De verdad les digo que, en esta lucha denodada por la defensa de la vida, y de los ecosistemas, y del planeta, siempre me he sentido como el pobre idiota que va contando la necesidad de cuidar la Tierra, mientras todos se ríen del tonto ecologista, que además debe de haberse vuelto loco de tanto hablar de derechos y de la vida.
Esto me ha pasado hace unos minutos, cuando he ido a tomar mi café de la mañana a mi cafetería habitual tras comenzar mi jornada laboral. Ya saben: ese café que nos da fuerzas para poder continuar la mañana con ánimo y ganas, o al menos intentarlo.
Para este miércoles musical, me gustaría traer a este perdido blog a una cantante irrepetible y única, símbolo de la lucha social por los derechos humanos, y un alma delicada y única, que nos ha traído un mensaje de esperanza y de libertad: Joan Baez.
La cantante estadounidense viene a España, y dará tres conciertos en una gira de despedida mundial en la que se retira de los escenarios. A sus setenta y ocho años la voz se le escapa de las manos y de la garganta, en un serio aviso de que la edad no perdona ni a las almas más inmortales de la canción y el arte, y con un aviso muy claro: lo que tengas que crear, y lo que tengas que hacer en la vida, hazlo ya. Mañana las fuerzas se habrán perdido, y no habrá una segunda oportunidad.
Vamos con una nueva entrada de «Imposibles ficticios», esta serie en la que intentamos profundizar en los errores, más o menos evidentes, de obras de ciencia ficción. Muchas veces esos errores son totalmente admisibles, incluso necesarios, para dar forma a la historia. Lo que aquí intento no es desprestigiar obras que, por otro lado, son impresionantes, sino destacar ciertos elementos concretos y colocarlos en su punto adecuado.
Eso es lo que voy a hacer con una de las películas que, lo confieso, me hace llorar cada vez que la veo, y van unas cuantas: «Silent running», que en España se tradujo con el lamentable nombre de «Naves misteriosas».
Joan Baez es una cantante y activista por la paz estadounidense, famosa por sus canciones de contenido político y social, que tuvo un papel destacado en las protestas contra la guerra de Vietnam. En un mundo donde se vuelve a hablar de violencia nuclear, donde las amenazas no solo no han disminuido, sino que han aumentado exponencialmente, gente como Joan Baez es más necesaria que nunca.
La protesta en favor de la paz suele considerarse, cada vez más, un acto de guerra. Y, como tal, cualquier activista por la paz corre el peligro de ser condenado a prisión. Y cuando las voces y la música a favor de la paz se hayan callado, solo quedará el ruido y la lógica de la guerra. Pero no lo olvidemos: una guerra nuclear será la última.
Por otro lado, se suele decir que, desde el fin de la segunda guerra mundial, el mundo ha visto una paz prolongada e ilimitada. Es cierto, pero solo para ciertos países. Recordemos que las muertes en guerras desde 1945 son más del doble de todos los que murieron en la segunda guerra mundial, incluidas las víctimas de las dos bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Cuando un activista por la paz es señalado con el dedo, acusado, condenado, y olvidado, estamos destruyendo nuestro futuro. Cuando se acaba con las personas que buscan tender puentes y derribar muros, y con aquellos que quieren dar voz a los desesperados, a las víctimas, a los que no tienen sitio en este mundo porque alguien así lo ha considerado, entonces estamos destruyendo este mundo. Porque una sociedad no solo se destruye con bombas; también se destruye con la falta de voluntad por construir la paz.
Las armas que construyen los países ricos se emplean en los países pobres, que crean refugiados que vienen desesperados a los países ricos. Y algunos se preguntan por qué vienen esos refugiados huyendo de las bombas que ellos mismos han vendido. Una doble moral que acaba con la vida de cientos de miles de personas.
Dejo pues aquí la frase de Joan Baez, y una de las canciones que compuso para la película «Naves misteriosas» (Silent running) que se estrenó en 1972, y que es un alegato de ciencia ficción por la paz, en un mundo que ha perdido toda su naturaleza, que solo ha quedado confinada en unas naves alrededor de Saturno. Una naturaleza que, por orden ejecutiva, deben ser destruida, para usar las naves con otros fines. Recuerdo que lloré cuando vi la película. Y todavía lo hago.
Naves misteriosas (Silent Running), película de ciencia ficción rodada en 1972, es un grito desgarrador, una llamada para volver al sentido común. Un clamor a favor de la coherencia para salvar los ecosistemas que están cada vez más amenazados en la Tierra. En una época en que la humanidad crece de forma desmesurada, con un consumo de recursos fósiles cada vez mayor, y cuando es cada vez más evidente que este modelo de crecimiento no es sostenible, ni lógico, Silent Running nos explica, mediante un fantástico largometraje, las consecuencias finales a las que nos puede llevar un sistema que sólo dejará desolación a las generaciones futuras. Porque nadie niega que la humanidad ha de progresar. Pero no debe hacerlo, jamás, a costa de unos recursos que están destruyendo la vida y la atmósfera de nuestro planeta azul.
Advierto, ya de entrada, que existe una corriente generalizada de opiniones negativas sobre esta película. Y aquí estamos, cual justiciero en busca de justicia, para llevar esta obra al lugar que se merece en la historia del cine de ciencia ficción. Luego será, como siempre, el espectador el que decidirá si la película es buena o es pésima. Pero desde aquí queremos escribir un alegato a favor de esta obra, que nos parece maravillosa, genial, y trascendental. Veamos por qué, mientras puedes escuchar en el vídeo la canción de la cantante Joan Baez que interpretó para esta obra maestra del cine de ciencia ficción.
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