El 8 de marzo se celebra el día de la mujer, y, como cada año, se arma un buen remolino de noticias en contra y a favor de la libertad e igualdad de la mujer en la sociedad. Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que, en pleno siglo XXI, nos estemos cuestionando que las mujeres deben ser iguales, en derechos y en deberes, al hombre?
¿Cómo es posible que tengamos que pensar en cómo igualar sueldos en igualdad de puestos de trabajo? ¿Cómo podemos plantearnos que la mujer, en todo el planeta, y también en mi país, España, vive todavía sometida a condiciones que, muchas veces, son claramente injustas, cuando no dañinas y destructoras?

¿Cuándo vamos a reconocer que las mujeres siguen sufriendo una enorme cantidad de maltratos psicológicos y físicos, en todos los entornos, personal, laboral, y social, cuando no es directamente tratada como un objeto sexual?
Yo lo siento. Lo siento por los que no lo ven así. Pero en mis años de vida he visto muchos, repito, muchos casos de abusos a la mujer, en todos los niveles y de todos los tipos.

Malos tratos, a todos los niveles, en todos los escalones sociales.
He visto a mi tío golpear a su mujer con un cinturón delante de sus hijos cuando tenía diez años, he visto a compañeras ser despedidas por quedarse embarazadas, he visto a compañeras salir llorando del despacho por diferentes abusos verbales, físicos y psicológicos, he visto entrevistas de trabajo donde se le preguntaba a la mujer si mantenía relaciones sexuales que pudieran derivar en hijos, y he tratado casos de mujeres violadas, mientras eran despreciadas por sus amigos y familia, y perseguidas por los jueces como si ellas fuesen las culpables. También he ayudado a mujeres a aprender a defenderse, algo que no debería ocurrir, pero que puede salvarles muchos problemas.
Si usted piensa que la mujer se encuentra en una situación fantástica y maravillosa en este mundo, permítame decirle que no estoy de acuerdo. Usted tendrá sus razones y argumentos, yo tengo los míos. Eso no significa que no se produzcan casos contrarios, pero vamos a contar cuántos hombres mueren a manos de sus mujeres versus el caso contrario. Se trata de violencia machista, y es un tipo de violencia que es una verdadera lacra para la sociedad, porque cuesta vidas. Y cada vida humana es un tesoro incalculable.

El problema es de concepto. Mientras nos planteemos siquiera si las mujeres tienen que ser iguales al hombre, y mientras se insista en que la mujer es igual al hombre en todas las capas y niveles de la sociedad, tenemos un problema.
Una dedicatoria a una amiga, si me lo permite.
Yo hoy, aparte de reivindicar los derechos de las mujeres y la igualdad, quisiera dedicar el 8 de marzo a una amiga. Una amiga que me salvó de un caos en el que vivía, y que estuvo a punto de arrastrarme a un infierno de dolor eterno.
Creo que he tenido suerte en la vida con las mujeres con las que me he encontrado en mi camino. Pero, sin duda, la más importante, en un momento crítico, fue Carmen. Ella me salvó de un tormento en el que vivía en una época de mi vida. Yo estaba derrotado y abatido, tras una situación muy compleja y dura que había vivido, y ella insistía en que saliera adelante. Yo insistía en ahogarme en mi dolor, y en encerrarme en mí mismo, a solas en mi casa.
Hay diferentes formas de arreglar una situación así. La lenta, la rápida, y el «método Carmen«. Así que, una tarde, mientras estaba en casa, y yo le dije por enésima vez que esperaba hundirme de nuevo en el infierno para siempre, ella me agarró de los brazos, y a empujones me metió en la ducha, con agua fría y en invierno, mientras me gritaba que no se me ocurriera resistirme si no quería perder algo más que la temperatura corporal por el frío del agua. Era difícil resistirse; su fuerza, su altura, su mirada y su carácter no admitían discusiones. De hecho el personaje de Helen Parker, de La leyenda de Darwan, está directamente inspirada en ella.
Me cambié de ropa, me vestí, y me dijo que no pensaba marchar de casa hasta que cambiase de actitud. Nos fuimos en su coche hasta una población costera, donde pasamos un fin de semana intenso y profundo, hablando de mil cosas, y analizando el por qué de la vida, del universo, de la consciencia, y de los sentimientos.
Cuando volvimos y me quedé solo en casa, yo seguía con un intenso dolor en mi corazón y mi alma. Pero algo había cambiado para siempre. La mano de una amiga que lo dio todo para que yo me recuperase y saliese adelante.
Hoy aún llevo aquel trauma conmigo. Pero lo que ella hizo por mí es algo que nunca podré pagarle. Perdimos el contacto hace unos años, la vida nos llevó a cada uno por su lado. He querido buscarla, pero me ha dado miedo, porque es mejor dejar el recuerdo en el pasado, y vivir el presente, para crear un nuevo futuro.
Carmen fue el ancla de mi vida en el momento en el que mi barco se hundía para siempre. Por eso quiero dedicarle este 8 de marzo, y todos los 8 de marzo venideros. Ella vivirá para siempre en mis novelas, pero sobre todo en mi corazón. Y con la constatación de que una mujer puede tener la fuerza de diez hombres; pero mucho más importante es el coraje de poder soportar mil desgracias, superarlas, y convertir la marea que la arrastra en su trono de agua.
Esa fue Carmen. Y a ella le debo la vida. Allá donde estés, no lo olvides: esa ducha sigue despertándome cada día, y dando sentido a mi vida…
Feliz 8 de marzo. Por un mundo mejor para todos. Por una igualdad plena. Que no tengamos que seguir contando vidas de mujeres perdidas. Ya basta. De una vez, y para siempre. Muchas gracias.
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