En el mundo de los blogs el título es muy importante. Es la clave, la llave que abre la puerta de la curiosidad del lector. Un título efectista tiene, sin embargo, un peligro: si el contenido no entusiasma al lector, podríamos perderlo irremisiblemente y para siempre.
Por otro lado, mucha gente usa títulos que tienen luego unos contenidos que para nada corresponden con el contenido. Eso es incluso peor. La decepción es total. Poner imágenes en Youtube con chicas ligeras de ropa, por ejemplo. O hablar del nuevo tanque ruso y poner una imagen de algo que parece sacado de Star Wars. Manipulación y mentiras.
Pero, ¿y si el título cuenta la verdad, pero no toda la verdad? Por ejemplo, mucha gente, al leer el título de esta entrada, pensará:
«Mirad, el pesado ese de La leyenda de Darwan quiere darnos otra paliza sobre sus historias de juventud. Lástima que no le caiga un Boeing 747 sobre el hígado y lo reviente».
Y ahí está la gracia. El título es cierto, me expulsaron del instituto. Pero no cuando era un adolescente. Lo cierto es que me expulsaron cuando tenía cuarenta (40) años. Y esta, señoras y señores, es la historia.

El titular no es una trampa. Y nunca quiso serlo.
¡Atención! El gesto del lector cambia. Empieza a interesarse, pero duda. ¿Es una trampa? ¿Es una maquiavélica forma de hacer un giro en la narración, por otro lado de un hecho real, con el fin de intentar pretender que se va a contar algo sorprendente, curioso, puede que hasta propio de un juzgado de instrucción, con el fin de atrapar al lector?
¿Qué hacía yo en un instituto de secundaria con cuarenta años? ¿Por qué me expulsaron? Bueno, ahí va la historia. No teman, no cometí ningún delito. Al menos, no aquel día.
Una visita de apoyo.
En aquel tiempo yo gestionaba una web de simulación aérea militar y de aviación con un nombre entre llamativo y divertido. En aquella web teníamos, y de hecho aún existen, foros, canales de noticias, eventos presenciales, charlas, coloquios, y muchas otras actividades. Algunas incluían actividades con el Ejército del Aire. Yo personalmente daba clases de instrucción online. Uno de los últimos vídeos que grabé pueden verlo aquí mismo, abajo, con una web, S.K. Aeroespacial, que ya no está operativa.
¿En qué me convierte eso? Durante doce años tuve que aguantar, por parte de algunas personas, que yo era, básicamente, un asesino de niños y madres inocentes. ¿Perdón? Yo enseñaba a volar aviones de combate en simuladores de vuelo que se podían y se pueden comprar en tiendas online de videojuegos. Porque eso es lo que son, y como están clasificados: como videojuegos.

Videojuegos: el arte de convertirte en asesino.
Así es. Yo fui acusado más o menos de incitar a un grupo de menores a que se convirtiesen en potenciales asesinos de inocentes. Pero déjenme que les explique.
Una llamada de apoyo.
Estamos hablando de hace unos diez años, no quiero dar demasiados detalles. Y de la costa mediterránea, en algún lugar. Una universidad de ingeniería aeronáutica está dando unas clases de formación sobre el mundo de la aviación en un instituto. Varias personas se dedican a llevar vídeos y presentaciones de Powerpoint, y presentarlas en clase, a los chavales de los dos últimos cursos de secundaria, básicamente jóvenes de entre 16 y 17 años.
Los chicos, y sí, las chicas, naturalmente, están entusiasmados. De hecho varias chicas ya han dejado claro que quieren estudiar algo relacionado con la aeronáutica. Ser pilotos, ingenieras… ¡Fantástico! Jóvenes promesas. Entusiasmo y pasión por aprender. ¡Ese es el objetivo! Enamorar a esos jóvenes en el mundo de la aeronáutica, claro que sí.
Pero hay un problema. O, al menos, así lo entiende la universidad. Están enseñando a los chicos y chicas el mundo de la aviación civil. ¿Y la aviación militar?
Cubrir todo el espectro es enseñar la realidad. No hacerlo es tergiversar la enseñanza.
Aquí podemos hacer dos cosas, a estos jóvenes que, atención, están muy cerca de dar el salto a la universidad. Podemos ocultarles que, en el mundo de la aeronáutica, existe una vertiente militar. Yo tengo un buen amigo, con el que hablé hace unos días, que hizo la carrera de ingeniería aeronáutica, y está trabajando en Alemania en la división de Airbus que gestiona el Eurofighter Typhoon, un caza europeo creado por un consorcio.
Ese chico, ahora ya no tan joven (cuando le conocí estaba a mitad de carrera) ¿es un asesino? ¿Es un psicópata? ¿Es el responsable de la muerte de miles y miles de inocentes en las guerras de los últimos veinte años?
¿De verdad alguien puede creer que ese ingeniero, que trabaja para Airbus, es un psicópata sediento de sangre?
No. Le dieron la oportunidad de ir a Alemania a trabajar en el Eurofighter. Y aceptó a propuesta, entre otras cosas porque en España su oportunidad era elegir ser camarero en la Costa Brava, o en la Costa Dorada. En Alemania tenía una oportunidad gracias a sus notas brillantes. Y la aprovechó.
Si alguno de esos alumnos, de ese instituto, elige ir a trabajar con ese amigo mío, ¿lo convierte a él, o a ella, en asesinos? ¿De verdad alguien se puede llegar a creer tal barbaridad?

