Imposibles ficticios. Hoy: cuando el bosque es silencio

Vamos con una nueva entrada de «Imposibles ficticios», esta serie en la que intentamos profundizar en los errores, más o menos evidentes, de obras de ciencia ficción. Muchas veces esos errores son totalmente admisibles, incluso necesarios, para dar forma a la historia. Lo que aquí intento no es desprestigiar obras que, por otro lado, son impresionantes, sino destacar ciertos elementos concretos y colocarlos en su punto adecuado.

Eso es lo que voy a hacer con una de las películas que, lo confieso, me hace llorar cada vez que la veo, y van unas cuantas: «Silent running», que en España se tradujo con el lamentable nombre de «Naves misteriosas».

SilentRunning-7-LG
Fotograma de la película

«Naves misteriosas» es una impresionante, bellísima, y fantástica obra de ciencia ficción de 1972, de la cual ya hablé en su momento, destacando su manufactura, teniendo en cuenta el año, pero, sobre todo, su importantísimo mensaje: tenemos un mundo lleno de vida, que estamos destruyendo a una velocidad impresionante.

En la película, toda la vida en la Tierra ha desaparecido. Todo el planeta es una ciudad gigantesca, sin plantas, sin bosques, sin vida. La única vida que queda está almacenada en unas gigantescas naves, que portan los últimos restos de vida animal y vegetal en gigantescas cúpulas.

Llega entonces una orden: las cúpulas con los últimos restos de vida de la Tierra deben destruirse, porque las naves son necesarias en otro lugar. Entonces comenzará una lucha por parte de uno de los cuidadores para proteger los últimos restos de lo que una vez fuera un planeta lleno de vida.

Emocionante. Impresionante. Maravillosa obra de arte de la ciencia ficción. Y con un dato curioso: uno llega a empatizar más con los robots que con los seres humanos. Grabada con pocos medios, pero con el asesoramiento de organizaciones por la conservación de la vida. Entonces, ¿dónde está el problema que quiero destacar de esta película?

Es muy sencillo, en realidad. La película parte de una premisa: toda la vida en la Tierra ha desaparecido, y queda solo almacenada en unas cúpulas. Pero ese mensaje es a la vez un aviso: mucho, mucho antes de que eso ocurriese, la humanidad se habría extinguido. ¿Por qué?

Porque vivimos en simbiosis con la Tierra. Con la naturaleza. Con la vida. Porque necesitamos ver el Sol y los pájaros, sentir el aliento del mar, respirar el aire de los bosques, caminar por la hierba. Y porque, sin el resto de especies en la Tierra, nuestra existencia sería tan efímera como el tiempo que pasaría entre descomponernos mental y físicamente, y perecer.

Piénselo: ¿cree que los seres humanos vivimos ajenos a la vida que nos rodea? ¿Que somos seres especiales, con una muralla especial que nos bloquea del resto de la vida, del universo? No es así. Hace poco lo comentaba: en recientes experimentos simulando el viaje a Marte, con astronautas encerrados como si estuviesen en una nave espacial, sin ver otra cosa que la negrura del espacio, en una zona reducida, esos hombres y mujeres terminan por perder la razón. Por volverse locos. Su sentido de la realidad queda completamente anulado. Se pierden. Dejan de ser humanos.

En la Estación Espacial Internacional aún lo soportan porque están cerca de la Tierra, en contacto con sus seres queridos, y pasan seis meses, en algún caso un año, pero en este caso ya se notan efectos terribles. No solo físicos, también mentales. Y eso que son astronautas especialmente entrenados durante años para soportar la presión. La mayoría de nosotros querría volver a casa y respirar el aire real, y tocar el mar, y la tierra, al cabo de dos semanas.

portada

Y es normal. Nos creemos superhéroes. Creemos que estamos por encima del bien y del mal. De la naturaleza y de la vida. Creemos que estamos por encima de todos los seres de la Tierra. Que somos los que podemos decidir qué especies viven, y qué especies mueren, cuándo, y cómo.

Ese sentido de supremacía que se otorga la humanidad, pensando que es una especie elegida, está llevando a la humanidad a la destrucción, y también a la Tierra y a miles de especies condenadas. La humanidad se ha convertido en dueña y señora de la Tierra, cuando solo somos unos inquilinos que estamos de paso. No respetamos nada, no cuidamos nada, no conservamos nada. Arrasamos con todo, y ponemos como excusa argumentos pueriles y basados en modelos de conducta que solo tienen como propósito el poder, la arrogancia, y la obtención de recursos que se usan para seguir destruyendo todo lo que vive en la Tierra.

El mensaje de «Naves misteriosas» es pues evidente: podemos llegar a ser la única especie en la Tierra. Pero el aviso que me gustaría traer aquí es incluso más duro: mucho antes que eso ocurra, la humanidad como especie se habrá extinguido, y desaparecido.

Cuando matamos la Tierra, cuando matamos las especies que la pueblan, cuando matamos todo cuanto crece, estamos condenando nuestro futuro. Entenderlo ahora es tener una oportunidad de parar esta locura. No hacerlo es condenar a las generaciones futuras. Y sin ellas, la humanidad estará perdida.

Dentro de poco comenzaré una serie de artículos que llevarán como título genérico: «El camino hacia Nueva Gaia». Ahí, en esos documentos, explicaré las salidas de la humanidad. Salidas no basadas en dioses, en credos, o en fantasías, sino en hechos científicos y verificables, que puedan servir para encontrar algún camino, de los varios posibles, para poder compatibilizar la vida de la humanidad con la de la Tierra.

Eso sí: lo advierto desde este momento: se requerirán algunos sacrificios. No de seres humanos por supuesto, precisamente eso es lo que se pretende evitar. Pero sí de ciertos modelos de conducta y de aspectos de la humanidad que deberán ser cuestionados, si se desea armonizar la vida en la Tierra con la vida y el futuro de la especie.

Mientras tanto, Joan Baez, que compuso esta maravillosa canción que traigo aquí para la película, nos habla de los hijos del Sol, que traerán un nuevo mundo a la Tierra, y una nueva esperanza de construir un futuro mejor para nuestros hijos. Una canción, y un mensaje: vamos a vivir en armonía con la Tierra.

Hagámoslo, no solo porque es hermoso y merece la pena. Sino, también, porque nos va el futuro de todos en ello. Y una puesta de Sol se pierde cuando no hay ojos que la contemplan. Esperemos que ese día no llegue nunca.


 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

A %d blogueros les gusta esto: