El horror de leer un texto cien por cien inclusivo

En esta nueva entrada sobre texto inclusivo, del cual ya adelanto estoy totalmente en contra, traigo un texto real de un periódico, de hecho de «EL Periódico» para demostrar la inutilidad que supone darle vueltas y más vueltas a este asunto de la inclusión mediante la lengua.

Como ya he repetido en otras ocasiones, el lenguaje no es sexista, como ya se ha demostrado por parte de lingüístas y expertos en muchas ocasiones, gente que no puede ser acusada precisamente de machista. A mí en concreto se me podría acusar de machista, pero creo que este blog demuestra que no soy perfecto, pero que defiendo a uñas y dientes la igualdad hombre-mujer. Y, sin embargo, me sostengo en mi tesis: el lenguaje inclusivo es una pérdida de tiempo, y de paciencia.

Pero vamos con el texto que he preparado como ejemplo. El contenido del texto es lo de menos; habla sobre los padres-helicóptero, curiosa y divertida expresión que puso de moda una especialista para hablar de esos padres que están todo el rato controlando a sus hijos, y que los sobreprotegen.

Nota especial: yo fui hijo sobreprotegido, conozco bien el tema. Pero de eso hablaremos otro día.

Ahora vamos con el texto, cuyo texto original pueden ver aquí. En el blog lo que vamos a hacer es hacer una «corrección inclusiva» del texto. Yo pongo el texto, y «corrijo» los «terribles errores» del autor, o autora, no me he fijado ni tampoco importa para el objetivo de esta entrada. E insisto: el contenido del texto es lo de menos; lo importante es que el texto quiere ser inclusivo, y yo corrijo los «errores» que tiene de «inclusivo».

Comencemos:

La hiperpaternidad: un problema más de la educación del siglo XXI

Este es el. título de la entrada. ¡Horror! ¡No ha seguido el «protocolo inclusivo» ¡A la hoguera con él! (o con ella).

Voy entonces, y como decía, a colocar el texto con las «correcciones». Como digo, en rojo.

TEXTO INCLUSIVO. EN ROJO LAS CORRECCIONES.

La hiperpaternidad y la hipermaternidad: un problema más de la educación del siglo XXI.

Los padres y las madres ‘helicóptero’ sobreprotegen a sus hijos e hijas convirtiéndoles en seres blanditos y blanditas incapaces de solucionar problemas.

Cuando David Trueba se convirtió en padre, acudió a su madre (que parió ocho hijos e hijas) en busca de un consejo fundamental para afrontar la crianza. La respuesta fue certera y tajante: “Hagas lo que hagas lo harás mal”. Es evidente que la perfección familiar no existe, pero en 2021 las clases medias y medias-altas aspiran a ello. El miedo a fracasar en la difícil tarea de ser padres y madres y el sentimiento de culpa hace que los progenitores y progenitoras se obsesionen con criar no hijos e hijas normales sino seres excepcionales. El resultado son chavales y chavalas sobreprotegidos y sobreprotegidas que no saben salir solos y solas de ningún aprieto. Papá y mamá siempre acuden a su rescate y nunca dicen la palabra mágica de la crianza y la educación: “No”.

El macrobrote de Mallorca tras la jarana de los viajes de fin de curso confirma que la hiperpaternidad e hipermaternidad (fenómeno importado de EEUU) tiene sus tentáculos perfectamente extendidos en España. ¿Por qué? ¿En qué momento los padres y las madres se convirtieron en helicópteros que no dejan de sobrevolar sobre sus hijos e hijas? ¿Por qué niños y niñas se han convertido en intocables semidioses a los que adorar e hiperproteger?

«Los niños y las niñas son seres preciados y preciadas, un bien escaso, un signo de estatus y un reflejo de los padres y madres»

Eva Millet, autora de ‘Hiperpaternidad’ e Hipermaternidad

“Cada vez tenemos menos hijos e hijas y los tenemos más tarde, eso convierte a los niños y las niñas en seres preciados y preciadas, un bien escaso, un signo de estatus, un reflejo de los padres y madres. La crianza, algo natural e instintivo, se ha profesionalizado y planificamos al milímetro la vida de nuestros hijos e hijas”, responde la periodista y autora Eva Millet, una de las divulgadoras que más ha estudiado el fenómeno de la hiperpaternidad y la hipermaternidad.

