Hace tiempo que no hablo de cine. Así que vamos a intentar enmendar esa situación con un título que, personalmente, considero una obra maestra de 1981: Das Boot (en alemán, «El submarino»). Una película del director Wolfang Petersen, que dirigió la que, personalmente, es su mejor película junto a «En la linea de fuego».
Podría escribir un libro sobre el mundo de los sumergibles alemanes en la segunda guerra mundial, un tema que me ha apasionado desde niño. No en vano mi padre, que era ingeniero naval, hizo que me enamorara del mundo de los barcos en todas sus vertientes. Luego le traicioné pasándome a la aviación, pero esa es otra historia. Y los sumergibles y submarinos son sin duda mundos de acero con mil historias que contar.
Suelo decir, y es cierto, que son escritores como Isaac Asimov o Arthur C. Clarke los que más me han influido en mi vida a la hora de imaginar historias. Pero estoy siendo injusto, cuando no introduzco el nombre de un hombre muy especial, un mago de las letras: J.R.R. Tolkien. El padre de «El Señor de los Anillos» o «El Hobbit», creo que supera todos los sueños de lo que un escritor puede llegar a crear con una simple pluma.
Porque no nos podemos llevar a engaño; hay grandes escritores, y no a todo el mundo le gustará la obra de Tolkien. Es normal. Pero nadie puede negar, ni por un instante, su magnificencia, su visión gigantesca de un universo casi infinito, y su capacidad para crear mundos inagotables, que son tan reales como lo es el Sol al amanecer. Un Sol que brilla con una luz interminable, que pervivirá siglos. El nuevo Homero del siglo XX.
Estos días no estoy escribiendo en el blog todo lo que quisiera, primero para no marear demasiado a los lectores, y también porque ando ocupado con temas laborales. Estoy colaborando con una empresa de neurociencia, y participando en conversaciones con una doctora en neurocirugía, con el fin de desarrollar programas de realidad virtual para la ayuda de pacientes con enfermedades neurológicas diversas. Esta doctora a sus casi treinta años tiene ya una brillante carrera en una importante institución médica universitaria estadounidense.
Hace no mucho me explicaba trabajos que ha realizado con la NASA para diseñar modelos de operaciones de cirugía en gravedad cero, para los futuros vuelos a Marte. Ni qué decir tiene que yo escucho entusiasmado sus explicaciones. No daré datos ni nombres de empresas ni productos por supuesto, porque no es el fin de este blog hacer publicidad, sí contar cosas que creo pueden ser de interés del lector. Por ello quizás explique algunos detalles de este proyecto.
La otra razón para no escribir lo que quisiera es que estoy con los capítulos finales de «Sandra: relatos perdidos», es decir, con el Libro XII. Agradecer a aquellas personas que van leyendo los relatos su interés en los mismos, es un placer ver que puedan ser del interés de ustedes. Estos últimos relatos especialmente requieren de un trabajo importante, por cuanto quiero dejar la historia bien terminada y encajada con el resto de la saga, y si además los textos son entretenidos para el lector, todavía mejor.
Y eso es todo. Ahora que les he mareado con mi vida, les dejo el que creo es una excelente composición musical: la banda sonora original de la película «The hunt for the Red October». Un gran largometraje de los años ochenta, en los tiempos de la guerra fría, en un juego del gato y el ratón que jugaban las armadas soviética y estadounidense. Hubo muchas anécdotas reales de aquellos tiempos. Ya hablaré un día de algunas de ellas.
La música por supuesto está basada en el himno ruso, como bien me recuerda un amigo cada vez que lo comento, pero es una versión creada especialmente para la película.
Pongan la música un poco alta si pueden (sin molestar a los vecinos), la mano en el pecho, e imaginen el poder soviet marchando orgulloso por Siberia, y conquistando el mundo para mayor gloria de los pueblos soviéticos. ¿No dan ganas de invadir algo? Claro que sí. Los himnos quieren inspirar sentimientos de poder y de gloria. Y lo consiguen, sin ninguna duda. Nasdrovia!
Joan Baez es una cantante y activista por la paz estadounidense, famosa por sus canciones de contenido político y social, que tuvo un papel destacado en las protestas contra la guerra de Vietnam. En un mundo donde se vuelve a hablar de violencia nuclear, donde las amenazas no solo no han disminuido, sino que han aumentado exponencialmente, gente como Joan Baez es más necesaria que nunca.
