La historia del lobo y el pastor confiado

Como muchos de ustedes sabrán, se está viviendo en Afganistán una auténtica locura, con la llegada de los talibanes a la capital, Kabul, y el terror que han desatado.

¿Tiene solución? No. ¿Tienen los talibanes la capacidad de crear un gobierno estable? No. ¿Van a aprovecharse de los enormes recursos naturales otros países, que ven una oportunidad única, sin importar para nada el respeto a los derechos humanos? Sí. ¿Va a hacer algo occidente? No, hasta que comiencen los atentados fuera del territorio de Afganistán. Algo que llevará su tiempo. Pero terminará pasando.

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De mujeres, de liberaciones, de amistades eternas

El 8 de marzo se celebra el día de la mujer, y, como cada año, se arma un buen remolino de noticias en contra y a favor de la libertad e igualdad de la mujer en la sociedad. Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que, en pleno siglo XXI, nos estemos cuestionando que las mujeres deben ser iguales, en derechos y en deberes, al hombre?

¿Cómo es posible que tengamos que pensar en cómo igualar sueldos en igualdad de puestos de trabajo? ¿Cómo podemos plantearnos que la mujer, en todo el planeta, y también en mi país, España, vive todavía sometida a condiciones que, muchas veces, son claramente injustas, cuando no dañinas y destructoras?

Frances Wright, escritora (1795, 1852).
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Sheryl, y el clamor que envuelve América

Los anglosajones tiene un término para definir una persona o entidad que no se valora lo suficiente. Lo llaman «underrated». En el caso de Sheryl Crow este término se puede traducir por «es una de las mejores cantantes, guitarristas, pianistas, bajistas, y compositoras, de los últimos treinta años, y, sin embargo, sus trabajos son desconocidos e ignorados para un gran porcentaje de la población«.

Esa es Sheryl Crow. Solo hay que escuchar su discografía (yo la tengo completa) para darse cuenta de su versatilidad, su capacidad de trabajo, sus ganas de superación, y su energía. Pero, sobre todo su mensaje: unas letras imperecederas, que tan pronto nos hablan de amor, como de guerra y paz, de sueños de libertad, y de luchas por un mundo mejor. Y ahora lo ha vuelto a hacer: nos trae un nuevo vídeo que rompe, una vez más, con todo.

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Joan Baez: último concierto, último grito de libertad

Para este miércoles musical, me gustaría traer a este perdido blog a una cantante irrepetible y única, símbolo de la lucha social por los derechos humanos, y un alma delicada y única, que nos ha traído un mensaje de esperanza y de libertad: Joan Baez.

La cantante estadounidense viene a España, y dará tres conciertos en una gira de despedida mundial en la que se retira de los escenarios. A sus setenta y ocho años la voz se le escapa de las manos y de la garganta, en un serio aviso de que la edad no perdona ni a las almas más inmortales de la canción y el arte, y con un aviso muy claro: lo que tengas que crear, y lo que tengas que hacer en la vida, hazlo ya. Mañana las fuerzas se habrán perdido, y no habrá una segunda oportunidad.

Joan Baez in concert, Stockholm, Sweden - 02 Mar 2018
Joan Baez en una foto reciente

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Una profunda herida en el alma

Hoy iba a publicar un nuevo artículo relacionado con ideas, consejos, y puntos de vista centrados en el mundo de la literatura, y en cómo promocionar una obra literaria, y del uso de Amazon. Está escrito con un tono de cierto humor, y, sobre todo, intentando aportar datos que puedan servir a los escritores, sobre todo a aquellos que comienzan su andadura en las letras.

Pero no puedo. Hoy no puedo publicarlo. Hoy no cabe en este blog. Saldrá a la luz seguro, pero no hoy. Mañana, o pasado. Hoy quiero hablar de esos monstruos que se dedicaron a destrozarle la vida a una joven en los sanfermines de 2016. Y a esos otros monstruos de la justicia, que, tras una retahíla enorme de pruebas que, sin dejar un margen de duda, demuestran que la chica fue violada de una forma brutal, han dejado de lado todas esas pruebas, incontestables, para decir que no hubo violación. E incluso uno de esos jueces pretendía dejar en la calle a esos monstruos. ¿Por qué no encierran a la joven, por ser mujer? Porque dentro de poco, vamos a llegar a eso.

