Editoriales oportunistas, el eterno debate

Hoy vuelvo a hablar de editoriales (sonido de película de terror y truenos lejanos).

Ya he hablado en otras ocasiones de ese mundo oscuro que se alimenta de pobres escritores distraídos, pero no comenté que existen empresas que, sencillamente, se dedican a aprovecharse del trabajo ajeno para su propio beneficio, y a las que ni siquiera se les puede otorgar la categoría de editoriales. Es un caso reciente el que voy a narrar que he vivido, pero esto se da con frecuencia, y por eso quisiera comentarlo aquí.

Que nadie me malinterprete. Hay buenas editoriales, pero últimamente han proliferado entidades que se hacen llamar así, y no lo son. Eso da muy mala imagen al sector, y las editoriales profesionales ven indirectamente dañada su imagen.

Bien, no voy a redactar una historia completa porque no quiero aburrir al lector, pero tengo todos los datos, detalles, y pruebas, en mi poder. En todo caso, eso es lo de menos. Lo importante es dejar constancia de los hechos.

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Editoriales y el concepto de triunfo

Seguimos con la ronda de reflexiones para publicar un libro en unas condiciones adecuadas, y para hablar de esa cosa que se llama «triunfar». Lo que se debe hacer se resume en un solo concepto: perseverar.

No es ninguna broma. La perseverancia es la que te puede llevar a triunfar, en cualquier aspecto de la vida. Por supuesto, también hay que aprender a retirarse a tiempo. Pero no debe uno dar media vuelta cuando hay señales que indican que el trabajo está dando sus frutos, incluso si son aparentemente escasos, cuando escalas peldaños, aunque sean muy pequeños. ¿Un nuevo lector? ¿Una nueva descarga? Son motivos suficientes para perseverar. Pueden llegar con cuentagotas, pero aunque una gota no llena un mar, te acerca al océano un poco más.

De todas formas, perseverar debe ser algo que tiene un límite por supuesto. Cuando se ve que las oportunidades y las sensaciones de que lo que hacemos ni tiene un espacio, ni lo va a tener, y eso es recurrente en el tiempo, lo mejor es dejarlo. El problema es que eso es fácil decirlo, muy difícil hacerlo. Van Gogh pintó toda su vida, y triunfó al final. Eso sí, tuvo que morirse. Algo que ocurre con demasiada frecuencia. La gente suele admirar a artistas anónimos, con poca o nula fama, pero esa misma gente no suele comentar ni apoyar a ese artista hasta que este se muere. La frase «qué gran artista ERA» se escucha en demasiadas ocasiones. Pero en fin, ese tema lo trataremos otro día.

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