Nota: este texto está basado en un comentario que realiza Sandra en la novela «La insurrección de los Einherjar» y la saga Aesir-Vanir, y sobre su participación en la guerra que asoló la Tierra durante dos siglos y medio. Actualmente forma parte del Libro XII «Sandra: relatos perdidos».
Tras los sucesos de «Las entrañas de Nidavellir» Sandra sigue sobreviviendo y escondiéndose. A mediados del siglo XXIV, la confrontación entre la Coalición del Sur y el Gobierno del Norte está en su máximo apogeo. El Norte, gobernado por Richard Tsakalidis, apodado «Zeus», gestiona un ejército que lucha contra el Gobernador de la Coalición del Sur, al que apodan «Odín». Ambos han sufrido modificaciones genéticas, y llevan combatiendo más de doscientos años.
Tal como explica Sandra en «La insurrección de los Einherjar», los androides han formado su propio ejército, y ambos gobiernos unen fuerzas cuando de eliminar a androides se trata. Pero la idea primaria de ambos gobiernos es manipular a los androides, siempre que puedan ser capturados, para anular su capacidad racional, reprogramarlos, y convertirlos en esclavos soldado. Es precisamente esa la razón por la que los androides combaten, para evitar que les sea robada su mente y los conviertan en simples herramientas.
Sandra trabaja en una de las factorías que transforman a los androides en máquinas sin mente. Debe hacerlo, porque de lo contrario sería descubierta su verdadera naturaleza. Pero ella añade, en los androides que manipula, una puerta trasera para devolverles la mente en el futuro, si eso es posible. Mientras tanto, la Tierra, y otros planetas, están siendo convertidos en cenizas. Solo resta un paraíso en el planeta: Nueva Zelanda, un lugar que ambos gobiernos han decidido mantener como territorio abierto.
Sandra recibe al siguiente androide. Tiene algunos fallos menores, y lo lleva a una sala anexa para repararlo. La puerta se cierra. El androide observa a Sandra. Su mirada es clara, pero triste…

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