“Nunca como hasta ahora hemos estado tan dedicados a nuestros hijos e hijas. El actual entorno, con una inmensa oferta educativa y de ocio para la infancia, te empuja a convertirte en una hipermadre o un hiperpadre. Hay presión social para ello. Todos somos un poco hiperpadres o hipermadres porque es algo que se contagia”, explica la especialista, autora de ‘Hiperpaternidad e Hipermaternidad‘ e ‘Hiperniños e Hiperniñas‘ (Plataforma Actual) y de la novela infantil ‘La última sirena’ (B de Block).

El periodista Hodding Carter sentenció que “solo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos e hijas: las raíces y las alas”. La generación actual de madres y padres ofrecen mil legados materiales a sus hijos e hijas: cursos de idiomas, talleres para desarrollar su creatividad, clases de piano, viajes a Laponia, cursillos de submarinismo, fiestas de cumpleaños inolvidables… Lo único que no ofrecen es lo más necesario: el legado inmaterial que suponen las alas para volar.

Test: ¿eres un hiperpadre o una hipermadre?
La psicóloga estadounidense Madeline Levine, otra experta en la paternidad y maternidad-helicóptero, alerta del peligro de criar niños y niñas que piensan que tienen derecho a todo, aunque no hayan movido un dedo para ello. “Desde que nacen, les transmiten que la Luna y las estrellas giran alrededor suyo. La autocomplacencia excesiva es una de las consecuencias de esa atención desmedida hacia la prole”.

«Estamos criando una generación de inútiles»

Elisa López, psicóloga infantil

Madres y padres que persiguen a sus hijos con el bocata de la merienda por todo el parque, padres y madres que abrochan las zapatillas a sus hijos e hijas de 10 años, niños y niñas a los que se le sirve un Cola-cao y esperan a que alguien se lo remueva, padres y madres que acompañan a sus hijos e hijas universitarios y universitarias a la revisión de un examen… “Estamos criando una generación de inútiles, gente que en la edad adulta no será capaz de solucionar un conflicto por pequeño que sea. Los padres y las madres del siglo XXI nos obsesionamos con la felicidad de nuestros hijos e hijas. Pero la felicidad no es ausencia de frustración. Nuestros hijos e hijas se tienen que frustrar porque la vida es luz y también sombra y el sufrimiento forma parte de la vida. Pero ¿qué hacemos? Evitarles cualquier atisbo de sufrimiento”, explica Elisa López, psicóloga infantil y responsable de la web http://www.10enconducta.

La hiperpaternidad e hipermaternidad, continúa la psicóloga, es un estilo de comportamiento de los padres y madres hacia los hijos e hijas que les lleva por un lado a ser exigentes y perfeccionistas en su educación y por otro lado tiende a la sobreprotección. Los progenitores y progenitoras, cargados de buena intención, se convierten en “secretarios y secretarias que llevan la agenda de sus hijos e hijas, chóferes que los trasladan de una actividad a otra, profesores y profesoras de apoyo con los deberes en casa y entrenadores y entrenadoras deportivos”.

La pandemia y el durísimo confinamiento del año pasado demostró que los niños, niñas y adolescentes son más fuertes de lo que pensamos. La juventud ha sido disciplinada y ha contribuido a que el curso académico haya sido un éxito frente al covid. Esa responsabilidad, sin embargo, ha saltado por los aires en cuestión de meses. El capítulo de Mallorca -con padres y madres alegando el ‘habeas corpus’ y moviendo cielo mar y tierra para traer de vuelta a unos adolescentes que debían guardar cuarentena preventiva en la isla- confirma que los padres y las madres continúan siendo los “solícitos mayordomos de sus hijos e hijas”, en palabras de Millet.

Hablar en plural y criticar constantemente a los profesores y profesoras son dos síntomas claros de hiperpaternidad e hipermaternidad.

Hablar en plural (“nos han suspendido el examen”), criticar constantemente a los profesores y profesoras y poner en duda su autoridad, hacer cosas que tu hijo o hija es capaz de hacer perfectamente solo o sola, cargar siempre con su mochila a la salida del cole, y organizar un viaje a Laponia en lugar de pasar las vacaciones en la playa armados o armadas con un cubo y una pala son algunos síntomas claros de hiperpaternidad e hipermaternidad. También lo es no parar de preguntarles cosas. ¿Quieres ir a la cama?, ¿qué quieres cenar?, ¿vas a la ducha? Eva Millet ofrece otro ejemplo -también real- mucho peor. “Si el chaval o chavala se encuentra mal peguntarle si quiere Dalsy (medicina infantil)”. “Los niños y niñas son muy inteligentes pero hay cosas que aún no están capacitados o capacitadas para decidir”, insiste.

