Me confieso ser un gran admirador de Quino (Joaquín Salvador Lavado Tejón, Mendoza, Argentina). Junto a Forges, Quino ha sabido plasmar la naturaleza humana en sus viñetas como pocos han conseguido hacerlo.
Quino es conocido sobre todo por Mafalda, pero sus trabajos van mucho más allá de este grandísimo personaje. Su especial cualidad para analizar el carácter humano y las infinitas formas de la naturaleza y de las sociedades modernas no tiene parangón actualmente. Su obra es eterna, y sigue tan viva hoy como cuando empezó a trabajar en distintos periódicos argentinos.
Esta viñeta es un simple ejemplo. Dios se ríe de un manual de física general. Y tiene razón para hacerlo; los seres humanos hemos avanzado mucho en el conocimiento de la naturaleza, pero nos queda un largo, larguísimo camino por recorrer.
Esto no significa que el conocimiento adquirido no tenga un enorme valor. Usted está leyendo esto porque muchas generaciones de seres humanos han trabajado para poder crear el mundo tecnológico que hoy tenemos, que tantas protestas produce en muchos, los mismos que usan esas tecnologías y conocimientos científicos constantemente.
Dios era el centro del universo. Luego pasó a serlo el ser humano. Y ahora le toca al cuanto subatómico, esas pequeñas partículas son las que gobiernan la base de todo cuanto existe. Son el origen y el fin de todo lo que conocemos, y a través de ellas hemos construido el mundo actual.
Pero el mundo subatómico es solo un escaparate. Dentro, pasando por la puerta del espacio y del tiempo ,entramos en una estantería llena de incontables universos, cada uno con sus leyes, con sus orígenes, y con su destino. ¿Llegaremos a convertir los multiversos, o metaversos como también los llaman, en el centro de nuestro propio universo? Está por verse. Pero las posibilidades, si llegamos a conseguirlo, son prácticamente ilimitadas.
Controlar esos universos, incluso crearlos artificialmente, nos convertiría en dioses. Entonces ¿qué necesidad habría de creer en Dios? Si creamos universos, ¿no estamos siendo los nuevos dioses de la creación, aquel nuevo espacio-tiempo que hemos creado con nuestras propias tecnologías? ¡Blasfemia! Dirán algunos. Pero prefiero hacerme preguntas que sean blasfemas, a no hacer ninguna. Eso sí es una verdadera blasfemia.
Quién sabe. Quizás somos un experimento olvidado por un escolar en un colegio de algún universo alternativo. Todo es posible. O casi todo. Quino probablemente no tenga la respuesta. Pero una cosa puedo asegurar sin dudarlo: la intuye. Y eso es lo que hace grandes a los hombres como él. Siempre en mi corazón, Quino. Qué grande eres.

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