La protesta en favor de la paz suele considerarse, cada vez más, un acto de guerra. Y, como tal, cualquier activista por la paz corre el peligro de ser condenado a prisión. Y cuando las voces y la música a favor de la paz se hayan callado, solo quedará el ruido y la lógica de la guerra. Pero no lo olvidemos: una guerra nuclear será la última.
Por otro lado, se suele decir que, desde el fin de la segunda guerra mundial, el mundo ha visto una paz prolongada e ilimitada. Es cierto, pero solo para ciertos países. Recordemos que las muertes en guerras desde 1945 son más del doble de todos los que murieron en la segunda guerra mundial, incluidas las víctimas de las dos bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Cuando un activista por la paz es señalado con el dedo, acusado, condenado, y olvidado, estamos destruyendo nuestro futuro. Cuando se acaba con las personas que buscan tender puentes y derribar muros, y con aquellos que quieren dar voz a los desesperados, a las víctimas, a los que no tienen sitio en este mundo porque alguien así lo ha considerado, entonces estamos destruyendo este mundo. Porque una sociedad no solo se destruye con bombas; también se destruye con la falta de voluntad por construir la paz.
Las armas que construyen los países ricos se emplean en los países pobres, que crean refugiados que vienen desesperados a los países ricos. Y algunos se preguntan por qué vienen esos refugiados huyendo de las bombas que ellos mismos han vendido. Una doble moral que acaba con la vida de cientos de miles de personas.
Dejo pues aquí la frase de Joan Baez, y una de las canciones que compuso para la película «Naves misteriosas» (Silent running) que se estrenó en 1972, y que es un alegato de ciencia ficción por la paz, en un mundo que ha perdido toda su naturaleza, que solo ha quedado confinada en unas naves alrededor de Saturno. Una naturaleza que, por orden ejecutiva, deben ser destruida, para usar las naves con otros fines. Recuerdo que lloré cuando vi la película. Y todavía lo hago.
Llevaba tiempo con el radar fijado en la película que da título a este artículo. «Darkest hour», traducida en España como «El instante más oscuro» es sin duda una de las películas más brillantes que he visto en los últimos cincuenta años. Magistral, cautivadora, y con una calidad visual impactante. Las críticas eran buenas, y el trailer sin duda prometía. Así que me fui al estreno. El viaje, sin ninguna duda, mereció la pena.
«Darkest hour» narra los sucesos ocurridos en Gran Bretaña en mayo de 1940, cuando la maquinaria de guerra nazi está conquistando toda Europa a una velocidad sorprendente, usando la «Bliztkrieg» (guerra relámpago) que supone combinar infantería, tanques, y fuerza aérea, de un modo nunca visto hasta entonces.
Nota: no hay spoilers. Solo cierre centralizado y elevalunas eléctrico. Nota 2: tiene usted razón, el chiste es malísimo, pero son cosas que pasan con la vejez, espero disculpe a este antaño héroe de las Guerras Clon. Porque sí, yo fui caballero Jedi. Al salir del cine, cuando vi Star Wars por primera vez, fui el salvador de la galaxia con mi sable láser. Yo, y toda una generación de entusiastas que vivimos la emoción de Star Wars en 1977. ¿Dónde están ahora esos héroes? Vamos a verlo.
Hoy hablaré del nuevo episodio de la mítica saga de Star Wars episodio VIII: «los últimos Jedi». Observe el amable lector que el título habla de crónica, no crítica. Críticas hay cientos, miles, en Internet. Y, como ocurre tantas veces, sufren de un grave problema de bipolaridad. Porque el mundo se ha convertido en bipolar: o lo amas, o lo odias.
Hay actores que trabajan bien en su papel. Algunos quedan encasillados en personajes. Y algunos viven de un solo personaje toda la vida. Eso no es malo, en absoluto. Pero siempre he admirado a aquellos actores que pueden cambiar el registro de un papel al siguiente. Actores y actrices que se transforman, y que en una película igual están rodando una comedia o un drama, haciendo de un personaje poderoso, y luego actúan como un pobre vagabundo ignorante.
