Fragmento de «Yggdrasil»

Nota noviembre 2020: el libro será retomado después de haber sido dejado de lado. Y formará parte de la saga Aesir-Vanir.

«Yggdrasil» será el decimosexto libro de la saga Aesir-Vanir. La idea es tenerlo para el verano de 2021, pero veremos qué sucede y cómo evoluciona todo. Porque, en todo lo que tiene que ver con el futuro, las premisas siempre se tuercen. Eso forma parte de la gracia y la experiencia de la vida.

Yggdrasil se sitúa mil millones de años después de «La insurrección de los Einherjar», y tres mil millones de años antes de «La leyenda de Darwan». Es también el resultado de lo que acontece en «Operación Fólkvangr». Ahí se desarrolla, en lo que en en el universo literario de la saga Aesir-Vanir se denomina «Era Anterior», el drama de la humanidad intentando sobrevivir en medio de una guerra entre dos especies tremendamente más avanzadas.

Este libro, como todos los demás, podrá leerse por separado. Pero claro, quienes conozcan la historia completa podrán ver detalles en las conversaciones, y en los personajes. De eso se trata cuando hablamos de una saga. Muchas gracias a todos por vuestro interés.

Más información sobre «Yggdrasil» en este enlace.

Helen entró como un huracán en el despacho de Pavlov y cerró la puerta de un portazo. Este se hallaba profundamente concentrado en un viejo televisor de tubo, que proyectaba una vieja cinta VHS de un partido de baloncesto. Aquel material solo existía como réplica de los originales. Pero nadie hubiese notado la diferencia. Helen miró a Pavlov asombrada de que la ignorase de ese modo, mientras éste gritaba a la pantalla:
—¡Vamos, lanza ya! ¡Vamos! —Pavlov casi se levantaba de la silla, concentrado en aquel partido entre los Ángeles Lakers y los Chicago Bulls. La canasta no entró, y Pavlov dio un golpe en la mesa.
—¡Maldita sea! —Exclamó—. ¡Así no se ganan partidos! —Helen se acercó al televisor, y lo desconectó. Pavlov la miró con cara de sorpresa, y preguntó:
—¿Qué haces? ¡Estamos cerca! ¡Todavía podemos conseguirlo! —Helen suspiró, cruzó los brazos, y preguntó:
—¿De qué va todo esto, Pavlov? —Este suspiró, y al cabo de unos segundos, contestó:
—Está bien, te lo diré: va de dos equipos de cinco jugadores cada uno, y tienen que encestar y hacer puntos para… —Pavlov se detuvo, cuando el contenido de un vaso de agua cayó sobre su cabeza, fruto de la acción de Helen.
—¡Está fría! —Exclamó Pavlov.
—Hay para matarte, y me quedo corta —aseguró ella.
—¿Por qué dices eso? Es solo un partido. Lo que echo en falta son los perritos calientes y la cerveza. Luego sigo con los asuntos de esa maldita guerra entre marcianos, pero quiero ver cómo termina este partido. —Helen replicó:
—Pavlov…
—Dime, Helen. Pon la tele, anda, por favor. Y siéntate en esa silla, y lo vemos juntos. Tú podrías haber jugado en un equipo de baloncesto. Con esa altura, y esa pinta.
—Pavlov —repitió Helen—. Hace mil millones de años, aproximadamente, que terminó ese partido. Esas ciudades y esos estadios ya no existen. Esos países sucumbieron a una guerra. Ahora, la misma Tierra va camino de su fin como lugar habitable. Y estamos en medio de un fuego cruzado de otra guerra entre dos especies, con tecnologías que nuestros físicos no habrían podido ni imaginar. Así que haz el favor de olvidar el baloncesto, los Ángeles Lakers, Estados Unidos, La Tierra, y el mundo que conocimos. Viaja a este presente, porque aquel mundo ya no existe. Ni existirá nunca más.
—Lo haré —aseguró Pavlov—. En cuanto termine el partido. Quedan menos de dos minutos, y han pedido tiempo muerto.
—¿Por qué lo haces, Pavlov? —Preguntó Helen.
—¿Hacer el qué? ¿Ver el partido? Me ayuda a intentar asimilar lo que nos ha ocurrido. No todos los días despiertas mil millones de años después de muerto, fruto de un truco de ingeniería genética de un grupo de locos y enfermos salvadores de la humanidad, solo para entender que tu mundo dejó de ser lo que era hace tanto tiempo que ni restos quedan. Y yo perdí a mi mujer, a una hija, y la vida, por este orden. Solo me queda este partido. Es lo único que pido; terminar de verlo.
—No, no me refiero a eso. Y lo siento. Siento lo que pasó con Kathryn. Y con tu hija. Me refiero a por qué me has propuesto para liderar al grupo humano en la guerra contra los LauKlars.
—Yo no he hecho eso. —Helen se acercó a la mesa de Pavlov, y dio un golpe en la mesa con furia. Replicó:
—¡No me tomes por tonta, Vasyl Sergei Pavlov! ¡O te haré tragar ese maldito televisor por esa enorme boca que tienes!
—¿Yo? ¡De ningún modo te tomo por tonta!
—¿No? Varias fuentes me han confirmado que alguien va diciendo por ahí que soy yo, y no ese estúpido que se cree un experto en estrategia militar, la que debe tomar el mando de la humanidad. Alguien que sospechosamente tiene un especial interés por complicarme la vida. Y yo les digo que eres tú quien debe hacerlo. Eres tú el que jugó a los soldaditos en la Tierra, no yo. ¡Tú tienes experiencia militar! ¡Tú puedes liderar esta guerra para la humanidad!