La mala influencia.
Uno de los responsables de la universidad que estaba impartiendo esas clases de orientación al mundo de la aviación me conocía desde hacía unos años. Habíamos estado juntos en algunas ferias de aeronáutica. De hecho me conoció mientras yo hacía el ridículo estrellando un helicóptero Kamov Ka-50 en una demostración de un simulador frente a un buen grupo de personas.
Esa persona contactó conmigo, y me explicó que estaban dando un ciclo de conferencias en un instituto. Pero que necesitaban alguien que explicase la vertiente militar. Y ustedes pensarán que podrían haber elegido a otro…
Me llamaron a mí por dos razones: por amistad, y porque sabían que yo tenía experiencia dando clases y conferencias sobre el tema, además de abundante material, y que ese material había sido dado por bueno por instituciones como el propio Ejército del Aire. Además, mis chistes eran tan malos que la gente se reía por no salir corriendo.
Yo le dije que estaba encantado de atender el dar una conferencia. Juntaron dos clases, y allí me fui, con mi portátil, y con material diverso.
Al principio todo fue bien. A la directora del instituto le habían dicho que aquello era una clase de la rama militar de la aviación. Y que los alumnos tienen el derecho, y el deber, de saber que existe una rama militar de la aviación.
¿O hay que esconder que existe esa rama? ¿Qué clase de formación sería eso? ¿Explicamos en las clases de historia solo las partes donde había paz? Entonces, en seis meses se ha explicado la historia de la humanidad al completo.

La historia se explica al completo.
No. Hay que mostrarlo todo. Con atención, con cuidado, con la idea clara. Y eso hice: yo sabía que esos chavales tenían 16-17 años, y di una clase orientada a las salidas profesionales de la aviación y la ingeniería aeronáutica en el mundo militar.
Cuando llevaba unos 55 minutos de clase, tenía a todos enganchados al proyector. Además, yo hago bastante teatro mientras doy una conferencia, y analizo constantemente al personal de la sala, para ver qué les llama más la atención.
La clase estaba siendo un éxito. Todo el mundo levantaba la mano. Estaban entusiasmados. Fue en ese momento cuando llegó la directora, y, de forma muy violenta, verbalmente hablando, me dijo que tomase mis cosas y saliese inmediatamente del instituto. Le pregunté por qué, y me dijo que la clase había terminado.
Metí mis cosas en mi maleta, y me fui a la calle, donde hablé con mi contacto. Este habló con la directora, y esta le dijo que yo, a partir de ese momento, tenía prohibida la entrada al instituto.
Y ustedes pensarán, ¿qué les hice yo a esos chicos? ¿Pervertirlos? ¿Incitarlos al pecado?
No. Quede claro que había conmigo un profesor tutor de apoyo durante la clase, que parecía disfrutar tanto o más que los chicos. Les estaba enseñando la historia de la aviación en los últimos cien años, incluyendo, por supuesto, el papel de la aviación en las dos guerras mundiales, y en Corea y Vietnam, y cómo la aviación militar había sido el revulsivo de importantes avances en ingeniería, incluyendo los reactores.
Es decir: básicamente, les estaba introduciendo a la aviación militar a través de la historia de la aviación. Por esa razón fui expulsado del instituto.

