El horror de leer un texto cien por cien inclusivo

En esta nueva entrada sobre texto inclusivo, del cual ya adelanto estoy totalmente en contra, traigo un texto real de un periódico, de hecho de «EL Periódico» para demostrar la inutilidad que supone darle vueltas y más vueltas a este asunto de la inclusión mediante la lengua.

Como ya he repetido en otras ocasiones, el lenguaje no es sexista, como ya se ha demostrado por parte de lingüístas y expertos en muchas ocasiones, gente que no puede ser acusada precisamente de machista. A mí en concreto se me podría acusar de machista, pero creo que este blog demuestra que no soy perfecto, pero que defiendo a uñas y dientes la igualdad hombre-mujer. Y, sin embargo, me sostengo en mi tesis: el lenguaje inclusivo es una pérdida de tiempo, y de paciencia.

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De mujeres, de liberaciones, de amistades eternas

El 8 de marzo se celebra el día de la mujer, y, como cada año, se arma un buen remolino de noticias en contra y a favor de la libertad e igualdad de la mujer en la sociedad. Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que, en pleno siglo XXI, nos estemos cuestionando que las mujeres deben ser iguales, en derechos y en deberes, al hombre?

¿Cómo es posible que tengamos que pensar en cómo igualar sueldos en igualdad de puestos de trabajo? ¿Cómo podemos plantearnos que la mujer, en todo el planeta, y también en mi país, España, vive todavía sometida a condiciones que, muchas veces, son claramente injustas, cuando no dañinas y destructoras?

Frances Wright, escritora (1795, 1852).
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Día Internacional de la mujer: una causa eterna

Actualmente estoy prácticamente al cien por cien volcado en el último libro de la saga y no tengo tiempo de nada. La obsesión por acabar el libro me ocupa totalmente, y además de acabarlo bien claro, dentro de mis límites y capacidades.

Pero eso no quita que no pueda prestar unos minutos a algo que siempre he defendido y por lo que he luchado, que no es otra cosa que la igualdad de la mujer. ¿Por qué me preocupa este tema? Porque he sido testigo directo de abusos a mujeres toda mi vida y en todos los ámbitos, personal, social, y laboral.

De pequeño fui testigo de maltrato físico a mujeres, vi frente a mí , a dos metros, cómo golpeaban a dos mujeres con un cinturón, y tengo en mi mente todavía los gritos de esas mujeres. Claro que luego he visto abusos, violaciones, secuestros, y en el ámbito laboral, la intolerancia de muchas empresas hacia la mujer. No puedo callarme. No voy a callarme.

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Star Trek: el mensaje del futuro

Vamos con algo de música, que al fin y al cabo es miércoles, y con reivindicaciones sociales, porque, al fin y al cabo, soy uno de esos idealistas que cree que un mundo mejor es posible, pero también, que no tenemos la eternidad para solucionar este mundo.

Mucho se ha hablado de Star Trek como utopía imposible de conseguir: la de un mundo unido, que camina hacia las estrellas. Son esos los mismos que dicen que el mundo es así porque no puede ser de otro modo. Que debemos conformarnos con las desigualdades, las guerras, y el dolor y sufrimiento de millones de seres humanos. Claro que siempre lo dicen esos que, casualmente, no necesitan de un mundo mejor para vivir.

Y yo digo que eso es falso; que podemos, y debemos, crear un mundo mejor. Y el mensaje de Star Trek es precisamente ese: vamos a crear un mundo mejor para todos.

En un mundo dividido, con fronteras que marcan territorios e ideas, donde las lenguas son instrumentos políticos, y en el que los muros detienen la desesperación de millones de seres humanos, Star Trek es una utopía que muestra una humanidad unida, luchando unos con otros por crear un mundo mejor.

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La primera Enterprise, del siglo XXII, antes de la Unión Federal de planetas

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Cuando el dolor alcanza a los más inocentes

