos. Saludos.
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