Gasto inútil. Obra faraónica. Pérdida de tiempo y de recursos. Tontería y capricho de cuatro científicos estúpidos y locos. Estos son algunos de los calificativos que mucha gente aplica al Large Hadron Collider (LHC), o, en castellano, Gran Colisionador de Partículas. El instrumento más complejo que se ha diseñado nunca para estudiar los aspectos más íntimos de la estructura del universo.
En este pequeño artículo, vamos a explicar por qué esa gente está equivocada, y cómo, los antepasados del LHC, han salvado y salvan millones de vidas todos los años. Sí, estimado lector: esos instrumentos que habrás visto alguna vez en una cirugía, en una prueba médica con rayos X, ecografías, tomografías, escáneres por positrones… Todos ellos son, en mayor o menor medida, fruto y resultado de máquinas anteriores al LHC, o de experimentos con partículas. Ahora, el LHC nos quiere enseñar lo que esconde el universo. ¿Cómo? Vamos a verlo.

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