Aviso: confesión lacrimógena de mi juventud. Léalo bajo su propio riesgo. Hoy tocaba recordar el pasado y ponerse nostálgico.
Una de las consecuencias de hacerse mayor es que el baúl de los recuerdos del pasado se hace más y más grande. A veces, tan grande que parece ocupar todo el espacio de la mente, absorbiendo nuestro presente, y negando nuestro futuro.
Pero eso no significa que no sea bueno recordar, porque son los recuerdos los que nos hacen humanos, y son los que conforman nuestra personalidad. De eso hablaba recientemente con mi hermana, mientras me ofrecía una de sus madalenas caseras, las cuales son imposibles de rechazar.
Mi recuerdo se fue a una antigua amiga, Ana (nombre inventado, no es necesario dar detalles).

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