Siempre he sido un «trekkie». Desde finales de los sesenta, cuando el aguerrido capitán Kirk, con su segundo, el señor Spock, recorrían la galaxia en la nave USS Enterprise, llevando la paz a toda la galaxia, además de unos cuantos torpedos y una buena ristra de puñetazos y filosofía vulcana y sobre la vida y la esencia del ser humano . Por no hablar del poder de atracción de Kirk sobre las mujeres extraterrestres, que casi siempre eran bellas, rubias, de ojos azules, y con un marcado maquillaje hollywodiense.
Nota: no hay spoilers.
Luego llegaron los setenta y ochenta, y con ellas llegaron las películas y las nuevas series. Las he visto todas. Sin excepción. Y no una vez. No diré el número porque me haría perder la poca credibilidad que me queda como persona seria y responsable.
Luego llegaron las nuevas películas del capitán Kirk. Tres de momento. En mi opinión, esas películas son divertidas y amenas, pero no son Star Trek. Star Trek va de otra cosa. No va de tiros, cañonazos, chicos guapos y chicas excitantes. No. Star Trek va de una forma de ver la vida y el universo. Eso estaba en las series originales. Pero no en estas nuevas películas. Decepción total. Queremos que vuelva Star Trek. El Star Trek que habla del ser humano, de libertad, de justicia, de amistad, de venganza, de odio, de ira. En definitiva, de la esencia del ser humano.
Con «Star Trek: Discovery» hemos recuperado eso. Mucha gente critica la serie. Es normal, con cada nueva serie hay críticas y críticos. Es normal. Entiendo además esas críticas, pero creo que, en esta ocasión, se ha acertado. Veamos por partes estos aspectos:
Naves y sistemas: son anacrónicos con lo que veíamos en las series de los años sesenta, es verdad, teniendo en cuenta que esta serie está ambientada diez años antes de la llegada del capitán Kirk. Pero hoy día no tendría sentido un decorado como el de los años sesenta. Se han conservado muchos elementos: las armas, los comunicadores, otros detalles. Pero las naves, aunque externamente tienen un aspecto propio de la época en que se ambienta, por dentro son muy futuristas. Las comunicaciones son con hologramas. Es normal, las nuevas generaciones no entenderían otra cosa. Es un equilibrio entre la sencillez de los años sesenta y los efectos especiales actuales.
Efectos especiales: propios de esta época. Muy cuidados, hay muchos detalles que me han gustado. La forma de entrar y salir de «warp» (velocidad superior de la luz) de las naves está muy lograda. Los rayos tractores son increíbles, así como las armas.
Personajes: que una mujer oriental sea capitana, y su segundo sea una mujer negra, dice mucho del mensaje que se quiere transmitir siempre en Star Trek: en el futuro, la oportunidad y la igualdad va para todos. Esto fue escandaloso en los años sesenta, hoy en día muchos siguen anclados en ideas del pasado. Pero, si queremos evolucionar como especie y progresar, tendremos que entender que todos somos iguales, y todos tenemos los mismos derechos y deberes. Todos, sin excepción. No puede haber racismo, xenofobia, sexismo, o cualquier otro menosprecio a la persona en un mundo futuro que se suponga sea justo y equitativo.
Klingons: mucha gente se queja del nuevo aspecto de los Klingon. En realidad, los Klingon han ido cambiando a lo largo de las series. Esta es una nueva revisión de su especie. Además, en la serie «Espacio Profundo Nueve» ya se da constancia de que hay variantes de Klingon. ¿Por qué no? Si en la Tierra hay diferentes fisonomías y tipos de seres humanos, ¿por qué no va a ser así con los Klingon? En estos dos capítulos por cierto los Klingon hablan en su idioma con subtítulos. En inglés tal como yo lo he visto. La verdad es que no puedo hablar del doblaje, o si está doblado, porque siempre veo las películas y series en inglés. Luego actualizaré este dato.
Profundidad de los personajes: antes he hablado de los personajes. Ahora hablaré de su profundidad. Y, como ocurre con todas las series, son personajes bastante planos. ¿Por qué? Porque no empatizamos con ellos. No los conocemos. Son nuevos, y necesitaremos un tiempo para acercarnos, conocerlos, y disfrutarlos. Pasó con el capitán Picard, con la capitana Janeway, etc. Pero de momento se puede decir que las actuaciones de los personajes son adecuadas.