La divulgadora recuerda como Jo Frost, la célebre ‘supernanny’ inglesa, recomienda a los padres y madres que en lugar de preguntar tanto a sus hijos e hijas se limiten a decir: “Es hora de bañarse y ponerse el pijama. Después, la cena y a dormir”. Millet concluye que no se trata del ordeno y mando de hace décadas pero, mal que les pese a algunos y algunas, la familia es un sistema jerárquico y la autoridad de los padres y las madres es necesaria.

También es necesario que los padres y madres, de vez en cuando, se bajen del helicóptero en el que se han montado para sobrevolar por encima de sus polluelos y polluelas. “Permitir que los niños y niñas puedan jugar solos y solas, o que vayan al colegio solos y solas, es importante. La necesidad de estar siempre vigilados y vigiladas impide que los menores puedan vivir experiencias necesarias, desarrollar su curiosidad y descubrir cosas que les ayudarán a crecer y superar retos”, describe la maestra Mar Romera en su manual ‘La familia, la primera escuela de las emociones’. “La sobreprotección desarrolla inutilidad”, concluye.

Aspirar a la perfección solo puede provocar frustración. Como bien recuerda el maestro y pedagogo Gregorio Luri en ‘Elogio de las familias sensatamente imperfectas’ (Ariel), “no existen los padres y madres perfectos y perfectas, existen los buenos padres y madres”. Y los buenos padres y madres son imperfectos e imperfectas. Como la madre de David Trueba, que, según confiesa en el libro ‘Ganarse la vida’ (Nuevos Cuadernos Anagrama), nunca ofreció “cariño atosigante” a sus ocho hijos e hijas sino algo infinitamente mejor: calidez.


Conclusión.

El texto pretende ser de lenguaje inclusivo. Pero no lo es. Yo lo he convertido en completamente inclusivo. ¿Por qué el texto no es inclusivo completamente? Porque nos volveríamos locos. ¿Se imagina una novela larga con lenguaje inclusivo? Yo tampoco. Leer el texto original ya es bastante pesado. Leerlo tal como lo he dejado es para volverse loco.

¿Quién decide cuándo se usa el masculino y femenino? ¿Quién decide cuándo un texto es lo bastante inclusivo o no lo es? Nadie. Es absurdo. No tienen ningún sentido. Ni lo tendrá nunca.

Con esta demostración, que sin duda puede generar críticas, y me alegraré por ello, reafirmo mi idea: el lenguaje inclusivo es absurdo. La igualdad hombre-mujer es necesaria, y yo abogo cada día por conseguirla. Pero no así. Así no conseguiremos la igualdad. La conseguiremos con educación, enseñando valores de respeto y de tolerancia. No metiendo masculinos y femeninos y convirtiendo un texto en una amalgama de palabras masculinas y femeninas que no van a ningún lado.

Eso es todo lo que tengo que decir. Por ahora. Muchas gracias.

Más información en este enlace.

Nota: del «todes» y «niñes» o niñ@s» y esas hierbas hablaré otro día. Pero imaginen el texto anterior con este tipo de fórmulas.

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

3 opiniones en “El horror de leer un texto cien por cien inclusivo”

  1. En el mundo en que me desenvuelvo mucha gente ha abandonado el masculino y solo usa el femenino, no dando la alternativa de uso de los dos géneros a la vez o la bobada del uso de la «e». A mi y a otro grupo formado exclusivamente por hombres se nos ha hablado incluso en femenino digamos en el lenguaje oficial ese entorno.
    Es una postura ridícula provocada por el exceso del sentido de la identidad que solo genera artificio y desmesura.

    Saludos

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    1. Y el problema es el ataque feroz que recibes si no comulgas con sus ideas. Quiero ver en cien años cómo se analiza y ridiculiza este supuesto mundo igualitario que nos quieren imponer. La igualdad comienza por respetar toda opinión que respeta otras opiniones. Pero están muy lejos de entenderlo. Saludos.

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