El pasado abril de 2017 escribí una entrada sobre la caída de Elon Musk. Una caída del pedestal de glorificación en el que se encontrado durante años, y una caída sobre su papel como salvador de la humanidad, que se ha otorgado a sí mismo en base a promesas incumplidas en la gran mayoría de ocasiones. O que, cuando se han cumplido, ni él mismo las ha creído, ni han tenido continuidad. Cantos de sirena que han servido para atraer a masas enfervorecidas, que luego han dejado un enorme y profundo silencio. He pensado en escribir una segunda parte, donde las cosas, desgraciadamente, no han ido a mejor, sino todo lo contrario, y muy a mi pesar. Pero debo decir que no me sorprende en absoluto.
Es muy importante para mí que quede claro que yo no tengo nada contra Elon Musk. Me limito a sacar a la luz su megalomanía exultante, sus neurosis casi infinita, y su afán de protagonismo, que le llevan constantemente a querer ser el centro de la atención mundial, y a hallarse en medio del foco mediático. Algo que consume literalmente a cualquier ser humano, sobre todo cuando se ha erigido en defensor del futuro de la humanidad en base a promesas vacías y estériles. ¿A qué empresario se le permitiría tener una empresa como Tesla, que durante quince años no ha dado beneficios? A Elon Musk, porque es Elon Musk. Pero incluso los dioses tienen límites, pueden enredarse en el poder que les han otorgado los mortales, y pueden alcanzar fronteras que nunca podrán superar.

Ahora, Elon Musk confiesa que trabaja una cantidad ridícula de horas a la semana, y que duerme gracias al Zolpidem, un opiáceo, sin el cual no puede descansar. El gran genio del futuro es capaz de culpar a cualquiera de sus males, como cuando estalló un cohete, y sugirió que era un francotirador el responsable. O cuando culpó recientemente a un submarinista de ser un pederasta. O cuando empezó a amenazar a empleados por ser boicoteadores sin pruebas.
O cuando prometió llevar a dos turistas a la Luna para otoño de 2018 (dentro de un mes), cuando la cápsula ni siquiera ha sido testeada todavía, y cuando la NASA le advirtió que esa cápsula es un contrato para ellos, y que esa es su prioridad. O cuando dijo que enviaría a cien seres humanos a Marte para 2024, en un cohete que ni siquiera ha sido diseñado todavía. O cuando lanzó el Falcon Heavy con un coche a bordo, un cohete que no ha tenido ninguna continuidad. O cuando ha dejado sin piezas de recambio a los propietarios de coches Tesla en toda Europa durante meses.
Pero es Elon Musk. Se le perdona todo, porque su imagen se ha disfrazado del nuevo Mesías. Su imagen de éxito y de poder, de triunfador innato, de hombre atractivo y con rasgos de genio oculta a un megalómano con fuertes carencias afectivas y psicosociales que le provocan una necesidad de ser el centro de atención constante, y que, cuando las luces se apagan, le provoca sentimientos de soledad y de vacío totales. Por eso, comienza a preparar, esa misma noche, su nuevo anuncio, más absurdo que los anteriores, para de este modo volver a conseguir el aplauso y el beneplácito de una humanidad necesitada de héroes y de mitos.
Nada de esto es gracioso, ni es divertido, ni es agradable. Me resulta insoportable ver el ascenso y posterior caída de un hombre que, por otro lado, se cree sin dudarlo que ha venido a salvar el mundo. Y siento tristeza porque, en esa paranoia constante de salvador del mundo, se está dejando la salud, y la vida. Y no creo que ningún ser humano, ninguno, deba dar su vida por sueños y quimeras imposibles. La historia de querer convertir un cilindro de su cohete Falcon en un minisubmarino para salvar a unos chicos atrapados en una cueva, es la última historia de cómo quiere siempre ser el centro de todo, y quiere solucionar cualquier problema con sus inventos e imaginación.