Ambientación: está claro que en 2017 no valen naves sujetadas con hilos o música ruidosa o tecno. La ambientación es muy buena, y el lenguaje técnico ha crecido mucho. Los que hayan volado en simuladores de vuelo de combate y conozcan el lenguaje de la aviación militar, o directamente sean pilotos, reconocerán enseguida términos técnicos del mundo de la aeronáutica. Eso le da más profundidad, sin que por ello aburra al que desconoce esos términos, que son con cuentagotas por supuesto, para darle un toque más «profesional» a las conversaciones de combate.
Desarrollo de la trama: empieza lenta, como no podía ser de otro modo. Luego la acción va en aumento, con momentos muy buenos. La parte final logra que el espectador se meta en la acción, y disfrute con los momentos de triunfo, y sufra con los fracasos y situaciones límite. Implicación, esa es la clave.
Uniformes: mención especial a los uniformes. Por fin tenemos uniformes que podrían ser los propios de una nave estelar del futuro. Para mí, los mejores diseños nunca vistos en Star Trek.
Intro: no me gusta. El vídeo de introducción probablemente sea el peor de todas las series. La idea está bien, pero carece de fuerza. No es que sea malo, pero no está a la altura.
Música: cumple su papel. En momentos rescatan la famosa banda sonora que se dio a conocer en la primera película «The motion picture». Eso hace que nos salte una lagrimita a los más viejos, y los dientes postizos.
Más poco puedo decir sin meterme en spoilers. Mención especial a la comandante de la nave, la actriz Sonequa Martin-Green, que es humana pero ha vivido mucho tiempo en Vulcano. Eso hace que tenga ciertas características comunes con Spock, que era vulcano pero medio humano. Los guionistas pueden disfrutar de nuevo con la ambivalencia de un personaje que vive a caballo de las emociones y la lógica.
En definitiva, serie recomendable, que se nota que empieza, que se nota inmadura, y que sufre ese problema como las demás series anteriores lo sufrieron. Ahora toca ver si van a saber desarrollar todo este material. Pero, de momento, creo que merece la pena.
Larga vida y prosperidad, como dicen en Vulcano. Qué lejos queda la serie original. Y cuánto hemos disfrutado estas décadas. Esperemos que siga siendo así cincuenta décadas más. Por lo menos.
Actualizado: al clickbait se apunta también la Universidad de Standford. Pero ¡oh sorpresa!, el artículo original en Nature no dice nada de agujeros negros. Qué cosas pasan en la vida. Cada cual saque sus conclusiones.
De vez en cuando me gusta comentar algunas noticias que corren por ahí de carácter pseudocientífico, y con un fuerte interés en atraer la atención del lector para beneficio del que ha subido la noticia. Los ingleses lo llaman “clickbait”, que se podría traducir como “pescar clicks”. ¿Cuál es el interés?
Cada nuevo “click” en una noticia les reporta un beneficio económico. ¿Cómo aumentar ese beneficio? Es muy sencillo: tergiversando la información, o, como en el caso que nos ocupa, mintiendo.
Este caso concreto nos lo trae Gizmodo en su versión en español, una presunta web de ciencia que se dedica a contar mentiras como la del enlace o la imagen adjunta para de este modo atraer a lectores. Mentiras que provocan que mucha gente acepte conceptos de ciencia completamente erróneos. No todo lo que dicen es mentira claro, así intentan mantener una imagen de web reputada y seria. Pero las que lo son, lo son de una forma evidente y con un fin muy claro: dinero.
¿Cuál es la mentira en este caso? Está en el título, por supuesto. “Un láser crea un agujero negro molecular”. ¿Verdad que llama la atención? Los amantes de la ciencia sabemos que los agujeros negros son un tema de controversia en el mundo científico, y también sabemos la popularidad que tienen “porque se van a comer el mundo”. No olvidemos aquella ridícula historia de que el CERN de Ginebra iba a crear un agujero negro que devoraría el planeta. Ridículo porque en la atmósfera, debido a la radiación cósmica, se producen colisiones constantemente con muchísima más energía, y no hemos sido “devorados” como algunos querían hacernos creer. Claro que eso también les lanzó a la popularidad.
Recordemos la frase: “no dejes que la verdad te estropee una buena noticia”.