Una última sorpresa agradable.
Les puedo decir que no estaba precisamente contento. Estaba fuera, en la calle, expulsado, esperando que vinieran a recogerme para llevarme a la estación y volver a mi casa.
Entonces sucedió algo increíble. Maravilloso. Sorprendente. De verdad les digo que fue alucinante.
Porque, mientras esperaba, los alumnos habían terminado sus clases. Los de la clase donde yo estaba me vieron. Muchos de ellos vinieron corriendo, y me rodearon. Entonces uno de ellos, que casi siempre es el más atrevido, me dijo:
«Sentimos mucho que te echaran de clase. Tu clase de historia de la aviación militar nos estaba gustando mucho. Nos gustaría saber cómo terminaba«.
Yo me quedé de piedra. De verdad que el momento fue emocionante. Todos empezaron a decirme que era verdad. Allí, en medio de aquella calle, un buen grupo de chicos y chicas me agradecían el esfuerzo que había hecho, y esperaban que algún día volviese. Algunos me dijeron que iban a leer libros y ver vídeos sobre lo que les había contado.
Nunca pude volver al instituto. Pero quizás, solo quizás, en algunos de ellos encendí una pequeña chispa de ilusión por la historia de la aviación. Y me da igual si es militar o civil. Porque la historia es sagrada. Y no se puede dosificar, ni clasificar. La historia de la aviación militar no se puede ocultar, porque es parte de la historia de la humanidad. Y nos enseña muchas cosas del ser humano, y de su naturaleza.
Volví a casa aquel día con un sentimiento agridulce. Me habían expulsado del instituto con cuarenta años. Pero había recibido una calurosa muestra de cariño de los alumnos.
Y, ¿saben una cosa? Al diablo con el instituto. Al diablo con la directora. Y al diablo con todo. Me quedo con ese momento con los chicos en aquella calle, mientras esperaba el coche para recogerme. Algún día quizás vuelva a dar otra clase, o quizás no. Pero una cosa es segura: siempre defenderé el conocimiento y la verdad, sea cual sea su naturaleza.
Eso hemos de enseñar a los jóvenes. A conocer la verdad. Toda la verdad. De la historia. Y de la vida.

Simulación aérea: no somos asesinos.
En cuanto a la simulación aérea, repito, una vez más: son videojuegos. No matamos a nadie. No destruimos ciudades. Solo pasamos un rato agradable y entretenido con nuestro hobby. En este vídeo, que grabé durante el evento de Campus Party 2010, parece que no matamos a nadie.
No animaré tampoco a nadie a ser piloto militar, pero tampoco le negaré la existencia de esa profesión, ni se la ocultaré. Le diré que la vida militar es dura, y que la guerra es terrible.
Pero, en última instancia, la decisión final de la vida de otra persona pertenece a otra persona. Si quiere trabajar en una profesión relacionada con la aviación militar, es su vida.
Ni siquiera a los hijos les podemos prohibir su futuro. Les podemos orientar, les podemos aconsejar, les podemos advertir.
Pero la última palabra les pertenece a ellos. Y solamente a ellos. Muchas gracias.
Es lo
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Es lo que tiene cuando un determinado profesional de la enseñanza (por muy directora que sea) se arroga lo que es enseñable y lo que no. Recuerdo un par de anécdotas. En una ocasión vino mi hija contrariada por que el profesor había denostado una ideología, apoyándose en un vídeo de internet claramente tendencioso. Hablando con él reconoció que quizás no era el material mas adecuado. En otra ocasión, otro profesor, usaba un recorte de periódico para atacar a un determinado partido político. Aun estando de acuerdo con lo que decía el articulo, me puse en contacto con él para intentar hacerle ver su error. Entiendo que los profesores están para enseñar a pensar y no para indicar lo que pensar…
Un saludo!!
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Efectivamente, la educación es enseñar a pensar, luego lo que cada uno piense es cosa de cada uno. Un saludo.
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