Las cien vidas de Marte

Iba a titular esta entrada «Los cien muertos de Marte«, pero afortunadamente intento por todos los medios no usar técnicas de comunicación de perfiles amarillistas y sensacionalistas para atraer lectores. Pero esta entrada sí tiene algo de alarmista, y debe serlo, al menos desde cierto punto de vista, por cuanto quiere volver, una vez más, a denunciar las palabras de Elon Musk, un hombre que necesita constantemente ser el centro de atención de las masas, y sentirse idolatrado y admirado por sus incondicionales, que aplauden cualquier cosa que diga y anuncie.

Es importante que, aquellos que intentamos (con mayor o menor fortuna) ofrecer entradas informativas rigurosas, sin decoraciones ni aditamentos publicitarios no esenciales, denunciemos actitudes totalmente carentes del más mínimo sentido común. Y anunciar, por parte de Elon Musk, que se van a mandar cien seres humanos a Marte en una primera expedición es de lo menos razonable que he oído en mi vida en relación a proyectos de gran envergadura, como es la conquista de Marte.

Sobre todo si se asegura que muchos morirán en el viaje.

De acuerdo, los cohetes han llegado. ¿Y la vuelta? Por muchos insensatos entusiastas convencidos de que quedarse en Marte será maravilloso, lo cierto es que la gran mayoría colapsarán mentalmente por no poder volver a la Tierra.

El viaje a Marte: una tortura psicológica jamás vista.

Primero adelantaré un dato: cuando se viaja al espacio, y se va a estar semanas, meses, en este caso años, interactuando con personas en espacios cerrados, sin posibilidad de huir del área, se ha de analizar la psicología de cada tripulante, pero también la interacción de esa psicología frente a la de los demás. Por eso, tan importante como la preparación de los astronautas es el perfil psicológico de cada uno de ellos. No solo han de ser adecuados, sino que han de ser compatibles entre sí.

Si tenemos un viaje de cuatro astronautas, como el que la NASA prepara para la Luna, las interacciones son 4 x 4 = 16. Hay 16 combinaciones de interacciones de personalidad que deben ser analizadas con profundidad. Porque si una sola de esas interacciones no cumple los patrones de conducta adecuados, esas interacciones podrán devenir en actos fuera del razonamiento y la lógica, con el compromiso que para la misión supone.

Ahora pongamos el mismo ejemplo, pero con cien personas: 100 x 100 = 10.000 interacciones potenciales. La probabilidad de que un porcentaje de esas interacciones no sea la adecuada es alta, pero la probabilidad de que alguna de esas interacciones sea peligrosa también es alta. ¿Y cómo analizar 10.000 interacciones para verificar que todas ellas operan dentro del rango del equilibrio? Es básicamente imposible.

En una nave gigantesca, esas personas, con interacciones negativas u hostiles, podrían separarse en la distancia, que es lo que hacemos en la Tierra, incluso si trabajamos en la misma oficina. Pero, en una pequeña nave espacial, y en una hipotética base marciana de un tamaño reducido, eso es una fuente de inestabilidad y de perturbación psicológica que no puede llegar a medirse.

Si esto fuese ficción, escribiría una historia que intentaría entretener al lector, atraparlo y hacerle disfrutar con la lectura de un relato lleno de misterios, trampas, giros, y sorpresas. Porque de eso la ficción: de entretener, entre otras cosas.

Pero esto no va de ficción; va de realidad. Y la realidad se ha de explicar como es. De forma clara, pero directa y sin concesiones.

Y mi explicación en este caso tiene que ver con el viaje que quiere llevar Elon Musk y su empresa SpaceX a Marte: cien hombres y mujeres en un cohete, cuyas pruebas (muy preliminares) han comenzado recientemente. Un viaje que Elon Musk quería para 2024, y ahora ya habla de 2050. Una fecha que tiene un problema: el viaje es de solo ida. O, en todo caso, el combustible se obtendría del propio Marte mediante laboratorios llevados en las naves.

Sea como sea, Elon Musk quiere llevar a cien hombres y mujeres, aparte de la otra locura de llevar a cien personas en un primer viaje, introduciendo un factor de desequilibrio psicológico por las interacciones entre tantas personas.

Cien de ida, ninguno de vuelta.

y, aquí la locura: quiere que esas personas vayan, pero no vuelvan. Repito: quiere que se queden allá, para empezar a construir los recursos necesarios para nuevos viajes. Sí, tiene una idea absurda de que fabrique allá el combustible para el retorno, usando materias primas del propio Marte, pero esa idea es absurda y peregrina en un primer viaje. ¿El problema? El cohete solo tendrá combustible para el viaje de ida.

Cuando llegó a América, Hernán Cortés quemó sus naves. Así motivó a la tripulación a adaptarse al nuevo mundo. Elon Musk quiere repetir esa técnica con cien seres humanos en Marte. Pero, por muy duro que fuesen las circunstancias para los tripulantes de Cortés, una cosa sí les puedo asegurar: América no es Marte.

Pruebas de estrés en la Tierra, todas negativas.

Se han hecho pruebas diversas aislando a personas en desiertos y otros lugares, en situaciones que simulan lo que tendrían que vivir en Marte. Las conclusiones son desastrosas: los experimentos fallan; las disputas crecen; las mentes se rompen. La neurosis se adueña de los voluntarios. Y quede claro que ellos están en la Tierra, simulando estar en Marte.

¿Soluciones?

La solución más genérica está en no ir a Marte hasta que estos temas se resuelvan. De entrada, se deberían mandar importantes cantidades de material y robots para construir hábitats ya preparados para los astronautas. Deberían ir en grupos pequeños y controlados, y deberían viajar en naves con espacios adecuados para disfrutar de un mínimo de intimidad.

Marte se puede colonizar, pero no así.

Marte se puede colonizar, pero se ha de hacer intentando que los seres humanos, el punto más débil del proyecto, no pierdan el control. Mandar grupos adecuados a sus misiones e interacciones, y permitir que se cree un espacio que pueda simular la situación de la vida en la Tierra. Para ello proyecciones holográficas que permitan simular espacios terrestres son fundamentales. Crear ambientes que permitan el recogimiento y la tranquilidad. Y, por supuesto, sabiendo que la misión, aun larga, tiene un fin, y volverán a la Tierra.

Poco a poco se irán integrando con el planeta, en segundos y terceros viajes. Algunos finalmente se decidirán a quedarse, cuando el momento sea el adecuado así como las condiciones. Y algunos tendrán hijos allá.

Esos hijos serán marcianos, y considerarán a Marte como su hogar. No querrán volver, porque nunca han estado en la Tierra. No podrán volver, porque sus cuerpos estarán adaptados a la menor gravedad de Marte. No pensarán en los bosques, el mar, las montañas, porque solo serán imágenes con las que no se sentirán identificados.

Y entonces tendremos una nueva humanidad en Marte. Igual en sueños y emociones, pero distinta y adaptada a Marte. Ellos serán los verdaderos colonizadores. En un tiempo serán una nación, y crearán su propio futuro con sus propias manos.

Pero eso, como suele decirse, es otra historia. Primero debemos dar el primer paso: el más importante. Y, sin duda, el más decisivo.


Elon Musk, declaraciones septiembre 2020: «Hay muchas posibilidades de morir en el viaje a Marte».

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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