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Star Trek: el mensaje del futuro

Vamos con algo de música, que al fin y al cabo es miércoles, y con reivindicaciones sociales, porque, al fin y al cabo, soy uno de esos idealistas que cree que un mundo mejor es posible, pero también, que no tenemos la eternidad para solucionar este mundo.

Mucho se ha hablado de Star Trek como utopía imposible de conseguir: la de un mundo unido, que camina hacia las estrellas. Son esos los mismos que dicen que el mundo es así porque no puede ser de otro modo. Que debemos conformarnos con las desigualdades, las guerras, y el dolor y sufrimiento de millones de seres humanos. Claro que siempre lo dicen esos que, casualmente, no necesitan de un mundo mejor para vivir.

Y yo digo que eso es falso; que podemos, y debemos, crear un mundo mejor. Y el mensaje de Star Trek es precisamente ese: vamos a crear un mundo mejor para todos.

En un mundo dividido, con fronteras que marcan territorios e ideas, donde las lenguas son instrumentos políticos, y en el que los muros detienen la desesperación de millones de seres humanos, Star Trek es una utopía que muestra una humanidad unida, luchando unos con otros por crear un mundo mejor.

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La primera Enterprise, del siglo XXII, antes de la Unión Federal de planetas

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Una vela por los desterrados del amor

Ahora que se acaba el año, me gustaría encender una vela. Poner un poco de luz en todos aquellos hombres y mujeres, y también en todos los seres vivos en general, que por distintas razones han sufrido o sufren maltrato físico o psicológico, y por todos aquellos seres que han dejado este mundo este año por causa de la violencia, la maldad, la injusticia, el hambre, o la guerra.

Y por cualquier causa que haya provocado que la ilusión y el sueño de una vida se haya visto truncado por la maldad y la avaricia de una especie que presume de ser inteligente, pero que destruye el mundo, a sus semejantes, y la vida en general, por razones económicas, políticas, sociales, culturales, religiosas, o por el simple placer de hacer daño.

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Cuando el dolor alcanza a los más inocentes

Estoy harto. Harto de tanto odio, de tanta guerra, de tanta injusticia, y de tanto enfrentamiento constante. En mi país, y fuera de mi país. En todo el mundo, mires donde mires, la barbarie y el odio copan los espacios públicos. Muchos se arrogan el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los demás, sentados en sus cómodas butacas, fumando un cigarro, y viendo el partido. Y me entran ganas de vomitar ante tanto desprecio por la vida. Por la vida de tantos y tantos inocentes.
Mi padre decía: «nada como una buena guerra para aprender lo que es el dolor y la muerte, y para recibir la más importante lección de vida». No, por supuesto que no promocionaba la guerra. Su mensaje era por supuesto el contrario. Mi padre huyó de la guerra civil a Bélgica, y cuando ya estaba instalado allí, entraron los nazis, y tuvo que huir de nuevo. Vivió dos guerras. Sabía de lo que hablaba.
Precisamente el haber vivido entre algodones lleva a muchos a comportarse de forma absurda y grotesca, hablando de nazis, de enemigos, y de luchas sin saber en absoluto de qué hablan.
Cada vez tengo menos amigos, pero no lo eran, porque gente que apoya cualquier tipo de violencia no tendrá nunca un lugar a mi lado. Nunca. Aunque me quede solo, nadie que apoye cualquier atisbo de violencia tendrá de mí más que desprecio y olvido.
Es divertido, porque tengo fama de raro y difícil, y me lo dice gente que apoya la masacre de gente inocente por motivos políticos. Me encanta entonces ser raro y difícil, y espero no dejar de serlo nunca. He visto demasiado miedo, demasiado odio, demasiado dolor, demasiada sangre en esta vida como para no conmoverme con el sufrimiento de inocentes. Ni un alma más en pena. Ni un solo ser inocente atormentado. Ni uno más. Nunca. Jamás.
Perdone el lector mis palabras si son duras o ásperas. Pero digo lo que siento, y siento lo que digo. Y el dolor ajeno me conmueve y me hace hervir la sangre de rabia ante tanta intransigencia y tanto desprecio por la vida. Tendré mejores días. Pero siempre llevaré en mi corazón a cada alma inocente que sufra una injusticia. Siempre.
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«Las entrañas de Nidavellir I» gratis en Amazon

Desde este sábado 30 de septiembre y durante tres días, la primera parte de «Las entrañas de Nidavellir» estará disponible de forma gratuita para todos los lectores interesados de la obra. Los no interesados deberán pagar 250 euros (es broma, basta con que no lo descarguen).

