Décima parte en este enlace.
Primera parte en este enlace.
Undécima y última parte (más un epílogo posterior) de este relato sobre el origen de la disputa entre Sandra y Robert que ellos mismos discuten en “Las entrañas de Nidavellir”.
Víctor y Olga han sido llevados a dos prisiones muy distintas, con acusaciones muy distintas. Sandra ha decidido que debe dar prioridad a su rescate, mientras Robert ha decidido que es imposible discutir con Sandra cuando se le mete una idea en la cabeza…
Fragmento.
Olga se encontraba encerrada en una celda de dos por dos metros. Previamente le habían quitado la ropa, y la habían duchado en agua fría con una manguera de alta presión, en medio de las risas de los soldados. Luego le fue entregado un uniforme de la prisión, o lo que fuese exactamente aquel lugar. Y durante las veinticuatro horas siguientes nadie había entrado en contacto con ella, excepto un dron, con comida y agua.
Por la mañana, tras despertar, después de dormir sobre el suelo, un par de guardias se acercaron. Le pusieron unas esposas, y la sacaron de la sala. Uno de ellos dijo:
—Así que tú eres Olga Maslov, la mujer capaz de ver en las palabras y los números. Y una criminal, con un comportamiento moral propio de una zorra.
—Vete al infierno —susurró Olga. —El soldado se detuvo. Sacó el arma, y se la puso en el cuello diciendo:
—No queremos basura como tú en nuestra amada Rusia. Limpiaremos el país de tu calaña.
Olga iba a responder, pero el otro guardia le recriminó:
—No hables con la prisionera. Sabes que lo tenemos prohibido. —Al primer guardia no pareció gustarle la advertencia de su compañero.
—¿Y a ti qué te pasa? ¿Eres como ella, quizás?
El segundo guardia no dijo nada. Siguieron caminando, hasta un despacho. Allá el primer soldado le dijo:
—Ahora vamos a abrir la puerta, y vas a entrar. No intentes nada; un phaser de precisión te estará apuntando constantemente al corazón. Al más mínimo movimiento, estarás muerta antes de que te des cuenta.
La puerta se abrió, y Olga entró con la ayuda de un empujón. Allí, delante de ella, había una mesa. Tras la mesa, un hombre.
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