Estoy harto. Harto de tanto odio, de tanta guerra, de tanta injusticia, y de tanto enfrentamiento constante. En mi país, y fuera de mi país. En todo el mundo, mires donde mires, la barbarie y el odio copan los espacios públicos. Muchos se arrogan el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los demás, sentados en sus cómodas butacas, fumando un cigarro, y viendo el partido. Y me entran ganas de vomitar ante tanto desprecio por la vida. Por la vida de tantos y tantos inocentes.
Mi padre decía: «nada como una buena guerra para aprender lo que es el dolor y la muerte, y para recibir la más importante lección de vida». No, por supuesto que no promocionaba la guerra. Su mensaje era por supuesto el contrario. Mi padre huyó de la guerra civil a Bélgica, y cuando ya estaba instalado allí, entraron los nazis, y tuvo que huir de nuevo. Vivió dos guerras. Sabía de lo que hablaba.
Precisamente el haber vivido entre algodones lleva a muchos a comportarse de forma absurda y grotesca, hablando de nazis, de enemigos, y de luchas sin saber en absoluto de qué hablan.
Cada vez tengo menos amigos, pero no lo eran, porque gente que apoya cualquier tipo de violencia no tendrá nunca un lugar a mi lado. Nunca. Aunque me quede solo, nadie que apoye cualquier atisbo de violencia tendrá de mí más que desprecio y olvido.
Es divertido, porque tengo fama de raro y difícil, y me lo dice gente que apoya la masacre de gente inocente por motivos políticos. Me encanta entonces ser raro y difícil, y espero no dejar de serlo nunca. He visto demasiado miedo, demasiado odio, demasiado dolor, demasiada sangre en esta vida como para no conmoverme con el sufrimiento de inocentes. Ni un alma más en pena. Ni un solo ser inocente atormentado. Ni uno más. Nunca. Jamás.
Perdone el lector mis palabras si son duras o ásperas. Pero digo lo que siento, y siento lo que digo. Y el dolor ajeno me conmueve y me hace hervir la sangre de rabia ante tanta intransigencia y tanto desprecio por la vida. Tendré mejores días. Pero siempre llevaré en mi corazón a cada alma inocente que sufra una injusticia. Siempre.
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Cuando todo lo que queda son extremos

El mundo pasa por ciclos, eso es algo que la historia ha demostrado cientos de veces. Entre periodos de una cierta cordura y sensatez, se desarrollan épocas, alentadas por las crisis recurrentes, que llevan a personas, sociedades, naciones y pueblos a posturas extremistas y antagonistas. Es algo parecido a lo que hace el cuerpo humano cuando se siente amenazado: ataca los cuerpos que siente extraños, incluso si son beneficiosos para la salud. Un problema de enfermedad autoinmune de carácter social y político. Un lupus que se asienta sobre sociedades que viven en los extremos de la sinrazón y la ignorancia.

El pasado 24 de septiembre, las elecciones en Alemania han llevado al parlamento alemán, el Bundestag (y no el el Reichstag como mucha gente lo llama, por error o a conciencia), a 88 miembros de un partido de extrema derecha. Mucha gente los llama nazis, o neonazis. También en mi país, España, y en otros países, unos se llaman a otros nazis, sea la izquierda a la derecha, o la derecha a la izquierda, aunque en este caso el término «comunista amigo de Stalin» es muy común también.

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Vivir con miedo por ser como se es

Es difícil vivir con miedo. Es difícil comprobar cómo tus ideas son el camino que puede llevarte a sentirte amenazado y perseguido. O que por el hecho de haber nacido en un país determinado, tener un color de piel concreto, tener unas ideas políticas democráticas concretas, o por disponer de vulva en el cuerpo, debas estar sometido a la voluntad de otros. O por hablar de libertad y de justicia para todos.

Yo, ahora que no nos oye nadie, diré que, en una ocasión, durante el servicio militar, fui interrogado por un señor que tenía no sé cuántas estrellas de cuatro puntas en cada hombrera. Este señor ordenó que me llevaran hasta su despacho para un interrogatorio. Una vez allí, aquel hombre me hizo una serie de preguntas de carácter político y en relación a unos hechos derivados de unas actuaciones que yo había llevado a cabo con respecto a mis ideas. Las razones son complejas y no importan. Pero tuve miedo por haber actuado en libertad, y por haber sostenido que la libertad y la justicia deben prevalecer siempre.

Desde el momento que supe que era llamado para el interrogatorio sabía por qué querían hablar conmigo. Y desde ese momento, supe que siempre diría la verdad: que creo en la justicia, que creo en la libertad, y que creo que todo hombre y mujer dispone de derechos humanos que deben ser respetados en cualquier momento y circunstancia. Y si eso iba a ser un problema para mí, estaba completamente dispuesto a acatarlo.

Afortunadamente para mí, eran tiempos de cambio, y el asunto se cerró sin más consecuencias. Lo que no se cerró es mi dolor por ver cómo puede un ser humano ser sometido al miedo y a la tensión por sus ideas, y por expresarlas libremente.

Hoy hay hombres y mujeres que viven con esa angustia no un día, una semana, o un mes. Sino toda la vida. Puedo hacerme cargo, perfectamente, de su angustia, de su dolor, de su miedo. Y creo que debemos trabajar todos juntos para que todos los seres humanos, sin excepción, sean libres en sus pensamientos, en sus ideas, y su capacidad de expresar esos pensamientos. Incluso si son erróneos, eso no implica que no puedan expresarlos. Eso se llama libertad de expresión, y es un derecho que debe estar garantizado. Como el derecho a la vida, a la libertad, al trabajo, al hogar, y a poder vivir dignamente.

Mientras existan ciudadanos con esos derechos, y otros carentes de los mismos, podremos hablar y hablar, pero no estaremos construyendo mejores sociedades. Cómo se llega a eso es algo a discutir, pero debemos tomar el camino ya. Porque hay mucha gente sufriendo. Mucha gente con hambre de libertad, y de justicia. Hora es de que se les escuche ya.

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