«Las entrañas de Nidavellir» trata básicamente de poder. De un poder establecido, que legitima un tipo de organización de pueblos y sociedades basados en una jerarquía y unas leyes concretas, y de cómo una parte de esos pueblos y esas sociedades se rebelan contra ese poder, y establecen una rebelión para cambiar las normas que durante incontables siglos han mantenido en lo más alto a una jerarquía basada en parámetros que la rebelión no considera ni justa, ni coherente. Por ello proclaman una lucha por la libertad completa y real de los pueblos, y se enfrentan a las fuerzas que durante generaciones han mantenido el poder.

En medio de esta situación, Sandra será llamada por el ser que más odia, Philip, más conocido como Deblar, para investigar un extraño descubrimiento en la luna Titán de Saturno, por parte de la empresa Titan Deep Space Company. Pero Sandra se verá arrastrada a encontrarse frente a la rebelión, y a tomar una decisión: ¿luchará al lado de esa rebelión, que le promete libertad para todos los pueblos, incluida en la Tierra? ¿O se pondrá al frente del poder establecido, que ha asegurado la paz durante siglos?

La libertad, el poder, y el sentido de la justicia son la base de «Las entrañas de Nidavellir», y el momento en el que Sandra debe aceptar que no puede escapar a su destino. Un destino que la atrapa y la lleva a entender que ciertas decisiones aparentemente morales pueden a veces llevar acarreadas consecuencias que van mucho más allá de la justicia y la verdad. Ella tendrá que diferenciar entre sentido de la libertad y los intereses personales de cada parte implicada.

Esa es la esencia de «Las entrañas de Nidavellir». Si lo leen, espero que lo disfruten. Yo, como escritor, no puedo pedirle más a la vida que tener lectores satisfechos. Si lo consigo, el objetivo será pleno. Muchas gracias.

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Quo Vadis, Donald?

Bueno, vamos a ver cómo termina esta entrada. Porque las entradas se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. Sobre todo si el «protagonista» es Donald Trump.

Cuando Trump llegó al poder, comenté que este hombre no terminaría su mandato, y mucho menos lo repetiría. Ahora tengo que reconocer que me equivoqué. Sí. Este hombre no verá el año nuevo en la Casa Blanca, o, como mínimo, verá cómo el camión de la mudanza se acerca frío y oscuro. Ah, que me dicen que da igual, porque él pasa el tiempo entre su torre en Nueva York y el campo de golf. Haberlo dicho antes hombre, con lo bien que me estaba quedando la imagen.

Donald Trump es, sin embargo, una bendición para Estados Unidos (o América, y sí, estoy de acuerdo en que América es más que USA). Y voy a explicar brevemente, al final de este texto, por qué es una bendición.

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América es, como todos los países, cíclico. Se mueve entre el oscurantismo medieval, y la luz del conocimiento. Y atención, no hablo de demócratas o republicanos. Hablo de políticas para el progreso y el conocimiento, frente a otras que abogan por el control de la ciencia y del ser humano por grupos poderosos religiosos, muchos de ellos fanáticos, y tan fanáticos que muchos de esos islamistas que dicen combatir parecen niños de pecho a su lado. Abogan por las armas. Abogan por el control del individuo. Abogan por convertir la sanidad en  un negocio. Abogan, atención, claramente por la tortura. Abogan por obligar a los profesores a que enseñen doctrinas religiosas de carácter fundamentalista. Abogan por eliminar todo tipo de ciencia contraria a sus leyes divinas. Abogan por reprimir a la mujer, con frases como «por qué tengo que pagar yo tus controles para el cáncer de mama».

Abogan por negar conclusiones perfectamente aceptadas como el cambio climático. Están procediendo a desmontar todo tipo de organizaciones de carácter cultural, social, y de destruir las artes. Juzgan y condenan a naciones enteras. Persiguen a científicos y centros de investigación que atentan contra su religión. Se atreven a decir que ellos están en posesión de una verdad que es divina, y que solo ellos la ofrecen a quien quieren. Abogan por mirar a otro lado frente al racismo, la xenofobia, el dolor de aquellos que menos tienen. Abogan por las armas como método para combatir la violencia. Abogan por la pena de muerte como solución final. Abogan, en definitiva, por la mentira, por la infamia, y por un criterio fundamental, cuyo argumento es el siguiente: «o estás conmigo y mis ideas, o estás contra mí, y entonces, te combatiré con todas mis fuerzas».

