Inesperado regalo: una niña de 15 años

Que los seres humanos solemos ir de duros y fuertes es una constante universal. Que, por dentro, la mayoría nos deshacemos ante los recuerdos, los sentimientos, y las vivencias vividas, es una constante aún mayor.

Ayer estaba con una amiga a la que no veía desde hace tiempo. Le pregunté cómo está su hija, que ya debe estar mayorcita. Me respondió:

«Tiene quince años, y si quieres, te la regalo».

Me hizo gracia el comentario. Denota una clara desesperación de una madre ante una edad muy, muy difícil, como es la pubertad de los jóvenes. Lo he visto en varias ocasiones, y lo entiendo.

Obviamente el comentario es una figura, pero no lo fue el hecho de plantearme la situación: yo con una niña de quince años en casa. Eso, por supuesto, disparó de inmediato mis recuerdos.

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El amor no tiene orgullo, ni vanidad

¿Cuántas veces hemos perdido lo más querido, aquel ser que era nuestro faro, nuestro camino, nuestra vida, por orgullo? ¿Cuántas veces hemos gritado en silencio el nombre de ese ser que es nuestra vida, pero que nos obligamos a enterrar entre miedos, vergüenza, y arrepentimiento, con tal de no sacarlo a la luz?

¿Cuántas oportunidades de pedir perdón hemos dejado pasar, porque dábamos por sentado que alguien debe ganar, y alguien debe perder, cuando el amor se ha roto por un odio que encierra el más grande de los amores?

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Un puente para el reencuentro

Este es un nuevo relato dentro de ese contexto de novela romántica que últimamente estoy escribiendo, y que están siendo bien aceptados en la red literaria Lektu. Y, como el lector quiere romance, pues es romance lo que van a tener. La idea es terminar publicando un pequeño libro con estos relatos románticos, en una obra que comprenda todos estos textos unidos.

De todas formas, este texto, teniendo el romance como elemento central, está muy centrado también en elementos de ciencia ficción. Pero, al contrario de lo que ocurre en la saga, la ciencia ficción está al servicio del romanticismo, y no al revés.

De momento les dejo con este nuevo relato. Y, como siempre, espero que lo disfruten. Muchas gracias.

Nota: ya disponible en Lektu.

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El imperfecto mundo perfecto tras el cristal

Hace tiempo que lo vengo notando. Que lo vengo sintiendo. Que siento esa vibración que me avisa de que algo se ha roto. Por fin. Esa cadena de acero que me ataba a la realidad. Se ha roto. Y, en mi locura, te he vuelto a encontrar. Ese era el secreto: volverme loco era el camino seguro y directo para volverte a amar.

Todo empezó cuando llegué y crecí en este mundo. Este mundo que ha cambiado. Y me ha cambiado. Se ha hecho mayor. Ha perdido originalidad. Y frescura. Un programa llamado autotuning afina la voz de los cantantes si desafinan. Un efecto de Photoshop borra todos los fallos de esa imagen o vídeo, creando hombres y mujeres perfectos.

Las empresas sonríen con puestos de trabajo asombrosos donde todos trabajan sanos y felices. Los coches ya  no contaminan, sino que son contenedores de cinco sonrisas perfectas que viajan en su interior, y que contribuyen al bienestar del mundo. Los amigos ya no necesitan discutir entre ellos, basta con bloquearlos, mientras enseñan esas fotos perfectas de sus familias perfectas. Y los viajes son paradisiacos, a sitios increíbles, donde ocurren cosas increíbles que vemos con nuestros hijos increíbles y nuestra pareja increíble. Todo metido en una pantalla rectangular de cristal. Todo el mundo se ha concentrado en una pantalla de cristal…

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Dos ciegos que juegan a hacerse daño

Hoy miércoles toca música, y traigo un tema que me encanta de Joaquin Sabina, «Amor se llama el juego», porque creo que su letra y su mensaje definen a la perfección lo que yo entiendo como el amor de pareja. Ese amor que lo envuelve todo en la vida, hasta que, un día, descubres que ya no envuelve nada, y que es solo una cáscara vacía.

El amor es un tema tremendamente complejo, y el de pareja lo suficientemente denso como para que haya renunciado a entenderlo. Puedo atreverme con la física cuántica o la energía oscura. En lo que refiere al amor, hace siglos que preferí dejar el tema de lado. Claro que mi opinión es solo eso: una opinión.

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Los recuerdos que trae una canción

Hoy iba en el tren, con el retraso de media hora de costumbre, y ha aparecido en la radio «Streets of London» (calles de Londres) del autor Ralph Mctell, un cantautor inglés. Ello ha provocado una cascada de recuerdos en mi mente.

Durante mi época de instituto, tras salir de clase, iba a las típicas clases de inglés «porque el inglés es el futuro». Allí, en una pequeña fiesta de fin de curso, uno de los profesores interpretó esta pieza musical, lo cual atrajo inmediatamente mi atención. Es una canción sencilla para tocar en guitarra, con una letra que se usa, o al menos se usaba, para las clases.

La música tiene la capacidad de traer a la mente viejos recuerdos de tiempos pasados. A mí esta canción me recuerda a una compañera de clase, dos años menor que yo, con la que trabé una profunda amistad. Era una niña encantadora (ella tenía entonces 15 años, yo 17), y era el ser humano más inocente que he conocido en mi vida. Ataviada con su uniforme de colegio religioso, todo le sorprendía, todo le parecía maravilloso, y todo era asombroso para ella. Trabamos una profunda amistad, que se prolongó varios años.

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