—Yo no sirvo para el mando, Helen. Nunca fue lo mío. Ni lo es ahora. Dame una nave, la Fenrir, y una tripulación. Y barreremos a esos LauKlars. Contigo al mando, lo haremos. —Helen suspiró. Se sentó en una silla, y preguntó:
—¿Por qué me haces esto, Vasyl? Yo era solo una joven que no llegaba a la treintena antes de morir, sin experiencia militar. Mi vida fue un desastre, aburrida y sin ningún mérito. Morí poco antes de cumplir los treinta por un cáncer. Y alguien me metió en una botella estelar, en un frasco conteniendo mi ADN y mis esquemas de memoria cerebrales. Alguien hizo eso, y metió a varios cientos de miles de seres humanos más. Lanzados al espacio, para sembrar la galaxia con el germen de la humanidad. Alguien nos encuentra, y decide que somos la máquina de combate perfecta para resolver sus problemas. Y decide que van a traernos de nuevo a la vida. Y a convertirnos en la punta de lanza de una ofensiva desesperada.
—Lo has descrito muy bien.
—Tú sabes algo más, ¿verdad? Sabes algo de todo esto. Por qué estamos aquí. Qué ocurrió en la Tierra. Quienes fueron los impulsores de esta locura…
—No sé a qué te refieres —aseguró Pavlov indiferente.
—Voy a matarte, Vasyl. Pero lentamente. Y disfrutando cada instante.
—Ya lo intentaron en el pasado. Al final lo consiguieron. Pero creo que por lo menos esa muerte tuvo un sentido.
—¿Vas a contarme lo que sabes?
—Voy a seguirte, Helen Parker. Voy a seguirte, porque eres quien debe guiar a la humanidad.
—Estás loco. Estáis todos locos. Proponerme a mí, es una locura. No sé ni disparar un arma. La única guerra que viví fue en alguna ocasión con alguna consola de videojuegos. Llevaba el símbolo de paz en un colgante. Era antimilitarista y amante de la paz y el amor universales. Y ahora queréis que dirija una guerra. Estáis locos. Moriremos todos a las veinticuatro horas de que yo tome el mando. Y esta vez será para siempre. Estáis completamente locos.
—Es cierto. Estamos locos. Y todo esto es una pesadilla. Pero eso no niega la realidad.
—¿Qué realidad, Vasyl?
—Que eres la figura perfecta para liderar a la humanidad. Algún día lo entenderás. Ahora puede que no. Pero lo harás.
—Estás mandando lo que queda de mi vida al infierno, Vasyl. ¿Ves en mí a una superestrella, líder de la galaxia, capaz de gestionar una guerra interespecies? ¿Por quién me has tomado? Yo era solo una mujer corriente, que trabajaba en unas oficinas corrientes, gestionado documentación y papeleo burocrático corriente. ¿Por qué me haces esto, Vasyl? —Pavlov se levantó. Se acercó a ella. La altura de Helen intimidaba. Incluso a él. Su metro ochenta y cuatro y su aspecto y mirada eran suficientes para destacar y amedrentar a cualquiera. Pavlov dijo:
—No soy mucho de discursos, Helen. Soy un hombre de acción. Es lo único que sé hacer, y para lo que me entrenaron. Pero hoy voy a decirte algo: te vi cuando estabas muerta. En la Tierra. En el año 2053. Efectivamente, sé algo, pero no puedo, ni debo, contarlo. Ni tú debes dejar constancia de que pueda haber sido yo quien ha impulsado el rumor de que se te debía elegir como líder. Ellos ya sentían que debías serlo. Ya lo intuían. Yo solo les he aclarado esas ideas. Cuando te vi en la Tierra supe que te seguiría a todas partes. Ellos, los que recuperaron tu cuerpo, ya te habían elegido entonces. Yo te elijo ahora. Yo, y todos los demás. Te seguiremos a donde vayas. Haremos lo que tú digas. Y lucharemos en tu nombre. Sea cual sea tu destino, será el nuestro. Sea cual sea tu final, será el de todos.

Helen se sentó en una silla. Al cabo de unos instantes, miró a Pavlov, y susurró:
—Pon la tele. Vamos a ver el final de ese partido juntos.

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

3 opiniones en “Fragmento de «Yggdrasil»”

  1. Entiendo que el Pavlov que aparece en este libro no es La Insurrección de Los Einherjar y es el que aparece en la Leyenda de Darwan. Me imagino que la hija a la que se refiere es Sandra. Si es así, ¿por qué no la menciona?

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    1. Exacto, el Vasyl de La insurrección de los Einherjar fue traído al mundo por los Isvaali usando la copia que Sandra tenía. Aquí se ha regenerado por los Xarwen junto al resto del personal, y su memoria acaba cuando acaba operación Folkvangr. Vasyl recuerda a Sandra, y la ve como una hija, pero no sabe la verdad. Luego en el libro se darán más detalles de sus sentimientos hacia Sandra, gracias a Irina Musilova, que también estará en este libro y que conoció a Sandra tras terminar la Operación Folkvangr. Saludos y un abrazo.

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