Once de abril de 1983. Era un lunes. Sobre las nueve y media de la noche. Estábamos sentados, hablando de sueños, y de esperanzas. De miedos, y temores. De futuros prometedores que conquistaríamos con nuestros corazones. De ser los dos guerreros perfectamente preparados para luchar contra las peores inclemencias, contra nuestros miedos, y contra nuestras frustraciones.