
Cuando el dolor alcanza a los más inocentes

Actualizado: una muestra de la situación actual en este enlace. Es evidente que esta sociedad tiene un problema. Y es evidente que ese problema es muy grave.
Hace unos días, por cuestiones de trabajo, estuve en un evento informático donde, entre otras actividades, dio una charla un grupo de tres mujeres pertenecientes a la asociación FemDevs. Fem de Femenino y Devs de Desarrolladoras, por si hay que aclararlo. Es decir, es un grupo de mujeres desarrolladoras de software, y el evento donde se encontraban era, precisamente, de desarrollo de software para videojuegos.
Reconozco que al principio no estaba por la labor de escucharlas. No por sus reivindicaciones, sino por la enorme paliza que llevaba de trabajo y horas encima, que me mantenía con un malestar físico y agotamiento extremo importantes. Quería escabullirme de allí e ir al hotel lo antes posible a descansar. Pero afortunadamente me quedé, y digo afortunadamente porque creo que, a pesar de mi malestar y mi cansancio, mereció y mucho la pena escuchar a estas tres jóvenes hablando de la interminable cantidad de problemas que su asociación ve y gestiona diariamente. ¿Qué problemas? Bueno, básicamente, discriminación en el trabajo por su condición de mujeres. y la situación en general de la mujer en la industria del videojuego.
Bien, vamos a ver, creo que lo tengo todo dispuesto: el ordenador, el teclado preferido, una música adecuada, varios litros de café, y lo más importante: mi dosis diaria de corrección política. Vamos a plantear la nueva novela.
Para escribir una nueva novela, necesitará estos ingredientes:
Bien, una vez tiene estos ingredientes, no olvide ninguno, pasemos a la cocción.
Tenía bastante claro que la llegada del Sr. Trump al poder iba a traer de vuelta muchos de los viejos fantasmas que vivimos en los años 30 del siglo XX. Uno de ellos es el de obediencia debida. Trump ha expulsado a la Fiscal General de los Estados Unidos, porque se ha negado a seguir sus instrucciones para perseguir a seres humanos en función de su origen, nacionalidad o creencias religiosas. Pero ¿qué es la obediencia debida? ¿Y cuáles son sus límites?
Se han cometido muchas agresiones en la historia de la humanidad por el argumento de la obediencia debida. La frase «yo solo seguía órdenes» ha sido usada para razonar acciones que superan claramente los argumentos. Pero el tema no es tan sencillo. A veces se deben dar órdenes que son difíciles de llevar a cabo, pero que requieren ser seguidas por un bien común mayor. ¿Cómo solucionar este problema?
La respuesta está en realidad en el párrafo anterior. El bien común. Esa es la clave en la que podemos apoyarnos para tomar una decisión para seguir o no una orden de un superior. No podemos, como subordinados, actuar ciegamente. Si somos conscientes de que nuestras acciones, promovidas por órdenes superiores, atentan contra el bien común, contra la mayoría, y, especialmente, contra los derechos humanos, debemos sin duda negarnos a obedecer las órdenes.
Decirlo es mucho más fácil que hacerlo, no cabe ninguna duda. Pero por eso es importante que sepamos, en todo momento, qué estamos haciendo y por qué. No podemos lanzarnos a ejecutar una orden si sospechamos que es contraria a cualquier principio fundamental para el respeto y los derechos de las personas. No podemos confundir obediencia debida con la ejecución de órdenes que son un ataque a un grupo determinado de seres humanos.
Es en estos momentos de incertidumbre y de dolor ante hechos tan terribles, cuando tenemos que retrotraernos a aquellos documentos y principios que explican, y enseñan, las cualidades básicas fundamentales que se deben seguir en el derecho internacional. Unas normas que deben ser tenidas en cuenta por todos los pueblos de la Tierra, so pena de volver a situaciones que deberíamos haber superado hace tiempo.
Para mí, los derechos humanos, establecidos en 1948, son una prueba fundamental de que un pueblo que superó una terrible guerra escribió un documento que estamos olvidando a toda velocidad. Creo que las actuales generaciones están olvidando en muchos casos el dolor y el sufrimiento que supone olvidar esos principios. Creo que es nuestro deber enseñarles por qué no debemos olvidar aquel horror. Porque, si olvidamos, volveremos a cometer aquellos errores.
Trump es un aviso. Pero no será el último. Debemos actuar, y actuar ya. O perderemos lo que durante tantos años costó tanto conseguir.
Nota: este texto lo escribí por la mañana en la web de Facebook de La cocina de Sócrates. Por la tarde me encuentro con esta terrible noticia. No es premonición; es cansancio de ver cómo se repiten los mismos estereotipos una y otra vez a lo largo de los siglos.
Se me hace difícil pensar en un mundo donde la mujer tenga que sufrir cualquier tipo de negación en función del simple hecho de ser mujer. Dejando aparte de que biológicamente todos somos mujeres en los primeros estadios de desarrollo embrionario, lo cierto es que vivimos en una sociedad donde la mujer es vilipendiada, olvidada, y marginada constantemente. Las pruebas son abundantes e irrefutables.
No importa cuánto se diga de que no es cierto, o que ya no es «como antes». La mujer sigue siendo apartada del papel que debería tener: el de la plena igualdad en todos los sentidos y oportunidades.
Hoy no es el día de la mujer, ni el día de ninguna reinvidicación especial a favor de la mujer. Pero hoy es el día en que debemos reflexionar, como cada día, en nuestro papel frente a la situación de la mujer en el mundo. Porque, no lo olvidemos: en muchos países la mujer no es más que un simple objeto de intercambio y de abuso constante. Una situación promovida por ciertas ideas milenarias totalmente caducas que deberían ser reemplazadas por filosofías modernas y de oportunidad para todos.
Hoy no es el día de la mujer; al contrario: todos los días son el día de la mujer. Y mientras no se establezca una verdadera igualdad, de palabra y de hecho, yo seguiré reclamando que esa injusticia acabe, de una vez, y para siempre. Solo en el plano de igualdad entre sexos podremos construir un mundo igual para todos, en deberes, y en oportunidades.
Hace unos días consulté una entrada en Facebook con fotos de mujeres denunciando actitudes machistas, sean provocaciones verbales, piropos, especialmente los agresivos, pero todo piropo es un insulto, cuando no tocamientos, persecuciones, acusaciones de “ir provocando” por llevar una falda que no es lo suficientemente larga, o el típico “ a los hombres también les pasa y no dicen nada”.
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