Sexta parte en este enlace.
Primera parte en este enlace.
Séptima parte de este relato sobre el origen de la disputa entre Sandra y Robert que ellos mismos discuten en “Las entrañas de Nidavellir”.
Olga está a punto de terminar su jornada como analista, cuando detecta un hecho muy perturbador, del que informa a Víctor. Ambos deben salir de urgencia de las instalaciones. Mientras tanto, Sandra y Robert discuten lo que ha ocurrido entre ellos, y Sandra intenta comprender su comportamiento, que no puede explicar de una forma racional…
Fragmento.
Olga estaba cansada, tras una nueva y agotadora jornada. Los ojos ya no parecían poder concentrarse en nada, y su mente vagaba entre los recuerdos de las abandonadas clases de la universidad, sus padres, que siempre temían sus desapariciones y su misteriosa vida secreta, y sus sueños de convertirse en una historiadora de nivel, con notas reales y acordes con su mente, y no esas notas medias que tenía que obtener para no destacar entre todos los estudiantes.
Iba a levantarse, tras examinar cientos de documentos, publicaciones, vídeos y comunicaciones interceptados, y otros datos de interés. Pero una última entrada reciente llamó su atención. Estaba ya de pie, y se sentó de nuevo.
Comenzó a leer. Su rostro se fue transformando poco a poco. Sus ojos se fueron abriendo, y su ritmo cardiaco se disparó casi hasta el infinito.
De pronto, saltó de la silla, cayendo esta al suelo. Fue corriendo a la habitación de al lado, donde un también agotado Víctor estaría preparándose para dormir. Pulsó el botón de llamada con insistencia. Al cabo de unos segundos, se abrió la puerta. Un Víctor con cara de sorpresa posó sus ojos sobre Olga. Algo pasaba. Ya la conocía lo suficientemente bien como para conocer aquel rostro.
—¿Qué pasa, Olga? ¿Has soñado con la ciudad de Kítezh, o tienes otro de esos inesperados momentos de locura en el que tienes que explicar alguna curiosa y retorcida teoría al primero a tu alcance?
—¡Calla, Víctor, calla! —Exclamó Olga, mientras empujaba a Víctor dentro de su habitación, y cerraba la puerta. Víctor no se dio por aludido. Conocía el carácter histriónico de Olga, y sus impulsos juveniles irrefrenables cuando algo le rondaba por la cabeza.
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Un comentario en “La estrella de Kítezh (VII)”
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