Eso no es de por sí malo, al contrario. Lo malo es que se cree que debe contribuir, cada vez que sucede algo, a construir la máquina maravillosa que solucionará los problemas de la humanidad. Y, en esa obsesión, ha ido creando una retahíla de empresas y proyectos, que fueron anunciados en su momento, que le dieron un gran número de aplausos y vítores, que llenaron periódicos, y que hoy se encuentran perdidos y abandonados, en medio de un olvido. Olvido que es lo que más le duele. Elon Musk necesita ser recordado. El alimento de su alma son los vítores y los aplausos. Sin ellos, está perdido.
Necesitamos hombres y mujeres como Elon Musk, es cierto. Pero hombres y mujeres que trabajen en silencio, con los mejores medios, con las mejores herramientas. Y que hagan sus grandes anuncios con solidez, con rigor científico, y sin necesidad de micrófonos y aplausos en medio de algo que parece más bien un concierto de rock. La ciencia, ya lo he comentado en otras ocasiones, se hace con años y años de trabajo y esfuerzo en silencio, para luego anunciar los progresos y los éxitos. Véase la NASA, por ejemplo. Ellos también pretenden ir a Marte, o al menos en ello trabajan, y van haciendo anuncios muy cuidadosos y con pequeñas ruedas de prensa. Modestas, pero efectivas.
Dejo aquí abajo, a modo de ejemplo, el vídeo que presentó Elon Musk para el viaje a Marte en 2024. Eso es dentro de seis años. Repito: seis años. Y ni siquiera se ha empezado a construir el cohete, mucho menos la preparación de astronautas, y los cien individuos que deberían ir, y atención, sacrificarse por el proyecto si fuese necesario. Esas son palabras de Elon Musk, no mías. ¿Quién se va a subir en un cohete cuyo responsable dice que debo sacrificarme si es necesario? Yo no por supuesto.
Este vídeo demuestra, más que ningún otro, la megalomanía de Elon Musk. Si fuese una película de ciencia ficción aún sería difícil de creer. Pero intentar que este vídeo pase como algo que va a suceder en 2024 es algo que solo pueden creerse fanáticos obsesionados con la figura de Elon Musk, y que no tienen ni idea de ingeniería aeroespacial ni en su vertiente más básica.
No necesitamos profetas. No necesitamos líderes mesiánicos. Necesitamos sueños que se sostengan en una realidad firme y sólida. Ese es el camino del progreso. Y solo así la humanidad tendrá una oportunidad real de futuro. El futuro de la humanidad es un sueño. Lo que anida en Elon Musk se está convirtiendo en una terrible, continua, y total pesadilla que lo está hundiendo. Alguien debería decirle que deje de soñar con ser un salvador, y que vuelva a ser humano otra vez. Entonces, solo entonces, tendrá una oportunidad.
P.D.: por cierto, al final del vídeo Marte se terraforma, es decir, se realiza un proceso para hacer la atmósfera respirable. Elon Musk sugirió usar bombas nucleares para ello. Luego tuvo que rectificar ante tal barbaridad. Es solo un ejemplo más. Y no será el último.
Excelente artículo, muy completo. Ahora bien, el problema que hay con este tipo es su alto ego y como mencionas en tú artículo el creedor de que es el mesías que ha venido a salvará al mundo y etc, etc; mucho blah blah blah y pocas acciones. Con lo anterior no quiero decir que no sea alguien apto a seguir porque lo de genio lo tiene.
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Totalmente de acuerdo. Nadie niega a Elon Musk muchísimas cualidades positivas, y ser un referente de ideas y de entusiasmo por llevarlas a cabo. El problema es su personalidad, con la que tendrá que enfrentarse, y ganar. Si lo consigue, puede lograr grandes cosas en el futuro. Si no, deberá pagar un precio muy alto. Yo espero que esta crisis que sufre sea el impulso para recuperarse y traernos grandes logros. De verdad que lo deseo así. Un saludo.
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Deseo lo mismo. Saludos
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