Lo que han hecho en realidad en el experimento que se menciona es usar un haz de energía muy potente para eliminar todos los electrones de un átomo de sus órbitas. Eso ha provocado que el núcleo quede desnudo. Eso en física se llama ión, y es algo conocido desde hace muchas décadas. Lo nuevo es dejar a un átomo sin electrones, de acuerdo.
Pero, ¿qué tiene esto que ver con los agujeros negros?
NADA.
Absolutamente NADA. NO se ha creado un agujero negro. No tiene nada que ver con un agujero negro. No hay compactación de masa, y se está mezclando mecánica cuántica con relatividad de una forma torpe y burda. Es todo un titular sensacionalista para atraer lectores. Hay que conseguir “clicks” de los lectores, para conseguir dinero.
Nos están engañando. Estas webs nos engañan. Nos mienten. Nos usan para sacar dinero. Nos cuentan mentiras para su propio beneficio, y no les importa que nosotros, los lectores, estemos desinformados. Nos manipulan, y nuestra cultura y nuestra adquisición de conocimientos no les importa nada. Nos usan en su propio beneficio.
¿Mi consejo? No debemos permitirlo. Acudamos a páginas serias, contrastadas, rigurosas, que den información veraz. Alguna queda. No muchas, pero las hay serias. Acudamos a páginas donde respeten a los lectores. Donde nosotros, y nuestras familias, puedan aprender datos no manipulados. Donde la ciencia y el conocimiento sean la base de la página. Ese es mi consejo.
Yo, desde esta modesta web, seguiré denunciando a aquellos que usan su poder para ganar dinero a costa de mentir a los demás. Porque por encima del dinero está el respeto al lector, y la seriedad de la información. No seré quizás tan popular como ellos, pero nadie podrá acusarme de usar a la gente en mi propio beneficio. Antes prefiero morirme que contar una sola mentira. Se me caería la cara de vergüenza. Si tengo que jugar con la verdad, prefiero dejarlo todo e irme al polo norte con los osos. Si es queda alguno todavía cuando llegue. Y no les contaré mentiras.
No hay agujero negro; es solo un titular sensacionalista y falso
La serie de ciencia Cosmos de 1980 para televisión, de Carl Sagan, fue una fuente maravillosa y casi inagotable de jóvenes soñadores, que soñaron con tocar las estrellas con el poder de la imaginación. Muchos encontraron en aquella serie un motivo para lanzarse a estudiar astronomía, astrofísica, cosmología, exobiología, y otras ciencias muy diversas, así como carreras tecnológicas. De hecho, en una encuesta reciente de la NASA y el MIT, una parte del personal confesó estar allí por la serie.
¿Qué poder tiene entonces una serie así? Depende. En aquellos años, la fuente básica de información visual era la televisión. Los jóvenes se centraban en la televisión, y la llegada de la serie se devoraba con pasión en cada nuevo capítulo. Luego llegaron los famosos vídeos VHS, que se terminaban rompiendo disfrutando de cada capítulo.
En 2014 se realizó una serie nueva que acabo de ver. Grande, genial, estupenda, muy bien realizada. Pero con dos problemas: no tiene la magia de la primera, y más importante, hay tanto bombardeo constante de información, que los jóvenes, en general, no se centran ni profundizan en nada. Todo es consumo de información inmediato y superficial. Y una serie como Cosmos requiere concentración, relajación, y reflexión. Facebook es en parte responsable de este hecho. ¿Cuántas noticias ha leído hoy en Facebook? ¿Y de cuántas de ellas ha explorado algo más que las primeras líneas? Es una pregunta que me hacía yo antes de borrar mi usuario personal de Facebook.
Dudo que esta nueva serie de 2014 dé los frutos que dio la primera. Pero, de todas formas, es altamente recomendable. El presentador, Neil deGrasse Tyson, fue uno de esos jóvenes que se entusiasmó con el trabajo de Sagan. Y hace un excelente trabajo.
Nadie debe pensar que considero a esta versión de 2014 nueva menos indicada que la anterior. Pero son otros tiempos, y otras ideas. Esa chispa por explorar sigue existiendo, pero ahogada en un mar de confusión de datos constantes que bombardean la mente infatigablemente. Creo que es bueno recogerse un momento, desconectar todo, y dejarse llevar en la nave de la imaginación con esta nueva serie. Merece la pena, sin ninguna duda.
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