En marzo, durante una conferencia sobre el futuro de los viajes a las estrellas al que acudí en Madrid, se habló del problema de la ocupación y explotación comercial de los satélites y planetas del sistema Solar. Es un tema sin duda muy interesante, porque, como siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad, el primero que llega a nuevo territorio suele ser el que planta la bandera y se hace con el suelo (o el océano). En este caso, el suelo lunar, que, no lo olvidemos, contiene una enorme cantidad de materias primas, entre ellas, uno muy buscado: el helio-3.
Ahora, el gobierno de Estados Unidos ha dado licencia de explotación a una compañía privada para iniciar la exploración y explotación comercial con fondos privados de la Luna. Evidentemente, mucha gente se pregunta: ¿con qué derecho? ¿Quién es el gobierno americano para dar permisos a una empresa para explotar un territorio fuera de sus fronteras?
Vamos a dejarlo claro: dicen que la Luna y el resto del sistema solar es de todos. Eso es una enorme y descomunal mentira que solo se justifica por querer quedar bien y sonar a amor y paz. Pero no habrá amor, ni habrá paz. La humanidad se caracteriza por su carácter violento, y la explotación de la Luna, y luego de Marte, y de satélites muy interesantes como Europa o Titán, estará en manos de empresas privadas apoyadas por gobiernos deseosos de que esas compañías desarrollen su industria para beneficio de su país. Esa sí es la historia de la humanidad, y es la que vamos a ver y a vivir en el futuro.
Otros países, léase China, Rusia, Japón, o India, aparte por supuesto de la eterna decadente Unión Europea, estarán atentos a estos movimientos, y moverán ficha. Porque las fichas han empezado ya a situarse en la mesa. Y la partida no va a tener reloj, ni reglas. Es una nueva era para la humanidad. Pero que se regirá por las mismas reglas de siempre. Sin duda, las próximas décadas van a ser extremadamente interesantes.
Espero actualizar esta entrada dentro de cien años para discutir las novedades que haya habido, que sin duda serán apasionantes.

Concepto imaginario de la sonda Moon Express’s MX-1. Crédito: Moon Express
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