No. No hablo de Irán, o de Arabia Saudí, por si alguien se había despistado. Hablo de Estados Unidos. Pero ¿qué Estados Unidos? El de Donald Trump, claro.

¿Está todo perdido? No. Ni muchísimo menos. Existe otra América. Existe otro país. Está ahí, agazapado, escondido, temeroso, pero poco a poco despierta. Es la América de la libertad. La América que busca ser un país de paz y en paz. La América que te recibe con un abrazo, y no con un arma. La América de los sueños, de los viajes al futuro, de la música viva y vibrante. La América que aboga por la enseñanza, por la justicia y la sanidad universales. La América que lucha por destruir barreras, por acabar con los muros, y por construir puentes. La América que trabaja por el conocimiento, por la ciencia, por que cada profesor enseñe que la libertad que tanto costó ganar, se pierde fácilmente. La América que es y será siempre un gran país. Con defectos por supuesto. Con asuntos por solucionar importantes sin duda. Pero que mira al mundo como a un igual, con la idea de apoyar y empujar a otros países a conseguir su libertad tendiendo la mano, y no bombarderos ni misiles. La América que manda portaaviones no para combatir, sino para recoger a hombres, mujeres y niños flotando en el mar, y les da la oportunidad de disfrutar de una nueva oportunidad.

Es es la América que yo quiero. Y yo sé que es la América que quieren millones de estadounidenses, que se ven representados por un hombre que no es que sea un mal político, es, simplemente, una pesadilla para la democracia, para la diplomacia internacional, y para el futuro de América, y de la humanidad.

La lección parece evidente: ahora ya hemos visto lo que consigue el populismo, la demagogia, y la mentira. Todas ellas condensadas en Donald Trump. Es hora de empezar a organizar un relevo, sea del partido que sea, y comenzar de nuevo a construir el puente hacia un país mejor, más grande en corazón, y más lleno de vida, de amor, y de paz. Y es evidente que es difícil. Sé que hay muchos retos, y mucho miedo por el terrorismo internacional. Pero no lo olvidemos: los terroristas cuentan con ese miedo para ganar. Si tenemos miedo, ellos ganan. Si les hacemos frente con entereza, con la justicia y la libertad, temblarán.

No se trata de no luchar. Porque sé que algunos dirán «mira, ahí va el pacifista ese, el soñador». No. Yo sé que a veces hay que luchar. Pero no puedes convertir el mundo en tu campo de batalla, y a cada país en tu enemigo. No se trata de eso. Se trata de quién lucha, cuándo, cómo, y por qué. Con qué objetivos, con qué aliados, y con qué resultados. Esa es la lucha de la libertad. Lo ha sido durante toda la historia de la humanidad. Ahora no tiene por qué ser distinto. Lanzar bombas propagandísticas no lleva a nada. La guerra televisada nunca se gana. Se gana la guerra que trabaja por la paz. Y sé que algunos dirán que la guerra no conduce a nada. Y es verdad. Pero la paz amenazada es una paz envenenada.

¿Cómo terminar con las guerras? Es difícil. Pero es posible, por supuesto que es posible. Se hace con educación, y con cultura. En todo el mundo. En todo el planeta. Y para cada niño y niña de la Tierra. Si se ha luchar, debe ser una lucha por la igualdad. Por los derechos humanos.  Algunos dirán que no hay guerras buenas. No las hay. Y debemos reflexionar por qué hemos llegado, como especie, a esta brutalidad. De nuevo, la educación es el arma definitiva para ganar.

Al final, Donald Trump dejará la Casa Blanca, y habremos aprendido una dura lección de cómo se puede perder el sentido de la realidad. Y eso es bueno. Porque nos hará reflexionar, y la próxima vez, con un poco de suerte, ganará la lógica, y el sentido común. Sea quien sea que gane, ganará una oportunidad de paz. Y eso sí merecerá la pena verlo y aplaudirlo. Por América. Y por el mundo.